AGUSTÍN RESTREPO C., POETA COSTUMBRISTA

 

Octavio Hernández Jiménez

 

Nació en Anserma (Caldas) en 1900 y murió allí mismo, en 1953. Fue el padre de Augusto León Restrepo, periodista, poeta, abogado, alcalde, subdirector del diario La Patria, Contralor Departamental, Secretario de Gobierno, vicerrector de la Universidad de Caldas y candidato a la gobernación de Caldas (2013). Augusto León heredó de su padre la vena literaria.

 

Aunque la cantidad no cuente cuando se trata de apreciar la obra artística, podemos empezar diciendo que encontré unas treinta composiciones cortas, pegadas con engrudo en dos vetustos libros de contabilidad de “Agustín Restrepo Calderón, comerciante, comisionista y comprador de café”, como reza en el membrete del papel timbrado que utilizó.

 

La mitad de los títulos nos da indicios de una corriente sentimental que fluía del alma de este personaje que podría catalogar como decimonónico si no fuera porque su biografía estuvo enmarcada en la primera mitad del siglo XX. Algunos de esos poemas son: Hora Azul, Ausencia, Retazos, Postal, Remembranza, Paisaje Auroral, Ofrenda Floral, Memorias, Paisajes y Sombras, Hora Crepuscular, Elegía Íntima y Luz. Pura quincallería romántica. Recordemos que, para Goethe, lo romántico es enfermizo.

 

Su poesía sentimental puede catalogarse como el último hervor del romanticismo tenebrista que cultivaron con fervor Julio Flórez (1867-1923) y Enrique Álvarez Henao (1871-914). Podemos seguirles el rastro en las primeras estrofas de unas composiciones que se hicieron popularísimas. Escribe Julio Flórez, en Eli, Eli, Lamna Sabacthani:

 

Bañada en sangre la radiante frente,

En la cruz infamante el Cristo expira;

Y al expirar, la ya desfalleciente

Cabeza, roja como el sol poniente,

Sobre los hombros dislocados gira.

 

Enrique Álvarez Henao utiliza un lente panorámico para mirar la misma escena, en el archiconocido soneto Los Tres Ladrones:

Época fue de sórdidas pasiones;

El pueblo de rencor estaba henchido,

Y en el Gólgota, en sombras convertido,

Colgaban de sus cruces tres ladrones.

 

Agustín Restrepo no se les queda atrás cuando se trata de describir la hora llegada, en su poema Luz:

Cuando Jesús, sobre la cruz moría

Para mostrar al mundo sus anhelos,

Al principio y al fin de su agonía

Obscureció la lámpara del día

Y prendió las estrellas de los cielos.

 

Como Flórez y Álvarez Henao, el poeta caldense revela una inspiración profundamente melancólica, según lo que diría Juan de Dios Arias sobre Álvarez Henao. Escuchemos a Restrepo:

Prendido en el encaje del corpiño

Atado con un haz de su melena

Lleva un jazmín que ajeno a mi cariño

Se esconde entre un ramito de azucenas (Hora Crepuscular).

 

Se imagina uno al poeta ansermeño, en este estadio de su obra, como en un letargo provocado por la parsimoniosa lectura de “María”, la amada figura perpetuada por Jorge Isaacs.

 

Por cierto que Víctor Londoño (1876-1936), otro poeta con iguales atributos, tiene una composición dedicada a Jorge Isaacs y con igual nombre a otra composición de Restrepo. Romanticismo finisecular, “achaque tardío que pobló los cafetines de capas y melenas”, según el decir de Javier Arango Ferrer. Y de mucha caspa, imagino yo:

 

Bajo un álamo blanco, tapizado

Por sus flores que el viento difundía,

Hablamos del amor y del pasado

En esa hora en que agoniza el día (Remembranza).

 

Versificadores a los que se les detuvo el reloj a las mismas seis de la tarde.

Agustín Restrepo conserva idéntica tonalidad cuando describe la siguiente visión en su poemita Horas Azules:

 

Cuando dos pájaros blancos que en su vuelo

Rasgando van los densos nubarrones

Así dos almas con la unción del cielo

Entregan al amor sus corazones.

 

Romantiquería que, como agrega el autor de “Horas de Literatura Colombiana” (J.A.F.), se cura “con duchas frías y gimnasia sueca”. El escenario, la trama y los personajes pasaron de moda. Huelen a naftalina. A terciopelo apolillado. El amor puede que sea el mismo pero en la actualidad se manifiesta en forma menos diabética.

 

Pero, a Dios gracias, los versos sentimentales no fueron el fuerte de don Agustín Restrepo sino los versos sarcásticos, otra variable de muchos poetas románticos como Rafael Pombo y José Manuel Marroquín. El sarcasmo dio vida a muchas páginas costumbristas.

 

Escuchemos esta composición de don Agustín, en la que retrata a esa “caterva de vencejos” como catalogaría el Tuerto Luis Carlos López a ese grupo de individuos cuyo único voto de santidad es desvivirse, en determinada época, por los votos de sus “agraciados”:

 

Figurar en renglón de alguna lista

O suplencia obtener por carambola

Y como caballo listo y en la pista

Disparar al mover la banderola;

 

Tener como padrinos tres caciques

Que tengan casa y manga en el poblado

Y por medio de argucias y de triques

Sostener el fervor del agraciado;

 

Conseguir un discurso de tornillo

Y decirlo con furia en la garita,

La plaza, la fonda o el mercado,

Llevando circular en el bolsillo,

Esto y poco más se necesita

Para ser senador o diputado.

 

Restrepo carece de ese odio violento que destilaba Luis Carlos López cuando, hablando de “cualquier político”, lo cataloga de “perro miserable que vives del cajón de la bazofia”, pero, aún así, la composición del caldense, fechada en 1943, no está mal como lección de politiquería barata y parece que consuetudinaria. Es como la advertencia que don Agustín le hiciera a su hijo Augusto León a quien, por aquellas calendas, su esposa estaría arrullando.

 

Antes de 2013, Augusto León  se había metido a vaciar discursos, no en la garita, la fonda y la plaza de mercado sino en la Secretaría de Gobierno departamental y en la Contraloría.  Desatendió el consejo de don Agustín y aceptó la postulación de candidato a la gobernación de Caldas por lo que Augusto León se tiró al ruedo, por todo el departamento, de plaza en plaza y de vereda en vereda. ¿Atendería, entonces, el consejo paternal de llevar “circulante en el bolsillo”? Parece que la herencia de don Agustín para el excontralor de Caldas fue más que todo un arrume de versos, más de reproche que de aplausos. Eso sí: ingeniosos y gentiles.

 

Al costumbrismo colombiano, por su carácter hogareño, o de literatura usual, se le ha reprochado su alto grado de superficialidad que “limitó los horizontes y dejó nuestras letras a la orilla de las grandes corrientes del pensamiento universal”. Algo así como la patria boba de nuestra literatura.

 

El costumbrismo no exigía “profundidad en el estudio, ni rigor en la exposición”, como lo enseña con tanta gracia don Agustín Restrepo en este texto:

 

Una, tres y cuatro veces

Al café Nápoles fuimos

Y en honor a la verdad

En aras de la amistad

Muchos placeres tuvimos.

 

Si es letrado, allí lee,

Si jugador, allí juega,

Y si la suerte le niega

Quizás lo que bien desea

Le regalará un café

Y muy bien lo jonjolea.

 

Si acaso alguno está herido

Por las flechas de Cupido

Que nos dispara una ingrata,

El Nápoles dulcemente

Con café o con aguardiente

Sus negras penas le mata.

 

Este café es de todos,

De liberales y godos

Y también republicanos,

Es de los artesanos,

Del rico y del campesino,

Para todos hay buen vino

Y atención como de hermanos.

 

El Café Nápoles todavía existe, en Anserma, por lo que a alguien se le debe ocurrir copiar el poemita en letras de molde y exhibirlo en sus paredes. ¿Cuánto durará? Los cafés se van, como las Casas Viejas, porque esos espacios enormes son más rentables si se convierten en supermercados, centros comerciales, venta de pollo asado o arrume de chucherías chinas.

 

Ni el literato, ni el jugador, ni el despechado por las flechas de Cupido tienen preferencia, en el reacondicionamiento a que vienen sometiendo los viejos cafés y billares. Mayor rentabilidad a trueque de mayor aislamiento social.

 

Agustín Restrepo Calderón publicó escasos versos en La Patria de Manizales, periódico del que fue corresponsal en Anserma. También publicó versos en El Yunque, de Andes (Antioquia), en Ingrumá de Riosucio (Caldas) y en Sangre Nueva, periódico ansermeño del que fue fundador, director y gerente o, como se lee en la manchette del periódico: “Se administra y suministra en la Dirección”. Precio del número suelto: cinco centavos.

 

El trajín con los periódicos le dio esta escueta visión de ese medio de comunicación masiva:

 

La prensa es luz y da lodo;

La prensa lava y salpica;

La prensa es una botica

Donde se encuentra de todo.

 

Con el anterior epigrama, don Agustín demostró, como otro costumbrista de talla nacional, don Ricardo Carrasquilla, en sus versos sarcásticos “lo que puede la edición”.

 

En Sangre Nueva, don Agustín ensalzó a su partido, denigró del contendor, dibujó galantes siluetas de lindas mujeres, echó discursos veintijulieros y dio la versión de los sucesos acaecidos en Anserma, Viterbo, Apía y sus alrededores.

 

Hasta se las dio de publicista en cierne cuando, no solo cobraba el anuncio sino que redactaba el texto necesario. Ingeniosa resultó la propaganda que le hizo a una gaseosa que aún  se consume en todo el país:

 

Si una chica enamorada

En un rapto de pasión

Llega a mi pobre morada,

No solo le doy posada:

Le doy Posada y Tobón.

 

Idéntico oficio desempeñaba, en Manizales, por las mismas calendas, don Arturo Arango Uribe, hombre de radio y de prensa escrita. Este caballero corrió con mayor suerte que el poeta ansermeño pues, en la capital caldense, de ese quijotesco quehacer unipersonal nacería, en el transcurso de los años, la flamante  e internacional Propaganda Sancho. 

 

Siendo apenas un muchacho que acababa de alargar pantalones (1918), Agustín Restrepo se ganó un concurso por fabricar la siguiente propaganda al estilo que puso de moda con sus célebres charlas, en La Patria, Luis Donoso (1893-1957), delicioso poeta de lo cotidiano:

 

El sombrero “Montecristo”

Es lo mejor que se ha visto

Para hacer la cortesía

A la mejor señorita,

A Mercedes o a Lucía,

Dolores o Margarita.

No tiene rival siquiera

Esta empresa sombrerera.

Es gracioso a la cabeza,

Le cuadra a cualquier persona,

Le es fácil a la pobreza

Y a la gente ricachona.

Me calé no sé qué día

Un sombrero “Montecristo”

Y me dijo mi María:

Tan cachaco no te he visto.

 

También sacó adelante, en prosa, los Avisos de cafés y “heladerías”, cuando aún no había neveras. Entre los avisos en prosa, ninguno tan curioso como el que Don Agustín redactó par el más macabro de los negocios terrenales:

 

“ATENCIÓN: La Agencia Mortuoria de César Restrepo R., fundada en 1918, por los lados del Parque, garantiza puntualidad y esmero en el despacho de ataúdes. Obras de todo tamaño para satisfacer el gusto más refinado. Precios de quema. Ocúpela Usted y quedará satisfecho”.

 

Sin embargo, lo mejor en propagandas lo reservó este costumbrista caldense para anunciar su propio negocio, en un texto que equivale a un inventario rimado de la existencia:

 

En el Almacén de Agustín Restrepo C.,

Anserma,

Encontrará Usted:

Cerda, algodón y satín,

Paños, mantos y crespones,

Encajes, cintas, letín,

Bufandas y pañolones.

Para señoras, interiores,

En fluxes muy elegantes;

Cobijas y cobertores,

Medias, zapatos y guantes.

Pañuelos, hilos, botones,

Pantuflas, cuellos, muleras

Y sacos y pantalones

Con muy buenas cargaderas.

Correas, driles, guarnieles,

Colchas, géneros, liencillos,

Boas, toallas y pieles

Y buenos pantaloncillos.

Telitas de fantasía,

Mantelitos para té,

Billetes de lotería

Y mucha más mercancía,

En el Almacén de

AGUSTÍN RESTREPO C.

 

 

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