“NECESITAMOS HASTA 500 CAMAS”

 

Octavio Hernández Jiménez

 

Como caídos del cielo. El viernes 19 de junio de 2020, en el sexto piso del SES Hospital de Caldas, la gerente Ángela María Toro Mejía y las directivas de la entidad inauguraron 12 cubículos independientes para el tratamiento de la covid-19 y dos salas de observación. El proyecto venía marchando desde tiempo atrás. De esta forma el SES de Caldas podrá ventilar unos 40 pacientes al mismo tiempo. Se contó con recursos propios del SES, con donaciones particulares y con el apoyo de la alcaldía y de la empresa Toptec que suministró el material para construir los cubículos. Si esta noticia le hubiera tocado a mi abuela, hubiera exclamado: Tiene Dios más que darnos que nosotros que pedirle.

 

La directora de la Territorial de Salud de Caldas, Jimena Aristizábal, participó en una mesa redonda, el jueves siguiente, en la que se trataron los asuntos del momento, para trazar ella el panorama gris, con estos datos: “En Caldas contamos con 210 camas de Unidad de Cuidado Intensivo (UCI). Empezamos con 136 y, por los esfuerzos de las entidades, instalamos 42% de camas nuevas. Para uso general tenemos 160 y su ocupación ya es de un 48% a 50%. Calculamos que en una fase final, con un virus muy activo, necesitamos hasta 500 camas de UCI. La mayoría de las que hay están en Manizales; hay otras en Chinchiná y La Dorada, pero son privadas. Podemos instalar UCI en Riosucio, Salamina, Chinchiná y La Dorada. Hay un proyecto de expansión por regalías” (B. Eugenia Giraldo, 19 de junio de 2020, p.4).

 

Anserma, eje histórico y social del Bajo Occidente, no aparecía en los planes de la directora de la Territorial de Salud. Qué tal eso de “Hay otras en Chinchiná y La Dorada, pero son privadas”. O sea que, en lo público, para esos pueblos, no había nada; y, “Podemos instalar Uci en…”, pero nada concreto; nada de decir, siquiera, estamos esperando.

 

A lo dicho por la directora, añadió el secretario de Salud de Manizales, Carlos Humberto Orozco, ya mencionado, y con idéntico tono parsimonioso: “Esperamos que el Ministerio de Salud delegue un número de camas para Caldas porque, si esto sigue aumentando, (las camas que hay) serán insuficientes” (Ibid.). Nada concreto. Nada de tocar puertas, de sacudir gente y a personas jurídicas. Estamos moliendo con yeguas.

 

Desde el desayuno se sabe lo que va a ser el almuerzo. El viernes 26 de junio de 2020, doña Jimena Aristizábal, la flamante directora de la Territorial de Salud de Caldas (DTSC), como dice La Patria, “sorprendió a los caldenses”. Cosa extraña porque antes nada había hecho para sorprendernos. ¿Cuál fue su hazaña? Presentó al gobernador su renuncia al cargo, “por motivos personales”. Comentó que tenía dos hijos pequeños y quería dedicarles más tiempo. Motivo que debió haber considerado, hacía seis meses, antes de comprometerse con semejante camello, pero no lo hizo.

 

Para muchos caldenses fue una cobardía abandonar la embarcación, en medio de la tempestad. La situación empeoraba, los hospitales no estaban bien equipados, ni se le vio vitalidad para lograrlo. El momento crítico exigía mucho más que adquirir dos docenas de tapabocas para cada centro hospitalario. Los caldenses nos dimos cuenta que el difunto era más alto y que, a ella, ese vestido le había quedado muy grande.

 

Habíamos dejado a la tierna madre entregada a los trabajos de infancia cuando apareció en el periódico local un texto que puso a muchos ingenuos a inquietarnos por lo que pudo estar sucediendo. “El año pasado, la Lupa de la Contratación de la Corporación Cívica de Caldas y La Patria presentó un informe sobre la situación contractual de la DTSC. Mostró que en el 2017 y 2018, sin pandemia, sin urgencia manifiesta, esta entidad había firmado el 93% de sus contratos de manera directa. Cerca de 37 mil millones de pesos entregados a la sola discreción del funcionario contratante durante dos años. Más del 80% de esos contratos directos se fueron en prestación de servicios. Se calculó más o menos la vinculación de 250 a 300 personas contratistas, suma mayor, por mucho, que las de planta. El gobernador y su equipo tuvieron clara esta realidad desde el empalme…” (Camilo Vallejo G., 29 de junio de 2020, p.6).

 

El párrafo anterior debió poner alerta a muchos entes de control para producir una sentencia aclaratoria. Pero no fue así. Continúa don Camilo: “En lo que va de 2020 se celebraron 544 contratos en la DTSC, según el portal de datos abiertos de Colombia Compra Eficiente. De esos, solo 12 de mínima cuantía y 1 de selección abreviada. Aparecen 471 contratos directos de prestación de servicios en solo 6 meses. Sin contar otros contratos directos, serían el 86% de los contratos, 7 mil 220 millones en apoyo de contratistas en una contratación total que llega a los 10 mil 725 millones” (Ibid.).

 

“Según la divulgación de urgencia manifiesta que ha hecho la Gobernación de Caldas, en su página web, la DTSC ha celebrado solo 42 contratos para la emergencia. Además, el 16 de marzo, antes de la contingencia, llevaba ya 271 contratos según los datos abiertos. De estos, 257 eran directos de prestación de servicios. En palabras más crudas, 257 personas contratadas a discreción, aún sin la pandemia” (Ibid.).

 

El título que Vallejo Giraldo le puso a su texto periodístico fue el de “Algo está pasando”, pero creo que no le quedaría mal otro, con cierto aire propio de Shakespeare: Algo huele mal en Dinamarca.

 

 

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