AÑOS DE MUCHA RESISTENCIA

 

Octavio Hernández Jiménez 

 

El panorama de Colombia, el 30 de diciembre de 2020, era rojo, muy rojo.  Cúcuta, Ibagué, Medellín, Cali, Pereira, Bucaramanga y otras ciudades amanecieron con las UCI ocupadas, entre el 90% y el 100%. Un caos ante el que autoridades y ciudadanía no sabían qué camino coger. Con el agravante de que, en varios centros hospitalarios, tenían UCI cerradas porque no contaban con medicamentos, sedantes y analgésicos para atender a los pacientes. 

 

En encuesta realizada a nivel nacional, el 66% de los jóvenes pensaba que seguiría creciendo el número de contagiados de covid-19 pero opinaban los encuestados que ellos no se irían a infectar. Y hasta se reían. Tal vez, no se habían dado cuenta que, en Colombia, durante 10 meses de pandemia, habían fallecido 133 menores de edad, por covid-19 y, en el mes de enero de 2021, murieron 3 menores de  4, 11 y 16 años, por la misma causa. Con sarcasmo recordaba una señora que Ángeles pide el cielo. 

 

El Annus Horribilis de 2020 dejó también un ramillete de palabras que lucieron muchísimo en conversaciones, medios de comunicación y redes sociales: Tal vez las palabras más utilizadas, en el año que concluía, podían incluir a las siguientes:Coronavirus, covid, vacuna, pandemia, confinamiento, bioseguridad, distanciamiento, tapabocas, mascarilla, aislamiento, intubación, virtualidad, resiliencia, inmunidad.  

 

Para la Real Academia Española, la palabra del año 2020 fue “confinamiento”. Esta palabra cuenta con tradición lexical, con otros matices como que significaba encarcelamiento; tiene estructura propia de nuestro idioma, no es recién aparecida, no espanta como otras y ofrece la sensación de resguardarse y de tener confianza. Además, se utiliza en todos los países de habla española. 

 

En la edición correspondiente al año 2001, el Diccionario de la Lengua Española (edición 22) dio esta definición: “Confinamiento: Acción y efecto de confinar. Confinar: Desterrar a alguien, señalándole una residencia obligatoria. Recluir dentro del límite”. Veinte años después de esa edición, el segundo significado pasó a ser el más usado y abusado.  

 

A medida que avanzaba el mes de enero de 2021, la gente  podía vaticinar que, al fin de este año, entre las palabras más utilizadas aparecerían dos expresiones compuestas, no tan corrientes en el 2020: toque de queda y ley seca. Desde enero, en todos los medios, con tono marcial, las repetían porque la peste no daba tregua. En unas regiones ascendían al segundo pico y en otras padecían el ascenso al primero. En todo el país, se desbordaban los centros hospitalarios con enfermos y los hornos crematorios con cadáveres. El 15 de enero de 2021 se alcanzó, en el mundo, la sobrecogedora cifra de 2 millones de muertos por coronavirus.  

 

En ciudades y fincas quebrantaban el toque de queda con fiestas clandestinas a las que asistían vecinos y extraños que iban de vacaciones. A la quinta porra los tapabocas, el distanciamiento, el lavado de manos y bienvenida la algarabía. Los asistentes optaron por mantenerse al borde del riesgo, y el que tienta al destino sabe que no se va solo porque ha tenido la precaución de sembrar previamente el virus en sus allegados. Falta de empatía y solidaridad. 

 

En el puente festivo de Reyes Magos, un médico organizó una fiesta clandestina en una finca, con 150 invitados, acompañados de orquesta, conjunto vallenato, licores, comidas y demás arandelas. Lo que causó escándalo en muchas personas era que, las autoridades municipales habían decretado, para la noche de la fiesta, toque de queda y ley seca, en la región, por el aceleramiento de los contagios de covid-19. Como los colombianos contamos, con un abundante repertorio de disculpas, por aquello de que “hecha la ley, hecha la trampa”, cuando apareció la policía a intervenir el desorden, el domingo por la mañana, el médico se salió con que no habían interrumpido el toque de queda porque la fiesta no había empezado después de las 8 p.m., sino en la tarde del día anterior, y todavía, el domingo por la mañana, seguían en ella. Al preguntarle por el licor que estaban consumiendo sabiendo que había ley seca respondió que lo había adquirido, no en esa noche, sino en las horas del día pasado. Con leguleyadas  se escurrió como un pez.   

 

En la temporada de fin de año y año nuevo, en varios centros hospitalarios del país, un número significativo del personal de salud  desertó por motivos de cansancio extremo, desaliento, incumplimiento en los sueldos, falta de medicamentos y sedantes en esos centros de salud, además de los espectáculos deprimentes de aglomeraciones sin las normas de autoseguridad y falta de conciencia. Más el impacto en el ánimo por los allegados y pacientes que habían fallecido. 

 

En las calles se veían filas de personas, no para hacerles la prueba de covid, asistir a citas médicas o entrar al supermercado. Se trataba de compradores de licor para surtir la casa pues, ¿quién se va a quedar en casa, solo tomando café? 

 

En cada municipio colombiano, las autoridades tenían una lectura peculiar  de las órdenes del gobierno nacional. Lo básico para ciertos alcaldes era sostener que ellos se mandaban solo. En unas ciudades, los protocolos iban de corrido y en otros sitios tenían maquillaje de horas para implementar toques de queda, ley seca, pico y cédula y otras arandelas. Entender los horarios de cada ciudad era un galimatías.  

 

En una encuesta realizada a nivel nacional, el 66% de los jóvenes pensaba que seguiría creciendo el número de contagiados de covid-19 pero que ellos no se iban a infectar. Y hasta se reían. Esa risa era fruto de la ignorancia.  Qué tal que supieran que, en las dos semanas de enero de 2021, iban 3  muertos por covid, con edades de 11, 4 y 16 años y, en Colombia, toda la pandemia, iban 133 menores fallecidos por el coronavirus. Hacían falta las clases a los menores de edad,  en autocuidado. Y a los mayores.   

 

La celebración de la llegada del año nuevo se haría en el interior de los hogares. Cerraron bares, discotecas, playas y prohibidas las fiestas.  En Colombia,  los alcaldes de ciudades importantes del país y muchos pueblos decretaron toque de queda, el viernes 15 de enero y, de seguido, continuarían hasta el lunes 18 de enero a las 5 a.m.   Bogotá se acogió a ese toque de queda igual que 113 municipios de Cundinamarca; también, Cali, Medellín, Cartagena, Tunja,  Pereira, Cali y los municipios del Valle del Cauca, Popayán e Ibagué estaba desde hace días en alerta roja. 

 

Uno de los alcaldes que se mostraron desganados ante el llamado del gobierno nacional para decretar el toque de queda en los municipios debido a las aglomeraciones e indisciplina, fue el alcalde de Manizales aduciendo que el Gobierno había avisado muy tarde para que cada alcalde organizara el correspondiente montaje. A última hora, decretó el toque de queda. Por el correo de las brujas comentaron que estaba enfermo de covid-19. Los afectados no le contaban a nadie ya que, para muchos, tener covid era, como hace años, tener cáncer.   

 

Hubo quienes vieran en el desgano y la disculpa del alcalde de la capital de Caldas, un saboteo de su partido  verde biche a la autoridad del presidente de la república. Una clarinada pues el 2021 sería un año preelectoral. Increíble que deliraran por politiquería barata, en una peste que tenía más del 70% de las UCI ocupadas, en Manizales y muchas otras ciudades de Colombia. Sin embargo, debíamos esperar unos días pues ya se venía encima la campaña política con motivo de la vacunación que estaba retrasada.  

  

Al otro día de la llegada de las primeras vacunas, los políticos estallaron en alaridos. En Santa Marta, a través de un noticiero, el alcalde se quejaba porque, en el Ministerio de Salud, les habían mermado la cantidad de vacunas prometidas ya que él no era del afecto del gobierno nacional. Por su parte, la oposición al presidente puso el grito en el cielo por haber escogido a Sincelejo para poner la primera vacuna a una enfermera. ¿Por qué allá, se quejaba la alcaldesa de Bogotá? ¿Sería que, por las verdes sabanas, el presidente estaba aglutinando a los votantes de su sucesora en la presidencia? Y dele con el merequetengue.  

 

Por la WRadio, a las 7 de la mañana del 17 de febrero,  dieron la noticia de que el Gobierno nacional había iniciado procesos administrativos a 62 alcaldes del país, incluyendo a los de tres capitales departamentales: Leticia, Mocoa y Manizales, por no haber presentado al gobierno central la documentación indispensable que debían tener preparada para la vacunación contra el coronavirus. Si pasaban esos tropiezos, en los preparativos para inocular 990  vacunas en un reducido sector de la salud, ¿cómo sería si hubieran anunciado la llegada de las 350 mil que dicen que se requieren para lograr la inmunidad de rebaño en la capital de Caldas? 

 

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