LUZ MARINA ZULUAGA: UNA LUZ QUE AÚN TITILA

 

Octavio Hernández Jiménez

 

Aunque lo que se cuenta que hizo y dijo fuera verídico, desde su juventud fue elevada a un rango legendario en cuanto que la gente de su tiempo sublimó su vida, la exaltó a la categoría de ícono y la consideró con orgullo como digna representante de la mujer colombiana. Su encanto la convirtió en leyenda. Difuminó una atmósfera ideal en torno suyo.

 

Luz Marina Zuluaga nació en 1938, fue elegida Señorita Caldas, virreina nacional de la Belleza, en Cartagena, en 1957, y  Miss Universo, en 1958, siendo la primera colombiana y la única que ostentó ese título entre 1958 y 2014: 57 años ella escuchando: - ¡Ahí va Miss Universo!

 

La elección como reina universal y la oleada de cariño que desató entre sus compatriotas dieron oportunidad para que los padres de niñas nacidas por esos días las bautizaran, en gran número, con el melodioso nombre de la reina, esperanzados en que el nombre propio podía ser un fetiche verbal o un amuleto contra la fealdad. En más de una ocasión, se comprobó que los intentos de embellecimiento resultaron fallidos.

 

En el caso de Luz Marina pareció que las cosas se hubiesen organizado desde el día del nacimiento concediéndole la razón a Jorge Luis Borges cuando anunció en El Golem: “Si (como el griego afirma en el Cratilo)/ el nombre es arquetipo de la cosa,/ en las letras de rosa está la rosa/ y todo el Nilo en la palabra Nilo”. Los poetas de la época publicaron un opulento florilegio de sonetos galantes contribuyendo así a la mitificación de aquella figura en la que los coterráneos fijaron sus ojos complacidos.

 

Los juglares recalcaron el simbolismo musical de su nombre: “Luz Marina Zuluaga: luz marina/ del puerto del amor estremecido./ Alero, sí, donde al formar su nido/ el alma es una inquieta golondrina.// Vencedora perfecta, del olvido./ Corola de azahar. Flor sin espina./ Mi corazón romántico adivina/ tu joven corazón reflorecido.// Luz de Caldas, corona tu dorado/ perfil de reina, el clásico Nevado/ que contra el cielo su esplendor retrata.// Toda la Patria entre tu nombre anida/ y tú estás de ese nombre suspendida/ como un precioso cámbulo de plata” En ese entonces, Fernando Soto Aparicio (1933-2016), escritor de novelas de corte socialista como La Rebelión de las ratas, dio pausa a su pluma que denunciaba injusticias para levantar el andamiaje del deslumbrante soneto.

 

Rafael Lema Echeverri (1912-1966), con parquedad espléndida, en el retrato que hizo de ella destacó su “Voz de óleo azul. De primavera./ De canción inmortal. De suave olvido./ De trino. De cielo extrovertido./ De luna transitoria y ala y cera./ La manzana tenaz, más bella por fuera/ se vistiera tu piel de rosa y nido./ Mujer de raso y de panal ungido./ De inmolado temblor de sol y espera./ Manos de arpa núbil y de arrullo./ Boca de alondra muda y de murmullo/ de río elemental, de musgo y vuelo”.

 

Y el salamineño Fernando Mejía (1929-1987), revestido con ornamentos propios del piedracelismo, en boga por esos años, echó a repicar por el aire estas palabras: “Yo te canto Luz Marina Zuluaga,/ porque tu nombre se anticipó a la luz;/…Manizales que irrumpe en el espacio/ con su poder de piedra y oración,/ está sobre tu lumbre, Luz Marina,/ palpitando en un solo corazón”.

 

Pero no solo palabras con música sino también música con palabras. Apenas arribó con corona y cetro, en 1958, no faltó, en cuanta serenata le dieron en esas noches, Flor Manizaleña, un bambuco con letra de Alberto Gómez y musicalización de Noel Ramírez. Francisco Bedoya y Carlos Alberto Mejía compusieron el bambuco Luz Marina del Mundo, con la interpretación del dueto Espinosa y Bedoya, pieza que se convirtió en una rareza musical.

 

De labia fácil y permanente sonrisa, se constituyó en la idealización de la belleza que no se marchita, la espontaneidad y la amabilidad, en Manizales, Caldas y Colombia.

 

Al amanecer del 2 de diciembre de 2015, por los medios de comunicación informaron que había fallecido debido a un infarto fulminante e inmediatamente la gente conjeturó que la mató una pena. Cualquier persona añadía que, en esos días, había ido a visitarla y la encontró llorando. Chucho Z. me puso en el whatsapp, acompañado de una foto de la reina: “Que descanse en paz nuestra Luz Marina”. Ojo: no era ajena; era “nuestra”.  Un conocido comentaba que, en casa, dijo con voz resignada: - Qué pesar de Luz Marina, pero la esposa le arrebató la palabra para aclarar: - No. Qué pesar de nosotros que nos  quedamos sin ella. Alguien escuchó, en una buseta, cuando una dama comentó a otra: - Qué navidad tan triste sin Luz Marina. Y, una señora advirtió a su cuñado: - No se puede creer en los médicos. Hace poco, Luz Marina fue donde un doctor y este le dijo: - Tranquila que vamos a tener Miss Universo para largo rato. Y vea lo que sucedió.  El cuchicheo es terreno abonado para que germine la leyenda.

 

Por los días de su fallecimiento y sepultura, la conversación más baladí caía en el tema de Luz Marina a quien los contertulios catalogaban como una reliquia viviente. Suspiraban mientras decían que Luz Marina no pasó a la historia sino que se quedó en ella. A una amiga que entró a un almacén la vendedora le respondió el saludo con la pregunta: - ¿Tú eras amiga de Luz Marina? De la sala de velación en la funeraria condujeron su cadáver a la Asamblea Departamental y, luego, desfilaron por la Plaza de Bolívar, ante unas 4.000 personas, muchas de las cuales habían salido a aplaudirla en ocasiones menos dramáticas. Oficiaron las ceremonias fúnebres, en la catedral, con arzobispo y gobernador y delagaciones a bordo.

 

 

En el año 2000, yo concluía la escritura de la obra “Del dicho al hecho: Sobre el habla popular en Caldas”, en el que hay un capítulo con el tema del piropo en esta región. Me encontré con Luz Marina en el hall central de la Universidad de Caldas, y le pregunté: - Luz Marina, ¿de tantos piropos que le echaron cuando fue Miss Universo, cuál es el que más recuerda? Después de buscar la respuesta, durante unos segundos, ella comentó: - Oiste, ole: Hace pocos días veníamos, en el carro, por la carrera 23 y, debido a que el tráfico por el centro es muy demorado, nos tocó parar junto al Café La Cigarra, frente al Palacio Nacional. Había dos señores conversando, parados a lado y lado de una de las puertas. Mientras esperábamos que la hilera de carros, por fin, se moviera, logré escuchar cuando  uno de los señores le comentó al otro: - Oiste, hombre: Y, ¿es que esta vieja no va a dejar de ser bonita? Soltamos la carcajada. Si eso se lo hubieran dicho acabada de coronar como Virreina de Colombia, en 1957 o de Miss Universo, en 1958, no tendría nada de sorprendente; era una flor acabada de abrir. Pero se lo dijeron en el atardecer de la vida y no se lo dijeron, directamente, como todo piropo, sino que ella lo escuchó a la distancia.