DEL CARNAVAL DE RIOSUCIO Y DEMÁS DIABLOS CALDENSES

 

Octavio Hernández Jiménez

 

En el folclor del Alto Occidente de Caldas, se ha consolidado una figura bonachona del Diablo y su corte, en la parafernalia que montan con motivo del Carnaval de Riosucio, una de las fiestas más renombradas del país, que data de 1847 y que se lleva a cabo, cada dos años, en memoria de la paz pactada por dos conglomerados rivales, Quiebralomo y La Montaña, que se unieron para formar a Riosucio.  En 1915 se adoptó la figura luciferina como emblema oficial del Carnaval. Organizadores y asistentes sostienen que no se trata de un diablo anticristiano.

 

El Diablo preside los carnavales. La gigantesca figura hace su entrada a la plaza de la Candelaria, en los primeros días de enero de cada dos años, sentado en su trono o de pies, con un manto rojo (parafernalia tomada de los egipcios), con cuernos de novillo (elemento tomado de los griegos), cola terminada en una flecha y tridente para enganchar  almas (utilería romana), enormes alas de murciélago, desnudo o cubierto con una paruma (vestimenta de reminiscencia indígena), tocando flauta mientras una serpiente se enrolla en su cayado. La serpiente, desde el Génesis, representa al Demonio.

 

A comienzos del siglo XXI, el autor de la figura del Diablo que presidía el carnaval riosuceño fue el artista Gonzalo Díaz. Una voz de ultratumba acondicionada al montaje remedaba al personaje luciferino, en la noche, ante la plaza atiborrada de público, mientras repetía: - “¿Querían con emoción la llegada de su demonio? Los envolveré con mi cola y rastrillaré el tridente. Que salga la Patasola a tomar aquí aguardiente… Le doy la bienvenida a mi amado Carnaval” (Mónica Arango A., 5 de enero de 2013, p.20).

 

La multitud llegada de los cuatro puntos cardinales, ataviada de ponchos, sombreros aguadeños, diademas, antifaces y con botellas de tapetusa en la bota de cuero, delira como si pretendiera ser poseída por Su Majestad el Diablo. Cuadrillas y matachines (del italiano mattaccino: payaso o bufón) entonan versos y canciones de crítica social redactados para cada ocasión, en “este carnaval de la palabra y el afecto, lleno de decretos y versos literarios”. 

 

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El Diablo, de acuerdo con los cánones de la cultura occidental, ha tentado a las mujeres con figuras de hombres atractivos y a los hombres en las figuras de sensuales mujeres. Estas variantes tienen su origen en la Edad Media europea cuando se hablaba de los íncubos (demonios con apariencia de hombre) y los súcubos (demonios con apariencia de mujer).

 

El pintor costumbrista Alcides Arenas (n.1949), habitante de la vereda Altomira en San José Cds., pintó un cuadro en el que un tipo, antes de emprender un viaje, le encarga su mujer al Diablo para que se la cuide. El Diablo acepta y para tener cerca a la esposa del tipo, la mete en un canasto enorme que se cuelga a la espalda. Por donde va el Diablo, va con ella. Sin embargo, la mujer se consigue un amante, lo sube al mismo canasto y va besándose con él, mientras el Diablo avanza inocente, por el camino, con semejante peso encima. Moraleja: A la mujer no la cuida ni el mismo Diablo. 

 

A veces, la gente desprevenida, a la orilla de los caminos ve al Diablo que pasa en la figura de un perro negro grande que echa candela por la trompa. Ni qué rottweiler, nombre del perro alemán que tiraba los carritos cargados de carne entre el matadero y la plaza de mercado.

 

Por el camino que baja de la Quiebra de Santa Bárbara a la Hacienda La Esmeralda, por Ceilán y La Carmela, una mañana, A. Serna escuchó el alarmante comentario de los vecinos: - Ayer subió por aquí el Diablo en una mula y se demoró un rato en la fonda. Al preguntar él cómo sabían que era el Diablo respondieron que veían únicamente las patas de la mula y escuchaban el sonido que producían los cascos. No veían el cuerpo de la mula ni la figura del que iba encima. Era el Diantres.

 

El Diablo del folclor caldense envolvía a los muchachos desobedientes en torbellinos furiosos. Era la “ola de viento” a la que temíamos en la infancia después de los comentarios según los cuales esa ola había levantado o tirado al suelo a varias personas que pasaron por ese lugar cuando actuaba como una licuadora. Añadían que los arrebataba y depositaba en un monte lejano en donde aparecían rasguñados en medio de una zarza y con la ropa vuelta trizas.

 

Ese fenómeno ha sucedido, en San José, por más de medio siglo, en la esquina de la iglesia y ha sido causa de que se taponen las bajantes del techo del templo y se inunde, siempre, en el mismo sitio. En 2013, el cura decía: - Si mil veces se hace limpieza a esa canal, viene el huracán de viento y vuelve a taparlo.

 

En su oficio de castigador, cuando los muchachos y muchachas desobedientes no se dejaban reprender y emprendían la huida, al momento de castigarlos con un rejo, el Diablo, con su poder maléfico, ordenaba que se abriera la tierra y se los tragara hasta la cintura.  Así permanecían por varios días y, hasta ese sitio, la familia tenía que llevarles comida. Les construían chozas con ramas para que no se insolaran mientras venía el cura a darles a los desobedientes la correspondiente muenda con una rama espinosa y a rociarles agua bendita, buscando liberarlos del diabólico encanto.

 

En otras ocasiones, el Diablo se mimetizaba detrás de una ‘Nube Negra’, como esas cuando va a llover. Nadie podía exclamar: - “¡Qué nube tan negra!”, porque escuchaba una voz regañona que le respondía: - “¡Más negra estará tu alma en los infiernos!”, y, luego, una estruendosa carcajada. Si la persona se miraba de noche al espejo no debería musitar palabra pues: Al que habla solo, le contesta el diablo. En otras ocasiones, las mujeres y hombres embriagados de vanidad que se miraban, de noche, en un espejo, no contemplaban su propio rostro sino la mueca del Diablo o de una calavera “que se burlaba, que se burlaba”.

 

En Marmato contaban que, antes de que hubiera cura en propiedad, llegaba un sacerdote de Supía a celebrar misa. En un alto, un sacerdote de apellido Franco tuvo varios encuentros con el Diablo. Ese sitio se llamó el Alto del Perro dado que el Demonio hacía presencia en el cuerpo de un perro que echaba candela por la trompa.

 

En Neira, en la casa de la familia B.S., Uriel se puso a renegar contra su familia, contra todos y contra Dios pues no tenía dinero para salir a gastar con los amigos. La mamá le dijo: - No digas eso porque te lleva el Diablo. Uriel le respondió: ¿El Diablo? ¿Cuál Diablo? ¡Puro cuento! En ese momento, un marrano salió del subterráneo echando candela por la trompa y subió la larga escala de madera que conducía al piso de arriba. Gritó. Se asomó la mamá pero el animal ya había salido por el portón que daba a la Calle de los Pantanos. 

 

Debido al Fenómeno climático del Niño, entre mediados de 2015 y mitad del 2016, en el  Kilómetro 41, hizo tanto calor que varias veces vieron al Diablo cuando salía al caserío a comprar helados.

 

El Diablo, por las montañas de San Félix y Marulanda, adquiere la figura de ovejo alebrestado, fiel a los ancestros de verlo como un macho cabrío; el diablo encabritado. Por este sector se habla más de ovejo que de carnero, palabra castiza para designar el macho de la oveja. Cordero es el hijo de ambos. Cuando alguien va solo, de noche, por un camino, llega el ovejo y, a patadas, lo encarama sobre el lomo y corcoveando lo lleva hasta la puerta de la casa en donde lo lanza con la mayor brusquedad. Debido a las magulladuras, la víctima tiene que guardar cama durante varios días.

 

Lucifer, Satanás o Satán (del hebreo ha satán que significa el adversario), Demonio, Diablo, El Maligno son palabras mayores para designar lo que, en la jerga paisa, es el mismo Diantre, Putas, Mandingas o un pobre diablo. En la región del Gran Caldas, al diablo se le dice también El Patas sin embargo, en la mitología latina, como en la obra del poeta Virgilio, este personaje equivale al summum de los defectos o de las virtudes: “es más jodido que El Patas” o “es más inteligente que El Patas”. El “chucho” no aparece en el Diccionario de la Real Academia con el significado mitológico que se le ha dado, en el Gran Caldas. Un regionalismo que significa tanto el hipocorístico de Jesús como cuando se exclama: ¡Que Chuchito nos favorezca!, un fuete largo para espantar los perros o un diablillo que, en el occidente colombiano, por la mitad del siglo XX, se la pasaba jugando solo, en el cuarto del rebrujo. El chucho era un duende doméstico que asustaba con su impávida presencia pero no hacía maldades.

 

El Diablo ingresó a la jerga cotidiana del Gran Caldas. ‘Llevado del Diablo’, ‘llevado del Diantre’, ‘llevado del Patas’, ‘llevado del Putas’, equivale a decir que no podía estar en peores circunstancias; ‘el Diablo haciendo hostias’ se dice cuando una persona torcida ejecuta una acción buena; ‘Así paga el diablo a quien bien le sirve, se comenta ante una ingratitud;  ‘la Pieza del Diablo’ es el mismo cuarto de rebujo o cuarto de Sanalejo; ´’un diablo se parece a otro diablo’ significa que una persona se parece a otra en determinadas circunstancias; ‘que entre el diablo y escoja’ es una expresión corriente en el lenguaje popular y ‘se llevó el diablo al demonio’ o sea, se acabó todo. Las Cusumbas, unas beatas empedernidas que abandonaron su finca y se mudaron al pueblo, tomaron esta determinación porque R., el propietario de la finca vecina, tenía el atrevimiento de mostrarles, a veces, ‘la presa del Diablo’.

 

 

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