MUSEO DE ARTE DE CALDAS: NUEVE NOMBRES

 

Octavio Hernández Jiménez

 

Entre el 31 de marzo y finales de abril de 2016, en la Sala Óscar Naranjo, en los bajos del Teatro Los Fundadores, estará abierta la exposición de las obras Cosecha de Café, de Alipio Jaramillo; Cafetal, de Gonzalo Ariza; Los Yarumos tras la lluvia, de Carlos Mario Sarmiento; De la Serie Proyecto Cordillera, de Jorge Ortiz; Amanecer en la Sabana, de Antonio Barrera; De la Serie Recorridos, de Mauricio Gómez Jaramillo; Evanescente, de Olga Lucía Hurtado; Contando piedras en el jardín de mi casa, de Natalia Castañeda y Cenizas de Phoción sobre Venecia, de Vicky Neumann. De cada autor se presentan varias obras más.

 

Las 9 obras citadas hacen parte de la Colección Permanente del Museo de Arte de Caldas y fueron seleccionados por Alberto Moreno y sus colaboradores como parte de la exposición que el Centro Cultural del Banco de la República  prepara para la inauguración de su edificio, en Manizales, a finales de 2016. La temática seleccionada es el Paisaje.

 

Paisajes de distintas regiones colombianas trabajados por artistas, no todos ellos caldenses. Los seleccionados tal vez viajaron al campo, vadearon ríos, padecieron las inclemencias del clima, trazaron apuntes, utilizaron distintas técnicas para darnos a conocer su sensibilidad, su punto de vista, su capacidad para atrapar parte de una realidad externa y colarla en el cedazo de su imaginación. 

 

No existiría el paisaje si no fuera porque alguien se detiene en un sitio, lo contempla, lo disfruta, lo  medita, lo analiza, lo trabaja, lo asimila y lo hace suyo. El paisaje es un producto de la sensibilidad del artista. Tan suyo que reconocemos su firma y decimos: esta es una obra de fulano o de fulana. El artista aporta su alma a ese paisaje que ciertos espectadores suponen que es solo externo y existiría de por sí.

 

Un paisaje artístico tiene muchos elementos que no estarían en esa obra si no fuera porque el fotógrafo o el pintor los atrapa o desecha; con tal luz o a contraluz, a tal hora, con tales sombras, con tales contrastes, tales elementos, en tal encuadre, a cierta distancia, al amanecer, con sol desvanecido o antes de ocultarse, exposición al sol o subexposición, con aquellos árboles, con esas rocas, esa bruma o apenas con sus fantasmas.

 

Con decisiones tomadas, a veces en forma veloz, podemos expresar que no son las cámaras o los teléfonos celulares los que toman las fotos sino el fotógrafo ayudado de la técnica. Él podría hacer una obra maestra donde otras personas, con igual o mejores cámaras, no verían algo de importancia.

 

En tan estricta selección, ahora colgada en la Sala del Museo de Caldas, priman los nuevos artistas sobre los que se fueron. Alipio Jaramillo, Gonzalo Ariza y Antonio Barrera ya rindieron sus pinceles. Sus obras sobre cafetales y días brumosos, son clásicas en el panorama del arte colombiano.

 

Los caldenses quedamos muy bien representados con la presencia de Alipio Jaramillo, Jorge Ortiz, Natalia Castañeda y Olga Lucía Hurtado, en esta antología pictórica.

 

Jorge Ortiz proviene de Neira, patria chica que comparte con David Manzur y, en su proyecto Cordilleras enaltece las montañas y las nubes que nos rodean. Las nubes son distintas en cada región. Las nubes del firmamento caldense son barrocas y, antes de que los televisores se entrometieran en los hogares, formaban pesebres en las navidades con sus camellos y reyes magos.  

 

En las 9 obras escogidas de la Colección Permanente del Museo de Arte de Caldas, resalta el elemento poético y realista. Vicky Neumann agrede el paisaje y lo transforma en collage mientras que Natalia Castañeda lo cambia en forma radical.

 

La obra de Mauricio Gómez Jaramillo como la de Olga Lucía Hurtado ofrecen líricas apariencias abstractas pero siguen insinuando dinámicos paisajes de crines o de agua chisporroteante.

 

¡Qué calidad de obras ha atesorado el Museo de Arte de Caldas, en los 16 años de existencia, aunque para otros no sean más que 15! Ha tenido como excelente curador a Alberto Moreno y unos magníficos programas de educación, conservación preventiva y prensa a cargo de Catalina Gómez.

 

Le faltan dos cosas: presupuesto para estructurar y sostener más programas y una sede propia para albergar y exhibir su colección y aulas para talleres y cursos. Elvira Escobar, como directora ejecutiva, es un ser incansable, en compañía de algunas personas y, tal vez, el Museo sobreviva por una terquedad que, este caso, llamamos virtud.

 

Falta entrar en comunicación directa con otros programas de artes y otras salas que funcionan en la ciudad como la Facultad de Artes y Humanidades de la Universidad de Caldas con sus programas de Artes Plásticas, Diseño Visual, Filosofía y Letras, Música y Artes Escénicas; la Alianza Colombo Francesa, el Colombo Americano, Road House, Museo del Barrio, grupos y salas de teatro como El Escondite, Actores en Escena, Punto de Partida y otros. La lucha aislada, para todos, se hace inútil. 

 

¡Ah! Y, en estos quince años del Museo de Arte de Caldas, es hora de que las  generaciones que se abren paso se vinculen a esta institución. Los que quieran unirse a esta causa no tienen que ir muy lejos. Solo subir al quinto piso del Fondo Cultural del Café y allí María Teresa o doña Elvira atenderá a los interesados.

 

 

<< Regresar