CARTA AL ALCALDE DE APIA (RDA)

 

 

Manizales, 7 de junio de 2016

 

Doctor

JORGE HUMBERTO ARBOLEDA H.

Alcalde Municipal

HONORABLE CONCEJO MUNICIPAL

Apía  (Rda.)

 

Respetados Señor Alcalde y Concejales de nuestro municipio:

 

Mencionar el nombre de la Institución Educativa Sagrada Familia no solo es evocar una de las páginas más gloriosas en el devenir de nuestro conglomerado sino rescatar del olvido una de las realizaciones más admiradas, en el orden educativo, del occidente colombiano, en todo el siglo XX.  Su nombre y el del Santo Tomás de Aquino son la síntesis de Apía, como  proyectos que lograron trascender las fronteras regionales.

 

En 1904, con motivo de la visita que hizo a Apía, Gregorio Nacianceno Hoyos, primer obispo de Manizales, con familia radicada en este municipio, la parroquia y el Concejo Municipal se comprometieron a poner en marcha una institución educativa para mujeres regida por religiosas vicentinas ya que varias niñas de este pueblo habían ingresado a esa comunidad, cuya casa provincial estaba en Cali.

 

En los años anteriores a la llegada de las religiosas,  la institución recibió los sucesivos nombres de Colegio La Inmaculada y Colegio Santa Inés. En 1913, llegó el primer contingente de religiosas de la Caridad, comandadas por Sor María Josefa Buriticá. En 1915, arribó Sor María Josefa López, con arraigo familiar en Apía. En esos primeros años, la institución ocupó el mismo edificio que luego sirvió de sede al Colegio Santo Tomás, en la esquina del parque, en donde actualmente funciona una dependencia bancaria y la policía.

 

Después, buscando mayor amplitud, como lo recuerda Gerardo Naranjo, la parroquia, orientada por el Padre Agustín Corrales, permutó con el municipio un lote en Los Patios por el lote en donde funcionaba el colegio masculino San Luis Gonzaga. En donde estaba el San Luis quedó ubicado, por los cien años restantes (hasta 2016), el colegio de las monjas.  

 

El sostenimiento de esta institución educativa estuvo a cargo, en los primeros años, de los padres de familia y, luego, de la administración municipal, antes de ser asumida por los gobiernos departamental y nacional. En 1919, la Asamblea de Caldas aprobó el funcionamiento de la Escuela Superior de Señoritas, institución educativa que entró a ocupar el amplio edificio de bahareque que hemos conocido.

 

Y, aquí es donde entramos a pulsar aquellas fibras del corazón  que tienen que ver con esa magnífica construcción declarada, dicen unos, como patrimonio cultural de Apía. (Patrimonio, según el latín que nos enseñó don José Álvarez Patiño, en el Santo Tomás, viene del latín patri-munus o sea los bienes heredados de los padres). Otros comentan que esa casona hace parte de un conjunto de bienes inmuebles de reconocido valor arquitectónico e histórico declarados bienes de interés cultural y de conservación integral.  Ustedes, con los documentos a la mano, pueden dilucidar esta cuestión.

 

Sin lugar a dudas, entre las construcciones de antaño más sobresalientes con que contaban los departamentos del occidente colombiano, en el campo cultural y educativo, no se pueden olvidar la elogiada Casa de la Cultura de Marsella y la sede de la que fuera la Normal Superior Sagrada Familia de Apía, que a pesar de haber tenido quién le cantara, pocos recuerdan esos elogios. 

 

La Normal Superior Sagrada Familia se coronó de laureles, en 1962, cuando otorgó los primeros títulos de normalistas a 7 adolescentes de Apía y otros municipios. Fue una apoteosis. En los años siguientes, la Normal, dirigida por Sor Matilde Vera y Sor Luisa Buriticá, lucía radiante, con una calidad académica incomparable en el Viejo Caldas, una destacada actividad cultural y, en el aspecto físico, con servicios exclusivos como el internado, teatro y biblioteca, en una época en que los establecimientos educativos en su mayoría no ofrecían nada de eso, además de los salones amplios, relucientes y los corredores cubiertos de novios florecidos. Las mujeres lucían pulcras y bellas, de cerca y de lejos, como cuando se ubicaban, en los recreos, en el corredor a mirar a los estudiantes del Santo Tomás  y los del Santo Tomás nos entreteníamos contemplando, desde arriba, a las de la Normal.

 

En 1968, el gobernador de Risaralda y su corte visitaron la sede de la Sagrada Familia. En esa ocasión, estuvo presente el renombrado Luis Yagarí que, a la semana siguiente publicó, en la prensa, una de sus Jornadas en la que se deshojó en elogios ante semejante edificio. Lo que menos dijo fue llamarlo “Vaticano de flores”. Y él tenía por qué saberlo pues había sido diplomático de Colombia en varios países europeos.

 

No olvidemos las visitas que hizo, a Apía, Tomás Calderón, quien firmaba sus columnas periodísticas de La Patria,  como “Mauricio”. En una de ellas, (19 de agosto de 1952), desafió a sus lectores con esta afirmación: “Ni Manizales, ni Salamina con su fama de Ciudad Luz, ni Riosucio, oreja del Ingrumá, ni Pereira, ni Armenia, ni la lejana y oriental Pensilvania, ni Calarcá han presentado un programa de la magnitud del que ofreció el Conjunto Polifónico Corales de Apía. Apía es la niña polifónica de Caldas y sobre el pecho de Rubo Marín que ha creado allí ese ambiente cultural, deberíamos colocar una lira con la cabeza bárbara de Beethoven…”.  Esa presentación tuvo lugar en la Sagrada Familia. Polifónica y policultural.  

 

¿Quién no aplaudió hasta el delirio muchas presentaciones en el Teatro de la Normal, como  las de las masas corales, las obras de teatro, los concursos de declamación, el montaje de teatro musical como la obra “Amor, trovas y guarapo” de Gerardo Naranjo que arrancó lágrimas entre los espectadores, las celebraciones artísticas en días especiales, grupos de teatro y danza del Santo Tomás y las agrupaciones foráneas? Tantas ocasiones que hicieron saltar los corazones y las mentes de los apianos, en más de cincuenta años.

 

Todo el espacio y el espíritu de lo que fue la Sagrada Familia, antes y después de la ida de las religiosas, se reorganizó bajo el nombre de Institución Educativa Sagrada Familia,  impregnada de noble historia, espíritu altruista, disciplina e inigualables recuerdos.

 

Sin embargo, los dirigentes y administradores de las chequeras públicas se enloquecen y, cosa extraña, escogen las mejores piezas del patrimonio arquitectónico para destrozarlas y construir, sobre esas ruinas, casi siempre, obras sin un valor equiparable al que tenían las que destruyeron. En Apía, la piqueta echó a tierra, sin consideración, la esquina de lo que fue el Teatro Gloria, en donde hubo un palacete de columnas dóricas  y estilo republicano, el templo parroquial de tapia y bahareque, el Colegio Santo Tomás en su estratégico enclave, y, si es cierto lo que cuentan, ahora viene, la sede de la Sagrada Familia y, no tendría nada de raro que siguieran, en la lista macabra de nuevos atilas, la Alcaldía Municipal y el Club Tucarma.

 

Esto sin contar con las bárbaras deformaciones y los acontecimientos fortuitos como los incendios que, en Apía, han arrasado áreas de gran valor arquitectónico como la esquina de la discoteca llamada, en tiempos pasados, Bar Linares o Estambul y La Fogata, fuera del céntrico espacio que ocupó la casa de los Castaño Abadía, en donde instalaron el supermercado Ara y, para rematar, la Escuela Valentín Garcés que, en las reuniones preparatorias del centenario de Apía, consideramos seriamente como sede de un hotel de turismo.

 

Cada vez va quedando menos del patrimonio edificado por nuestros bisabuelos y abuelos, que enorgulleció a nuestros padres y tiene a los nietos impávidos ante la destrucción sistemática cuando deberíamos disfrutarlo y cuidarlo con esmero para  ponerlo al servicio de los visitantes que empiezan a llegar masivamente con motivo de la declaratoria de esta región como Paisaje Cultural Cafetero, Patrimonio de la Humanidad. La arquitectura regional es uno de los tesoros más perseguidos y apreciados por un sector del turismo culto y adinerado de Europa y Asia. No todos vienen a practicar deportes de riesgos extremos.

 

Señor Alcalde: El año pasado supe que la parte alzada en cemento de la Institución Educativa Sagrada Familia que da al patio de atrás, debido a que presentaba fallas estructurales, había que derribarla y, como decían los latinos, ante facta non argumenta, (ante los hechos no hay argumentos que valgan).  No nos asombró demasiado la noticia porque se consideró que no tenía sobresaliente valor arquitectónico ni sentimental.

 

Pero, esta semana me comentaron que estaban desocupando el edificio central de la Sagrada Familia porque lo iban a tumbar. Y este es el motivo de esta carta.  Considerar que si, en el Apía histórico, hay una construcción digna de ser mantenida en pie, esa es la casona que ha albergado la Sagrada Familia. Ojalá ese comentario al que aludo no pase de ser una falsa alarma.

 

Existe la Ley General de Cultura y la ley 1185 del 2008 sobre defensa del patrimonio cultural, además de los decretos 763 y 2941 de 2009. Sin embargo, más que cumplir con una normatividad se espera que la autoridad respete la memoria del municipio. La responsabilidad con los coterráneos. 

 

La Sagrada Familia es un edificio tan valioso en su aspecto arquitectónico, histórico, educativo, estético, emotivo, que bien valdría la pena considerar la posibilidad de que la Casa de la Cultura pasara a ocupar esa sede y se dedicara la actual construcción de la Casa de la Cultura a otros menesteres. Nos sentiríamos amplios, con salones para biblioteca, conferencias, seminarios, museo, exposiciones temporales, talleres y patio central para festejos populares, concursos, retretas, revistas, espectáculos con mesas al aire libre y el amplio teatro de siempre; facilidades con que no cuenta la sede actual. Y más que amplios, nos sentiríamos orgullosos de contar con una casa única en Risaralda porque no es solo espacio sino personal activo en incontables facetas de la cultura.

 

Sería un crimen echar a tierra la Sagrada Familia. Se trata de una construcción tan fuerte y resistente que lo que está peligrando es lo más nuevo; lo que se hizo de acuerdo con las normas más recientes de la ingeniería. Cien años y ahí está la siempre bella Sagrada Familia en pie meciéndose sin caerse, en temblores y terremotos. La estructura está buena; no es sino cambiar pisos, o puertas o cielorrasos, como a toda construcción que se busque conservar en uso. Habrá que meterle una partida pero la plata está hecha y no es sino buscarla, en el rubro de regalías, en obra compartida con el Ministerio de Cultura, empresas privadas, ONG y otras instituciones que la actual administración municipal conoce mejor que yo.

 

Pongamos atención a lo que, en este momento, sucede en Cali con el macro-proyecto que contempla la destrucción del histórico Hotel Aristi pero que dio pábulo a la garrotera entre la Alcaldía, los dueños del proyecto, la dirigencia cívica y el Ministerio de Cultura. Esto es un ejemplo de que, sin  beneplácito del Ministerio, no se puede echar a tierra, impunemente, lo que se ha considerado Patrimonio Cultural de un conglomerado. En Cali, abrieron los micrófonos y las páginas de la prensa para que hablara la ciudadanía. Eso es democracia.   

 

Igual que la arquitectura y la historia, es válido mencionar del aspecto axiológico o de los valores. La Sagrada Familia fue nido en que inculcaron los principios y valores que luego se cultivaron en los hogares en donde las mujeres y muchos varones formados en esa institución ejercieron la misión de madres y padres de familia. ¿Por qué razón se decide destruir la cuna de madera de varias generaciones de apianos? Se puede avanzar sin tener que matar a los abuelos.

 

Mientras redacto esta carta, siento la esperanza de que me hayan dado una información equivocada sobre la destrucción del edificio central de la Sagrada Familia. Una falsa alarma. Y pienso yo que si fuera cierta esas destrucción vandálica, la mayor parte de la ciudadanía y juventud apiana estaría revolucionada. Pero, también recuerdo que cuando se trató de la destrucción del templo, en 1958, la Sociedad de Mejoras Públicas encabezó la campaña para echarlo a tierra. En Manizales, se comenta que María Nubia Ramírez, profesora de la Institución Educativa Instituto Chipre, acaba de enviar una carta al presidente de la república solicitándole que ayude para que ese establecimiento no se quede sin biblioteca pues la administración municipal decidió acabar con ese cofre sagrado de saberes para organizar allí el restaurante escolar. La colección de videos de la biblioteca fue lanzada a la basura. “El restaurante se necesita pero el colegio tiene espacio en dónde construirlo. Por ahorrarse unos recursos no pueden sacrificar la biblioteca. Le suplico que nos ayude”. Y se pregunta uno: ¿El resto de profesores y alumnos que deberían firmar esa carta, dónde estaban a la hora de nona?

 

El Señor Alcalde de Apía es una persona sensible, con estudios universitarios y que cuenta con una excelente capacidad de escucha, igual que muchos de los integrantes de su administración. El Honorable Concejo Municipal tiene más de diez cerebros pensantes y más de veinte ojos atentos a lo que está sucediendo en el municipio.

 

 

Los apianos que un día leímos una placa en la esquina de la Sagrada Familia que decía “Patrimonio Cultural” nos sentiríamos orgullosos al saber que contamos con un gobierno local y un Concejo alerta a los acontecimientos que se gestan ante sus ojos, para optar por la solución que más favorezca al conglomerado apiano, a su  presente, su futuro y su memoria.

 

Cordialmente,

 

 

 

 

OCTAVIO HERNÁNDEZ JIMÉNEZ

 

 

 

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