ADULTOS MAYORES, LOS MÁS VULNERABLES 

 

Octavio Hernández Jiménez 

 

Unas de las semanas más críticas que padecieron durante la primera ola, en el norte de Italia y otras regiones europeas, fue cuando la muerte por coronavirus se ensañó en los hogares de ancianos. En varias ocasiones, todos sus habitantes murieron. En situaciones macabras, al visitar esas casas solariegas, aisladas en las campiñas, los que llegaban no encontraron señales de vida.  

 

Llegaron los días temidos. Por fin, Manizales y demás municipios de Caldas, estaban ad portas de soportar, en carne propia, lo que era una rigurosa pandemia. Al principio, en la capital de Caldas, venían subiendo  tres o cinco casos de contagio, por semanas consecutivas, hasta cuando la peste aceleró motores, en el mes de agosto de 2020. Crecimiento exponencial. El 19 y el 20 de agosto hubo 70 infectados,  y entre el 20 y el 21 subió a 90, entre los que se contaban los ancianos del Hogar Guadalupe, por los lados de La Sultana. Allí aparecieron contagiados con covid-19, 74 adultos mayores y 12 empleados.  

 

El primer caso de contagio, en esa institución, se conoció el 17 de agosto y, para el 20, ya iban 86 aunque se esperaban los resultados de otros 9 exámenes. Suponían que, entre ellos, el primer contagiado adquirió el virus en una de sus salidas pues se trataba de un adulto mayor que tenía permiso de “hacer vueltas ambulatorias”. En las pruebas, salieron negativos 11 ancianos y 2 empleados. Pero, observemos cómo se amplía, en forma temeraria, el radio de contagio. De acuerdo con el secretario de Salud, “trasladaron 3 ancianos a Assbasalud y 10 al Hospital General San Isidro. Se hospitalizaron cinco por presentar síntomas de gravedad, y de ellas, una en estado crítico. Hay un fallecido al que se le tomó la prueba después de morir” (Juanita Mosquera, 21 de agosto de 2020, p.10).  

 

Causaba terror en la gente pensar que Manizales tomara la ruta de la muerte masiva de ancianos. Al hogar del Anciano Guadalupe, ya citado, siguió el Hogar San Francisco, el Hospital General San Isidro y, al fin de semana, otros ancianatos. El San Francisco albergaba 36 adultos mayores de los cuales 24 dieron positivo y tres cuidadores.  

 

En la última semana de agosto de 2020, habían fallecido por covid-19, tres huéspedes del Hogar Guadalupe, de Manizales, y uno del Hogar San Francisco, con sedes en Manizales y Villamaría. Ocho ancianos de este hogar estaban hospitalizados en Cuidados Intensivos. Del Hospital Geriátrico San Isidro  fallecieron dos, uno de ellos remitido al Hospital Santa Sofía. 18 adultos más del San Isidro permanecían en aislamiento institucional y a 16 los recluyeron en un hotel. El Hospital San Isidro contaba con 4 unidades de Cuidados Intermedios y 2 de Intensivos.  

 

Para el 31 de agosto, de 139 casos positivos, en 3 hogares de ancianos de Manizales, había 92 activos. Y lo más grave era que habían fallecido 3 ancianos en el Hogar Guadalupe, 4 en el San Francisco y uno en el Santa María. 

 

“El reporte del 28 de septiembre de 2020, entregado por la Alcaldía, indica que han fallecido 20 habitantes de ancianatos. De ellos, 9 en el hogar San Francisco; 7 en el Guadalupe; 3 en el San Isidro y 1 en el Santa María. Los casos positivos llegan a 226 (183 adultos mayores y 43 empleados), de los cuales 130 están recuperados” (Óscar Veiman Mejía, 29 de septiembre de 2020, p.2). 

 

Cundía la preocupación con estos y otros hogares de ancianos por lo padecido en Europa, en abril y mayo de 2020, cuando falleció, en promedio, el 50% de la población de esas instituciones (La Patria, 25 de agosto de 2020, p.5). Al día siguiente murió otro anciano del Hogar San Francisco. La muerte podía estar preparándose para la cosecha. Lucía su arnés. Había terminado el graneo. 

 

Mientras escucho las sirenas de las ambulancias que se dirigen a las clínicas, mascullo el poema de Constantino P. Kavafis: “Dentro de los usados y andrajosos cuerpos/ se sientan las almas de los ancianos./ Qué desdichadas son las pobres/ y qué aburridas viven sus patéticas vidas./ Mientras tiemblan de miedo a perder esa vida, más la aman,/ esas aturdidas y contradictorias almas,/ sentadas –medio cómicas, medio trágicas- dentro de sus viejas y raídas pieles”.  

 

 

<< Regresar