NADA MÁS COLOMBIANO QUE UN AGUACATE
Octavio Hernández Jiménez
El arqueólogo Carlos Restrepo, en la vereda Nuevo Sol, de Pereira, durante los años 2011 y 2012, encontró vestigios de instrumentos rústicos que datan de hace 8.740 años. Se trataba de piedras de río labradas y posiblemente quemadas para fracturarlas más rápido, de 6.740 años antes de Cristo. Las azadas, machacadores, hachitas, raspadores, golpeadores, instrumentos para trabajar la tierra, en una época anterior a la cerámica, eran para cogerlas entre el dedo pulgar y el índice de acuerdo con las concavidades talladas para sujetar las piedras (Tatiana Hoyos D., 27 de mayo de 2012).
Los autores de estas tallas útiles para la supervivencia se asentaron en la cuenca media del río Cauca, centro-occidente de Colombia, luego de un cambio climático y después de acondicionar el terreno con la ayuda de piedras labradas y palos. En esta incursión permanecieron allí por 300 años, gracias al clima y la productividad de la tierra que les “permitió el cultivo de plantas, entre las que se identificó el aguacate” (Ibid.). Qué tal este dato: ¡Restos de aguacates, cultivados 6.000 años antes de nuestra era, en el territorio que sería después de muchos milenios asiento de los quimbayas! Con esta comprobación se debería hablar, con más propiedad, entre nosotros, no de los hombres del maíz sino de los hombres del aguacate.
En la conquista española del territorio quimbaya (siglo XVI), el aguacate ya era endémico, en el Cauca y el Magdalena Medio.
El cronista Francisco Guillén Chaparro que llegó a Santafé de Bogotá, en 1582, proveniente de España, enumera en su obra “Memoria de los pueblos de la Provincia de Popayán”, como “frutas de la tierra”: “guayabas, plátanos, aguacates que es una fruta a manera y color de la pera de Castilla; hay unos grandes y otros pequeños; tiene la primera cáscara delgada, y lo que está pegado a ella es lo que se come; tiene sabor de nueces tiernas y tiene en medio un cuesco grande que partido el cuesco tiene olor natural de pino” (Francisco Guillén Chaparro, 2007, p.210).
Ahora, escuchemos a Fray Pedro de Aguado: “Tenían cúrales que son árboles crecidos y grandes. La fruta de estos algunos las llaman peras, por tener alguna similitud de ellas, y otros las llaman curas y, otros, paltas. Es fruta que pocas ellas maduran en el árbol sino desque están crecidas y de sazón las cogen y las ponen en parte abrigada donde maduran. Tienen dentro un gran hueso que ocupa la mayor parte de ella el cual no es de comer sino la carne que entre este hueso y el cuero se cría que es, si está de sazón y bien madura, de muy buen gusto, aunque es comida ventosa y pesada y húmeda” (ibid., p.27).
Textos empolvados y repetitivos de historia han dado por sentado que el aguacate es de origen mexicano. Por los datos expuestos es seguro que no era así, aunque lo que sí proviene del nahuatl es la palabra ‘auacatl’ que significa testículo. En tiempos de la conquista, esta voz fue a España y, en auténtica triangulación, regresó a América para rebautizar lo que los nativos del Magdalena Medio colombiano identificaban como “curas” y “paltas”.
La creencia de que el aguacate tienen origen mexicano se explica por el poder político y comercial que tuvieron los imperios azteca y maya, comparados con los cacicazgos indígenas de lo que constituyó la Nueva Granada, sumidos en luchas intestinas, la falta de una escritura perdurable y de monumentalidad no solo en la arquitectura sino también de la gastronomía, facetas de la cultura que corroboran la primacía de los aztecas sobre otros pueblos. Como si fuera poco, los colombianos somos expertos en elogiar los productos extranjeros y despreciar los propios. El poeta colombiano Ricardo Carrasquilla repetiría en forma festiva: “Lo que puede la edición”.
Además, el aguacate encontrado por los españoles en el Magdalena Medio caldense es distinto al aguacate típicamente mexicano, en cuanto al tamaño, al color de la cáscara, de la “carne” y al sabor. Mantequilludo. En la segunda mitad del siglo XX y comienzos del XXI, se importó de distintos países una gran variedad de aguacates entre ellos el “hans”, de cultivo industrial en la que fue zona cafetera pero en la segunda década del siglo XXI ya era de exportación a las islas del Caribe.
En noviembre de 2016, con el apoyo de Asohofrucol y de otras instituciones se llevó a cabo el Seminario Regional de Aguacate, al que fueron 300 asistentes, en la Universidad de Caldas. De Alemania anunciaron que comprarían todo el aguacate que les ofrecieran sobre todo para alimentar la industria de los cosméticos.
OCTAVIO HERNÁNDEZ JIMÉNEZ
(San José de Caldas, 1944), bachiller del Colegio Santo Tomás de Aquino de Apía (1962) y luego profesor del mismo centro educativo. Profesor de la Universidad de Cundinamarca (1974-1975). Profesor Titular y Profesor Distinguido de la Universidad de Caldas, en Manizales (1976-2001). Primer decano de la Facultad de Artes y Humanidades (1996-1999) y Vicerrector Académico (E.) de la misma Universidad (1996). Premio a la Investigación Científica, Universidad de Caldas, (1997). Primer Puesto en Investigación Universitaria, Concurso Departamento de Caldas-Instituto Caldense de Cultura (2000). Primer Puesto Categoría de Ensayo Nuevos Juegos Florales, Manizales, (1993 y 1995). Miembro Fundador de la Academia Caldense de Historia, Socio Fundador del Museo de Arte de Caldas, Miembro de la Junta Directiva de la Orquesta de Cámara de Caldas. Orden del Duende Ecológico (2008).
* OCTAVIO HERNÁNDEZ JIMÉNEZ ha publicado las siguientes obras: Geografía dialectal (1984), Funerales de Don Quijote (1987 y 2002), Camino Real de Occidente ( (1988), La Explotación del Volcán (1991), Cartas a Celina (1995), De Supersticiones y otras yerbas (1996), El Paladar de los caldenses (2000 y 2006), Nueve Noches en un amanecer (2001), Del dicho al hecho: sobre el habla cotidiana en Caldas (2001 y 2003), El Español en la alborada del siglo XXI (2002), Los caminos de la sangre (2011), Apía, tierra de la tarde (2011). Su ensayo “El Quijote en Colombia” hace parte de la Gran Enciclopedia Cervantina, de Carlos Alvar (2006).
* “El humanista Octavio Hernández Jiménez contribuye a la afirmación de la cultura popular en Caldas. Él, con ese orgullo caldense que siempre expresa en sus escritos, se ha empeñado en divulgar el folclor regional, pensando siempre en afirmar la identidad y autenticidad de la cultura caldense en el marco y relaciones con la cultura popular colombiana. El humanista caldense tiene una fuerza cultural muy significativa en el conocimiento y cultivo del folclor y en los aspectos diversos de la cultura popular que reflejan la esencia del alma colombiana. Octavio Hernández en su obra transmite la idea de que es necesario fortalecer en los caldenses la conciencia regional y nacional como pueblo de grandes valores y atributos” (Javier Ocampo López, miembro de la Academia Colombiana de la Lengua y de la Academia Colombia de Historia, en el texto “Octavio Hernández Jiménez, el humanista de la caldensidad”, 2001).
Título: Orden del Duende Ecológico.
“República de Colombia/ Alcaldía Municipal San José Caldas/ Nit. 810001998-8/ II Fiestas de Mitos y Leyendas. Resolución Nro 093-08 Octubre 09 de 2008. Por medio de la cual se otorga la Orden del Duende Ecológico. El Alcalde Municipal de San José Caldas, en ejercicio de sus facultades Constitucionales y, CONSIDERANDO: Que mediante el Acuerdo Municipal número 216 de 2008, se creó la Orden Del Duende Ecológico, máxima condecoración que el Alcalde Municipal concede a sus ciudadanos más destacados. Que es deber de esta Administración exaltar las cualidades y virtudes de una Persona Ilustre del Municipio que con su actuar ha dejado en alto el nombre del Municipio. Que el Doctor Octavio Hernández Jiménez es reconocido como un señor íntegro en medio de sus labores misionales, amante de la tradición y cultura propias de nuestra región, las cuales da a conocer como embajador de nuestro municipio a nivel regional y nacional. Que el Doctor Octavio Hernández Jiménez se ha destacado como un insigne señor, cívico por excelencia, colaborador incansable; se ha hecho presente en el desarrollo de importantes programas que han impulsado el progreso de nuestro Municipio, difundiendo ejemplo para presentes y futuras generaciones. Que el Doctor Octavio Hernández Jiménez se ha destacado en el estudio de la influencia de los mitos y leyendas y su divulgación dentro del Municipio de San José Caldas. Que según estudios realizados por el Doctor Octavio Hernández Jiménez, dentro de la historia del municipio se creó la figura del Duende Ecológico para preservar las aguas, nombre que hoy recibe la presente Orden. En mérito de lo expuesto, RESUELVE: Artículo Primero: Otorgar la Orden Duende Ecológico al Doctor Octavio Hernández Jiménez. Artículo Segundo: Exaltar las cualidades de tan ilustre personaje, quien con su excelente desempeño ha dejado un gran legado en el arte de escribir y en la conservación del patrimonio cultural. Artículo Tercero: Hacerle entrega de una placa al Doctor Octavio Hernández Jiménez, en acto público a realizarse el día 09 de octubre de 2008. Artículo Cuarto: Copa de la presente resolución será entregada en nota de estilo al Doctor Octavio Hernández Jiménez, en dicho acto. Comuníquese y cúmplase. Expedida en San José Caldas, a los nueve (09) días del mes de octubre del año dos mil ocho (2008). Daniel Ancízar Henao Castaño, Alcalde Municipal”.
octaviohernandezj@espaciosvecinos.com
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