CENTRO CULTURAL ROGELIO SALMONA

 

Octavio Hernández Jiménez

 

En el mes de febrero de 2002 murió Pompilio Barreto, profesor de violín en el Programa de Música de la Universidad de Caldas. Como en todo velorio que se respete,  el rector de la Alma Máter, Carlos Enrique Ruiz y yo, nos pusimos a cuchichear sobre esos temas que pasan por la cabeza de uno, en un sitio de esos, como chapolas desorientadas. Mencionamos la pérdida que representaba para la academia un profesor, hiperquisquilloso es cierto, pero de una excelente formación profesional. Pompilio estudió violín en Rusia. De ahí pasé, como exdecano que había sido de la Facultad de Artes y Humanidades, a plantearle al señor rector el problema locativo de los programas de Música, Artes Plásticas, Artes Escénicas  y una adecuada ubicación de la Pinacoteca cuyas obras estaban arrumadas en un depósito húmedo y a merced de un candadito cuyas llaves cargaba la profesora asignada, en su bolso. De un momento a otro estábamos  hablando sobre la posibilidad que habría, a corto o mediano plazo, de construir un  centro cultural como solución a los problemas de espacio de esos programas académicos de nuestra Alma Máter. En la conversación de funeraria, nos detuvimos en el predio vecino a la Facultad de Ciencias Agropecuarias que  limitaba con el barrio Palermo. Resultaba más cómodo y económico construir en ese sitio aún vacío que en la manzana detrás de Bellas Artes, como era la antigua propuesta de algunos artistas.  

 

Rogelio Salmona, en el filo del segundo milenio, era el arquitecto estrella de Colombia. Nació en 1929, trabajó en París con LeCorbusier, recibió en cuatro ocasiones el Premio Nacional de Arquitectura, fue autor de  obras como las Torres del Parque, Museo de Arte Moderno,  Archivo de la Nación, Vicepresidencia de la República, edificio de Postgrados en Humanidades de la Universidad Nacional, Casa de Huéspedes de Cartagena,  casa de Gabriel García Márquez y la bellísima Biblioteca Virgilio Barco de Bogotá. La Asociación Finlandesa de Arquitectos le había otorgado el Premio Alvar Aalto, en el 2003. Se iba a morir y Manizales quedaría sin una buena obra de tan prestigioso arquitecto. Algo parecido a lo que ocurrió con el escultor Arenas Betancur que casi se muere sin haber dejado muestra de su estilo en esta capital después de haberlas dispersado, durante una fructífera vida, por otras ciudades de Colombia y México. Fue así como el escultor Arenas, el 30 de octubre de 1991, faltando poco tiempo para irse al otro mundo, inauguró, en la Plaza Mayor, el Bolívar Cóndor.

 

En el velorio de Pompilio Barreto, comenté al señor rector de la Universidad de Caldas que examinara la posibilidad de invitar a Salmona para que se diera una pasadita por Manizales o que lo visitara en su taller en Bogotá para proponerle la realización del centro cultural que se requería. Sería un acierto y un orgullo contar con una obra de tales quilates. El rector, con los pies en la tierra, arguyó que Salmona vivía ocupadísimo, con muchos proyectos de envergadura entre manos y lo más seguro era que no pudiera atender la propuesta.

 

Hay proyectos que han nacido como leves sueños. La sugerencia siguió revoloteando en la mente del señor rector quien tenía las herramientas para ponerla a germinar. Varios meses después, en el número 477 del “órgano informativo de la Universidad de Caldas”, pudimos leer:

 

“Comenzó a nacer, por buen camino, la idea de construir un Centro Cultural Universitario, en predios de la Universidad de Caldas ubicados entre las edificaciones de la facultad de Ciencias Agropecuarias y el barrio Palermo, con destino a Biblioteca, Conservatorio y Centro de Museos... En reciente visita, como invitado especial del programa Grandes Temas de Nuestro Tiempo, aceptó asumir su diseño el Arq. Rogelio Salmona, colombiano de reconocimiento internacional”. (Universidad al Día, Universidad de Caldas. 2 de abril de 2002. p.1).

 

En noviembre de ese año se llevó a cabo el Encuentro de Egresados de la U. de C. y en la apertura, el señor rector dio la grata sorpresa de que, para el 2003, Rogelio Salmona presentaría el anteproyecto de la obra. Era el resultado de un sueño que germinó en el velorio de un profesor de violín. El Cid Campeador diría: “Dixe una vanidat”.

 

“El día nueve de abril de 2003, a las 6,30  p.m., en el Fondo Cultural Cafetero, el Arquitecto Rogelio Salmona y el rector de la Universidad de Caldas presentarán el anteproyecto del Centro Cultural Universitario. Biblioteca con dos salas de lectura, un centro de museos, un teatro con capacidad para 500 personas y un conservatorio de música son los espacios principales de la obra, que demanda una inversión de 15 mil millones de pesos, los cuales no se han conseguido”  (El Tiempo, 9 de abril de  2003. p. 1Café).

 

El proyecto del Centro Cultural contaría con una extensión aproximada de 3 hectáreas y doce mil metros diseñados y construidos. Concentraría, alrededor de un gran espacio horizontal abierto, todas las actividades. Se trataría de un conjunto concebido para deambular, ser recorrido y disfrutar del paisaje desde la parte alta de sus cubiertas, hasta su interior, por medio de rampas que conectaban todos los servicios y los lugares de estancia y estudio. (Quehacer Cultural, Nº192, abril de 2003, p.1) 

 

No asistí al acto programado para esa tarde lluviosa y enneblinada  pues, con mi familia, asistía al velatorio de mi hermano menor, Daniel Alberto, muerto al amanecer de ese día, en el Hospital de Caldas. Mientras asistíamos a los funerales, tuve tiempo para pensar: Qué harán primero en Manizales: el Centro Cultural Universitario o las obras necesarias para detener la erosión de las pendientes de Manizales que, por esos días, había cobrado más de veinte víctimas fatales. Cada una de las dos obras costarían más o menos lo mismo: entre quince y dieciocho mil millones de pesos. (Dólar a dos mil novecientos pesos en la fecha).

 

En octubre de 2007 murió, en Bogotá,  el arquitecto Rogelio Salmona, sin haberse iniciado el centro cultural proyectado por él para estas breñas.  En 2007, el rector Ricardo Gómez retomó el proyecto y se empeñó en darle forma concreta a la obra.

 

En agosto de 2011, nombraron a Felipe César Londoño, director del doctorado en Diseño Visual, como gerente del proyecto del Centro Cultural proyectado por la Universidad de Caldas, en un terreno cercano a la glorieta que da vía para Fátima, Palermo,  el Cable y el Centro de la ciudad. Se trataba del anteproyecto dejado por Rogelio Salmona antes de morir y del que quedó encargada su esposa y un grupo de profesionales para su perfeccionamiento y realización final. Según Felipe César, “el proyecto costará unos 44 mil millones. La primera fase de la biblioteca valdrá 18 mil millones”. La Universidad de Caldas buscaba que el Ministerio de Hacienda avalara el crédito de 18 mil millones que ofrecía la Findeter, bajo la dirección del caldense Luis Fernando Arboleda G.,  para iniciar obras (La Patria, 2 de septiembre de 2011, p.8a).

 

Entonces, se presentó un problema que pocas personas podían creer: Un grupo de profesores de la Universidad de Caldas, en un levantamiento contra el estado caótico de la institución, se puso a echar lápiz y de ahí concluyó que el proyecto del Centro Cultural era un adefesio por el endeudamiento que representaba para la institución de educación. Sin embargo, no era la primera vez que la Universidad de Caldas se endeudaba. Para construir los edificios de Ciencias para la Salud y luego de Ciencias Agropecuarias se había endeudado pero, ya, había salido de esos empréstitos. Por ahí tuvo que empezar el gerente: Por catequizar a sus colegas sobre la urgencia inaplazable y las bondades de una biblioteca para un centro de formación superior. ¡Increíble!

 

El 25 de enero de 2012 tituló La Patria, en primera página: “Luz verde a biblioteca de la U. de Caldas”. El Consejo Superior había aprobado, el día anterior, el crédito con la Findeter por 18 mil millones de pesos para construir la biblioteca del Centro Cultural Universitario. Eso sí, también, en primera página, se resaltaba que los representantes de profesores y estudiantes en el Consejo Superior no respaldaron el crédito “porque consideran que se descuidarán otras inversiones prioritarias”. ¡Qué tal! Un INRI para perpetua memoria. A posta, por parte de los representantes, de profesores y estudiantes. “Varios estudiantes protestaron ayer porque consideran que con el crédito para la biblioteca se afectarán las finanzas de la Universidad” (Ibid, p.7a).

 

Fuera de un centro, con todos los recursos técnicos disponibles para la lectura, el estudio, la investigación, el deleite artístico, ¿qué otra obra sería más prioritaria para quienes estudian en una universidad? El miércoles 31 de mayo de 2017, Felipe César Londoño que ya ocupaba el cargo de rector, rindió cuentas de su gestión, en el vestíbulo del nuevo Centro Cultural Salmona. Lució bellísimo ese recinto. Para concluir el proyecto inicial faltaba un 50 por ciento. Iba saliendo adelante.  

 

El 16 de abril de 2018, con la asistencia de la ministra de Educación, el director de Colciencias, el presidente de Findeter, el gobernador, el alcalde y el rector, se inauguró la mitad del Centro Cultural Rogelio Salmona, de la Universidad de Caldas. Un escenario cultural y académico compuesto de biblioteca, centro de investigaciones, auditorios, conservatorio de música, laboratorios, varias aulas de clase y un teatro al aire libre. Fuera de eso, la obra arquitectónica cuenta con rampas, ascensores, escaleras en caracol, balcones y la sensación de estar ante o dentro de una escultora moderna. Ahí estaban materializados los 22 mil millones del crédito Findeter, 5 mil millones del Centro de Ciencias Francisco José de Caldas, 5 mil 309 millones del Sistema General de Regalías, 5.661.989.023 correspondientes al departamento de Caldas  y 800 millones en mobiliario Biblioteca Etapa I. Más de 35 mil millones de pesos (un dólar costaba 2.800 pesos). (Óscar Veiman Mejía, 17 de abril de 2018, p.11).

 

En la ceremonia de apertura, el rector dijo que ahora “la tarea es gestionar 40 mil millones de pesos para la segunda fase”. Por su parte,  María Elvira Madriñán, esposa de Rogelio Salmona, en la misma oportunidad, expresó que esta obra “es una labor de muchas personas; una intervención de voluntades y corazón. El resultado de un trabajo de años buscando entregar un gran proyecto cultural que enriquecerá la vida de esta comunidad. Salmona está en cada espacio. Estas ideas se plasmaron y se fueron depurando con el proceso del tiempo, pero viene de una idea inicial. Su objetivo era la excelencia y que la gente disfrutara los espacios que él creó”.

 

 

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