LA PLAGA DE LA ARAÑA ROJA

 

Octavio Hernández Jiménez

 

Corría el mes de abril del año 2012. Viajaba, a las 9 de la mañana, entre San José y Manizales. Los jardines y frentes de las casas campesinas, en la ruta La Margarita-San José, estaban engalanados con orquídeas florecidas, parásitas que se acoplan bien con el temperamento y la pluviosidad de la zona cafetera.  Extrañamente, en vez de varones, por toda la carretera, se veían señoras luciendo sus ropajes más dignos,  sombrillas en la mano y unos líchigos con café, a un lado. Dos de ellas llevaban sendas matas de inigualables orquídeas, para la venta.  Esperaban el paso de un jeep que las condujera de sus veredas al corregimiento de Arauca. Aceptaron la invitación para subir al vehículo en que me desplazaba. Iban a mercar. El marido de cada una le había dicho a su costilla: - Coja y venda esas libritas de café y vea que parte de mercado puede comprar con ese dinero. No sería suficiente. Los señores se quedaron, en casa, escondiéndose a las deudas. La traviesa cabía en un talego.

 

Una de ellas rompió el hielo al comentar alarmada: - Una arañita en esta orquídea. La compañera le repuso: - Que no vengan las arañas del café a acabar también con el jardín. Intervine: ¿Cuál araña del café? Sucede que, en los cafetos, fuera de la broca, la roya y el mal rosado, apareció otra plaga temible: La araña roja que, desde comienzos de 2012, más o menos, afectaba las hojas de los palos de café, en Caldas y Risaralda. Se trata de unas arañitas de color encendido que se reproducen en las hojas del cafeto. Los campesinos soban las hojas a ver si tienen arañas escondidas o racimos de huevos. Quema y tumba las hojas. Ataca lotes enteros. En cuestión de tres meses había atacado cafetales de Manizales, Chinchiná, Palestina, Neira, Risaralda, Belalcázar, San José, Santa Rosa, Marsella, Belén y Apía. Personal de los comités departamentales de cafeteros se desplazaron por los municipios presentando la plaga en sociedad. Se dijo que las primeras noticias de esta araña se dieron en 1928 y 1930 pero nadie había hablado de ella como de una plaga generalizada. “El daño se causa al depositar sus huevos al borde de la hoja multiplicándose rápidamente; las arañas adultas se alimentan de la hoja, raspándolas con su aparato bucal, hecho que afecta el proceso de fotosíntesis. No solo la opaca y genera un color rojizo, sino que termina cayéndose y finalmente paloteando los árboles si no se controla” (Juan Carlos Layton, 28 de agosto de 2012, p.9a). Cundió la alarma pues la araña se reproduce sobre todo en períodos secos y temperaturas altas como las que anunciaban para los días finales de 2012 y los meses iniciales de 2013. La  ceniza expulsada por el Volcán de El Ruiz, en el primer semestre de 2012,  favoreció a la araña pues  aferran los huevos en las hojas y la ceniza los cubre y los conserva hasta que revientan.

 

La imaginación y la necesidad suplen lo que no puede ofrecer la realidad escueta. Como la pobre gente no tenía dinero para comprar fungicidas, miró el medio natural en que vivía, puso en funcionamiento la imaginación creadora para suplir la falta de venenos con qué combatir las plagas del café y, según muchos campesinos, dieron en el clavo. Como para tener en cuenta, en otra ocasión parecida. Cogían hojas de matarratón, de salvia, verbena y pedazos de ajo, machacaban eso, le revolvían agua y lo ponían a  fermentar. Varios días después, lo colaban y esparcían con máquinas fumigadoras. Opinaban que servía para matar las plagas que le aquejaban al café. Alguien repite: La fe os salvará.

 

Para endulzar un tris  la realidad de sus vidas, les narré, a las dos campesinas, el cuento de un campesino que pasó la vida cultivando una finquita de café, se murió y llegó al Cielo. Cuando San Pedro se dio cuenta de la vida que había llevado, le abrió de par en par la puerta grande del Cielo y se lo presentó a Jesucristo. Este, al saber que se trataba de un paciente y sufrido caficultor colombiano, le dijo: - Vea hombre: Yo sé que vos pasaste la vida  haciendo fuerza y tratando de conseguir lo necesario para mejorar la situación de tu familia, pero, en cada ocasión, las esperanzas resultaron fallidas. Antes de que te encerrés del todo, aquí, te voy a conceder el privilegio de volver a la tierra a disfrutar la vida, por un tiempito, reencarnado en el animal que vos escojás. El campesino agachó la cabeza, se cogió el mentón con los dedos encogidos de la mano derecha y se puso a darle vueltas, con la cabeza, a la propuesta el Señor. Jesucristo esperó a que el cafetero se decidiera por la especie de animal en la que quería reencarnar para regresar al mundo. Después de pensarlo más de dos veces, el campesino le respondió: - Vea, Señor, yo quiero volver a la tierra pero en la forma del campesino cafetero que siempre he sido. Jesucristo, extrañado, le preguntó: - Y, ¿por qué, hombre? El campesino le confesó: - Señor, es que cuando yo tuve que venirme para el Cielo, el cafetal de mi finquita tenía una florecida hermosa, como nunca se había visto, y yo quiero ir a coger esa cosecha.   

Siempre, la mejor cosecha es la que viene.

 

 

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