PENSILVANIA, 150 AÑOS

 

Esta ciudad del oriente caldense cumplió 150 años de fundada, el pasado 3 de febrero de 2016. Se acepta que, en 1860, el gobernador de Antioquia, Pedro Justo Berrío oficializó esa colonia y, 6 años luego, fue elevada a la categoría de municipio. El poblamiento tuvo lugar en el camino entre Sonsón y Honda. Fue obra de arrieros. De esas gentes que, fuera de trabajar duro, tocaban tiples y guitarras además de tejer cuentos, leyendas, trovas, en las noches en que descansaban en las fondas camineras. 

 

Como cordial homenaje a la Perla del Oriente Caldense, van estas tres leyendas nacidas en esas fértiles montañas y transmitidas a las nuevas generaciones por boca de sus gentes.

 

 

PADRE DANIEL MARÍA LÓPEZ

 

Octavio Hernández Jiménez

 

El Padre Daniel María López nació en La Ceja (Antioquia), en 1865. En 1885, luchó en las guerras civiles, en el ejército de Núñez, e ingresó al Seminario  a los 23 años. Fue capellán de las tropas de Pompilio Gutiérrez. Como cura de Pensilvania fundó asociaciones católicas y participó en política, como la mayor parte de curas de la época. Promovió el cultivo del café en ese municipio. Sentó las bases del municipio de Marquetalia. Fundó caseríos como San Diego y Norcasia y revivió a Samaná que había perdido la categoría de municipio. Citaba a los vecinos de San Diego con el toque de corneta para el convite con el fin de abrir el camino que unió a San Diego, Florencia y Pensilvania con Manzanares. Murió el 31 de julio de 1951, en San Diego (Alfredo Cardona Tobón, 16 de octubre de 2005, p.7). 

 

Y, aquí empieza el capítulo legendario de este sacerdote. Cuando trabajaba en Pensilvania fue a confesar a un moribundo, a una finca. En el camino se encontró tres bandoleros que le dijeron que iban a matarlo. Él les respondió: - Espérenme, aquí, que ya vengo. Siguió a la finca, confesó al enfermo y regresó al pueblo. Algunos campesinos fueron a  la casa cural a preguntarle lo que pensaba hacer con esos tipos que llevaban tres días clavados a la tierra, por allá, en un camino, y que no se podían mover de ese sitio. El curita recordó, entonces, que esos individuos eran los que lo iban a matar y estaban, allí, castigados, al sol y al agua. Él decidió, por pura caridad, que podían seguir el camino. Los tres individuos fueron donde él a pedirle perdón.

 

Cuentan que salió de Pensilvania porque lo acusaron ante el obispo de que, con él, se iba a descapitalizar la iglesia, pues, según los mismos parroquianos, todos los sacramentos los administraba gratis.

 

Ya en Samaná, llegaron de una vereda lejana, a las diez de la noche, para que fuera a imponerle la unción de los enfermos a un moribundo. El cura le dijo al que trajo el recado que marchara adelante porque él iría inmediatamente le trajeran del potrero de la parroquia el caballo para viajar. Cuando el campesino llegó a la casa de la vereda con la noticia de que el Padre López vendría después, pues apenas iba a mandar a traer la bestia, los de la casa le respondieron que el curita ya había venido, atendido espiritualmente al enfermo, había regresado y el paciente había mejorado.

 

Murió en San Diego, está sepultado en el templo y allá tienen un museo con sus pertenencias, muy escasas por cierto ya que, al fin y al cabo, el dueño profesaba una pobreza franciscana.

 

En Samaná, hay un centro docente con su nombre. El himno que repiten los alumnos tiene el corte de unas coplas que, a pesar de lo rudimentarias, demuestran el fervor popular que, en el oriente de Caldas, sigue irradiando este legendario sacerdote:

 

“El Padre Daniel María/ Venimos hoy a cantar;/ El día de su cumpleaños/ Queremos ya festejar.// Era un hombre muy sencillo/ Que buen ejemplo nos dio/ Soportando la pobreza/ Que con orgullo llevó.// Dicen que hacía milagros/ Por doquiera que pasaba/ Se esfumaba en un momento/ Y después se presentaba”.

 

Los mitos y las leyendas, como todos los productos verbales, se adaptan a la evolución de los pueblos que los cultivan. La leyenda del Padre Daniel María no quedó anclada en la época de la arriería paisa.

 

El oriente de Caldas se había convertido, en las décadas finales del siglo XX, en territorio de confrontación bélica entre el Ejército Nacional y la Policía con el Frente 47 de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), una de las facciones más activas de la guerrilla; como si fuera poco, cualquier día, alguno de los anteriores grupos guerreaba con las AUC (Autodefensas de Colombia) o paramilitares y siempre era desastroso el saldo de víctimas. 

 

En el año 2002, sucedían la destrucción de pueblos y caseríos, los asesinatos y masacres, los cultivo ilícitos; 8 alcaldes estaban amenazados, 5 alcaldes renunciaron (Samaná, Pensilvania, Supía, Marmato y Riosucio), 24 concejales  también renunciaron; dos alcaldes despachaban desde Manizales (Pensilvania y Victoria); más de dos mil desplazados vivían en condiciones infrahumanas en los municipios aledaños o en las calles de las ciudades.  Y, en este escenario social desbaratado,  el mito y la leyenda brotaron y provocaron el delirio popular.

 

“Cuentan algunos habitantes de Pensilvania (Caldas) que el Padre Daniel María López quien fue pastor católico del municipio a principios del siglo pasado, ha impedido que las Farc se tomen el pueblo. Una vez, dicen, lo escondió de la vista de los guerrilleros cuando estos lo tenían en la mira. En otra ocasión, el Padre Daniel María se les apareció encabezando una larga romería de feligreses, habló con ellos y los hizo regresar a sus campamentos, con diarrea (El Tiempo, 14 de julio de 2002, p.1-15). 

 

Estas imaginaciones sobre un personaje real pero ya ido, que hace las veces de protector social, han sido dictadas por los sentimientos extremos de terror,  impotencia y piedad. La leyenda del Padre Daniel María López y la del Puto Erizo de Arboleda van de la mano.

 

PUTO ERIZO DE ARBOLEDA

 

Según el DRAE, puto es un adjetivo denigratorio como cuando se escucha decir: me quedé en la puta calle o qué puta suerte la mía. De este erizo se habla en el oriente de Caldas, sobre todo en Pensilvania. Arboleda es un corregimiento de este municipio.

 

Se trata de un individuo astuto, ladrón y jugador para lo que utilizaba dados hechos por él con huesos del cementerio. Cualquier día, le decía a uno de sus compinches: - Mirá, hombre; como necesitamos dinero, yo me convierto en marrano y vos me vendés. Así ocurrió varias veces. Alguien pasaba por ahí, compraba el marrano, lo llevaba para la casa, lo metía en el chiquero pero, al otro día, no había marrano por parte alguna. El sujeto había vuelto a ser un hombre pero con plata.

 

Las anécdotas de este individuo llenaron de pánico y prevención el oriente de Caldas por lo que, el Padre Daniel María López lo exorcizó cuando era párroco de Pensilvania y lo expulsó del contorno, prohibiéndole pasar de ciertas fronteras.  Como si se tratara de una física alambrada, el Puto Erizo se arrimaba al límite señalado por el sacerdote y no podía pasar. Murió lejos de ese pueblo.

 

A esta información, dada por Bernardo Elías Alarcón C., otras personas, con vehemencia, le añadían más ramificaciones de corte fantástico, en cada pueblo del oriente caldense, con la advertencia, por parte de los narradores, de que se trata de purita realidad. De esta forma, logra perpetuarse una leyenda.

 

JOSÉ NÉSTOR VALENCIA Z.

 

 

Vivió entre 1925 y 2014. Nacido en Pensilvania (Cds.), fue educado y ordenado sacerdote en Roma, estuvo de cura de varias parroquias y escribió muchas páginas de corte costumbrista. Retirado del sacerdocio, contrajo matrimonio con una dama medellinense; se vinculó, como investigador en asuntos idiomáticos, al Instituto Caro y Cuervo, en la conclusión de la obra Diccionario de Construcción y Régimen de la Lengua Castellana. Ha sido objeto de leyendas entre sus paisanos. “Estaba en Pensilvania cuando se produjo el catastrófico incendio del 21 de julio de 1955 que estuvo a punto de acabar con el pueblo. Una vez los esfuerzos de los bomberos y de todos sus habitantes resultaron insuficientes para apagar las llamas que amenazaban con extenderse a todo el pueblo, apareció el padre José Néstor ataviado con los ornamentos sacros, se acercó hasta donde el fuego se lo permitió, e hincándose de rodillas levantó el copón en lo alto, mientras suplicaba a Dios la detención del fuego: Hasta aquí, no más, Mi Amo. Cuentan los presentes que a partir de ese momento la intensidad de las llamas fue disminuyendo hasta apaciguarse por completo” (Pedro Juan Alzate, 2016, p.14). Un alumno aventajado del padre Daniel María, en el mismo suelo del oriente caldense. 

 

 

<< Regresar