DIEGO PANESSO, YURUPARÍ Y ARTE VÍA

 

Octavio Hernández Jiménez

 

La primera muestra de arte que se recuerda de Diego Panesso tuvo lugar en 1970 cuando fue invitado por estudiantes del Colegio Santo Tomás a exponer en el Club Tucarma de Apía (Rda). Diego había nacido en Viterbo (Cds) y era alumno del programa de Artes Plásticas, en la Escuela de Bellas Artes, en Manizales. La inauguración se hizo en el parque, con los cuadros colgados de los troncos de los árboles pues la junta directiva del Club Tucarma negó la solicitud de hacer la exposición en sus salones ya que los estudiantes y gente del común, por no ser socios del selecto club, no podían entrar a ese sancta sanctorum a mirar los cuadros. ¡Vaya, vaya!  En la exposición presentó 16 obras con técnica de óleo, acuarela y estilo figurativo. En una obra se aproximaba a Dalí y en otra a Picasso. Como protesta contra la decisión de los socios del club, los bachilleres se empeñaron, durante varias semanas, en trasladar la exposición a ambientes tan distintos como la Normal Sagrada Familia, la Escuela Valentín Garcés, la cárcel de varones y las cantinas de la zona de tolerancia. Toda la gente supo qué era una exposición de arte.

 

Pero, aunque siguió pintando y trabajando esculturas en madera, metal y piedra, Diego Panesso es, ante todo, un gestor cultural, en el Bajo Occidente de Caldas animado por una terquedad sobrehumana.

 

YURUPARÍ: 

 

En 1984, Diego entró como profesor a la Facultad de Bellas Artes en la Universidad Tecnológica de Pereira y, en 1986, propuso ante las directivas de la Universidad un proyecto de vida denominado Yuruparí que empezó a forjar en 1987 y concluyó en 1991. El sitio para desarrollarlo fue Viterbo.

 

Los amigos no captaron la dimensión social de lo que Diego Panesso se proponía hacer. Lo desanimaban comentándole que no le fuera a pasar lo que a Fulano o Mengano que fracasaron. Pero el artista tenía una visión optimista de una galería de arte autosostenible y a la vez con una misión educativa.

 

En 1987 compró el lote a Tulio Paredes, esposo de una tía. Tulio era mayorista en venta de ganado. Se comprometieron a negociar el terreno pero el dueño no tenía papeles. Diego diseñó la casona rectangular y el 60% de la mano de obra en esa construcción fue suya y de su papá don Aldemar Panesso. El 12 de abril de 1991, Diego abrió la galería de arte al público. Ese mismo año falleció don Tulio.  

 

En 1992, Diego montó un taller de forja de hierro, en Pereira. Le fue muy bien. Era muy artística. Varios trabajos para Yuruparí los hizo en ese taller y los transportó a Viterbo. En 1994 saneó los papeles y el lote pasó a ser de Diego, con todos los derechos. La casona es rectangular y está ubicada al lado sur del frondoso parque. Tiene corredores amplios, con piso en tablones de ladrillo, vigas de madera y techos de teja de barro de ladrilleras de la región. En las cuatro paredes se colocan las obras que se van a exponer y en el centro del local hay un bellísimo jardín con plantas exuberantes, caminos de piedra, una fuente de agua fresca y espacio para exponer esculturas. Tiene  bar, servicios y una pequeña plazoleta frente al parque para atender a clientes y visitantes.

 

Diego abrió la galería el 12 de abril de 1991, en la celebración de los 80 años de fundación de Viterbo, con una exposición colectiva de los compañeros de la Universidad Tecnológica. El programa de música de la misma universidad ofreció un concierto de música del Renacimiento. Betty Gutiérrez y Fernando Marín hicieron la presentación. Fue de amanecida.

 

Entre las exposiciones que ha ofrecido la Galería Yuruparí está la de Hernán Peláez titulada “Escepticismo Metafísico” que causó gran polémica. Otra fue La Gotera Cultural, grupo de jóvenes que movían a Pereira en asuntos culturales, por ese tiempo. Cinco países se hicieron presentes en la Muestra Hispanoamericana convenida con el Museo de Arte Moderno de Bogotá (40 obras). Dos muestras de arte religioso de Viterbo, en sendas semanas santas. Una muestra de Comics Internacional, entre quienes estuvieron Matador y Fingo. Una exposición de cerámica con el nombre de Arte de la Tierra, de Olga Martínez. Otra muestra de petroarte de Francisco Moreno que fue muy concurrida. Francisco ha hecho un trabajo excelente con base en piedras del río, una sobre otra, logrando equilibrios asombrosos y muy estéticos. Ha merecido elogiosos artículos en suplementos literarios y programas de televisión. En el año 2017, Francisco distribuyó una serie de obras en el jardín central de Yuruparí y daba clases de este arte a niños de Viterbo.

 

En esta galería también se han realizado varias exposiciones de orquídeas, como una encabezada por Melfy Arrubla en la que mostraron más de 300 variedades de esa mata. No cabían las flores y la gente.

 

ARTE VÍA:

 

En el año 2000, Diego Panesso propuso organizar la primera muestra de arte, en el Túnel de los Samanes que va de la carretera central a Viterbo. 18 amigos conformaron el comité organizador. Fueron más de 200 las obras, en distintas técnicas, que distribuyeron entre el paraje Asia y el parque principal de la localidad. Esta muestra se robó la atención de los que acudieron a presenciar la semana santa en vivo que acostumbran teatralizar con todo boato, en esa ciudad. En el 2003, Diego Panesso revivió el proyecto. Betty Gutiérrez, profesora de la Tecnológica de Pereira, donó el diseño de una escultura con reminiscencias quimbayas que Diego armó en lámina de hierro. El peso de esta obra era de una tonelada.

 

En el 2004, Panesso presentó en la Universidad Tecnológica, como proyecto para un año sabático, la construcción de un Monumento a los Fundadores de Viterbo, en una esquina del parque. La obra quedó inconclusa pues el apoyo oficial fue deficiente. Pasados los años, Diego consideraba la obra, ya, “como un proyecto muerto”. Padeció mucho, inútilmente, tratando de sacarlo adelante. Quiere mucho a su pueblo pero en varias ocasiones ha encontrado muchas dificultades.

 

Después de 12 años, revivió Arte Vía. Entre octubre y noviembre de 2015, Diego  ubicó 10 pinturas, sobre láminas de metal, en caballetes metálicos, de artistas regionales y de otras partes de la nación. Una de las obras ubicadas en ese entonces fue “El Enramador”, de Gonzalo Jiménez; un pájaro junto a su nido. El presupuesto para este montaje se adquirió con la Empresa de Transporte Zapata, varios amigos y Planeación Municipal que obsequió los caballetes. Como en las demás ocasiones, Diego Panesso estuvo a la cabeza. No se puede dejar solo.

 

 

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