LA MALARIA VUELVE Y JUEGA

 

Octavio Hernández Jiménez

 

Los síntomas de esta plaga viral son: síntomas parecidos a los de la gripa, escalofrío, fiebre, vómito, diarrea e ictericia. Se diagnostica mediante una prueba de sangre. En muchos casos, la enfermedad pone  en peligro la vida.

 

La malaria o paludismo es provocado  por el parásito plasmodium que se transmite por la picadura del mosquito del género anopheles. “En el organismo humano, los parásitos se multiplican en el hígado y después infectan los glóbulos rojos. Si no se trata, el paludismo puede poner en peligro la vida del paciente, en poco tiempo, al generar un estado tóxico generalizado. Y, en el peor de los casos, puede ocasionar la muerte. En muchas zonas del mundo, los parásitos se han vuelto resistentes a varios antipalúdicos” (Albeiro Rudas, 17 de junio de 2016, p.11).

 

En el siglo XXI se llegó a suponer que enfermedades como la fiebre amarilla y la malaria o paludismo, eran asunto del pasado. Fue una enfermedad viral que diezmó, en forma implacable, a los indómitos descuajadores de las selvas del Gran Caldas. Pasamos el siglo XX con el engreimiento de que los avances de la medicina habían acabado con ellas. Los colonizadores paisas, según eso, serían las últimas víctimas de esas plagas. Pero no fue así.

 

La evolución de esta enfermedad, sobre todo en los últimos años, ha causado desconcierto en Colombia. En la secuencia de datos parece que no existiera lógica. “Los más de 100.000 casos hace una década se redujeron en un 70%, pero en el 2014 fueron 40.000, y 53.000 en 2015. En el primer semestre de 2015 ya eran 50.222. De este último total, 32.000 fueron detectados en Chocó; 4.000 en Nariño, en especial en la costa Pacífica; 3.000 casos en Antioquia, en su mayoría en El Bagre, Zaragoza y Segovia; el Valle del Cauca, en este período, contaba  con 1.000 casos (Buenaventura y municipios del centroccidente)” (El Tiempo, 5 de octubre de 2016, p.5).

 

Chocó ha sido la cenicienta del país en muchos aspectos tales como la inversión económica en el área industrial pero también en campos tan prioritarios como la salud, la alimentación del pueblo y la educación. En el Chocó, siempre ha habido déficit en todo. Según la Gobernación de ese sufrido departamento y el Ministerio de Salud, entre enero y junio del 2016, se habían presentado 30.121 casos de malaria en ese departamento equivalente al 65% de los registrados en todo el país. En ese lapso murieron, en el Chocó, 19 personas, 9 de ellas menores de edad.

 

Ante la falta de personal capacitado para diagnosticar el mal, a la Secretaría de Salud del Chocó le tocó capacitar personal indígena para que atendiera casos de malaria, en sus comunidades. Las comunidades más vulnerables pertenecen a los embera que habitan terrenos en donde hubo o hay explotación minera, como Quibdó, Alto Baudó, Medio Atrato, Lloró y Medio San Juan.

 

En lo relacionado con la malaria, en el departamento de Caldas, hay que recordar que, en el año 2015, hubo 14 casos en este departamento repartidos en Chinchiná, La Dorada, la zona rural de Manizales y Palestina. En junio de 2016, en la vereda La India, de Anserma, cerca al río Cauca,  apareció un caso de malaria. Con la alarma que se hizo se vino a saber que no era el primero sino el sexto paciente infectado en ese municipio del occidente de Caldas y el número 18 en el departamento. Dieciocho casos, y la ciudadanía no tenía conocimiento. Había otros casos sospechosos.

 

Para julio de 2016, iban 8 casos de malaria en Anserma (Caldas). Uno de los 4 niños con esa enfermedad comentó: “Comencé con mucha fiebre, escalofríos, vómito y diarrea”. En todo lo corrido del año, las autoridades no habían ido a fumigar ni a entregar los toldillos que les prometieron. Las casas en que habitaban los pacientes eran precarias y antihigiénicas, lo que conllevaba que, fuera de la fumigación y los toldillos, la gente requería mejoramiento de viviendas (A. Rudas, ibid).

 

En 2014, hubo 19 personas muertas, por este mal, en Colombia. En el 2015, 18 y en septiembre de 2016 ya iban 25. En 2014, hubo 334 casos complicados o de hospitalización. En 2015, hubo 838 y en septiembre de  2016, iban 937.

 

 ¿Y cómo está Colombia con relación a América Latina? Se calcula que, en septiembre de 2016, en el subcontinente, había medio millón de casos de malaria, en países con situaciones muy diversas.  En el año 2000, Ecuador tuvo 104.000 casos y en el año 2014, apenas 241, lo que equivale a una reducción de más de 99%. En el 2015 subió a 545 casos y en los ocho primeros meses de 2016 se había trepado a 772.

 

Venezuela causaba la mayor alarma porque, a mediados de 2016, contabilizó 73.000 casos que equivalían a un 50% más que en la primera mitad del 2015 (El Tiempo, ibid.). Curioso que la malaria se hubiera incrementado en el período en que gobernaba el Socialismo del Siglo XXI.

 

El aumento en el número de víctimas se debe a que los gobiernos hacen una campaña y al año siguiente la abandonan porque carecen de presupuesto o porque concluyó algún convenio con uno de tantos organismos internacionales de salud.

 

Existe un Fondo Mundial contra la Malaria que a Colombia, en 10 años, le permitió reducir en un 70% esta enfermedad pero mermó su colaboración con nuestro país. Otra de las causas del aumento de víctimas de la malaria está en la carencia de tecnología adecuada para la explotación minera.

 

Toda América Latina es un poncho lleno de agujeros producidos por buscadores de metales; esos cráteres y pozos de aguas estancadas que deja la minería ilegal, coinciden con las zonas endémicas de la malaria. Las tierras revolcadas por la maquinaria al servicio de mineros ilegales y legales quedan sirviendo, si mucho, para incubadoras de mortales zancudos.

 

 

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