PERROS EN EL HABLA COLOMBIANA

 

 Octavio Hernández Jiménez

 

A otro perro con ese hueso: Respete. No trate de engañarnos.

Acabar hasta con el nido del perro: No dejar piedra sobre piedra. Exceso de ira.

Anda más que un perro con tres guevas.

Echa más lengua que un perro tomando caldo: Tiene una lengua que se peina con ella.

Echarle los perros (cujiarle los perros): incitar a otros para que se vayan en contra de alguien. Tirarle las llaves: insinuaciones deshonestas.

El mucho trato hermana al perro y el gato: El trato continuo puede llegar a unir a enemigos aparentemente irreconciliables.

El que da pan a perro ajeno pierde el pan y pierde el perro: no se debe hacer muchas ilusiones cuando se es magnánimo con personas recién conocidas.

El que con perros se acuesta con pulgas se levanta: lo que vulgarmente se ha dicho: el que con niños se acuesta cagado amanece.

Es más fácil cazar con perros llenos. La gente satisfecha no está para luchar.

Es más perro un gato de loza: es un bobo.

La necesidad tiene cara de perro: la situación económica siempre ha acosado al pueblo como un perro furioso y no es bonita.

La misma perra con distinta guasca: el mismo cuento dicho con otras palabras.

Le fue como a perros en misa: tratamiento a las patadas.

Lo que es de uno es de uno, aunque lo lleve un perro en la jeta: escuché la segunda parte de este adagio en Aranzazu; allá es corriente escuchar este compuesto aunque en el resto del departamento de Caldas se escucha escuetamente la primera parte.

Más boba que la perra de San Lalo que murió sin probarlo.

Más perdido que perro en misa.

Más puta que la perra de San Roque.

Muerto el perro acabada la chanda: Si se marcha una persona conflictiva con ella se van los problemas que causaba.

Perra (palabra homónima): tremenda borrachera producida por exceso de licor. Mujer promiscua. Curiosamente “perro” no es hombre promiscuo sino hombre avispado; pícaro. Esto demuestra el machismo hipócrita de la lengua que también se nota en la diferencia entre una mujer pública (promiscua) y un hombre público (dedicado a los asuntos del estado).

Perrita (palabra homónima): sombrero viejo, alicaído. Gorra.

Perro-culo: Así insultan, en el batallón, a los soldados perezosos.

Perro no come perro: nadie se mete, para mal, con gente de la misma ralea.

Perro que ladra no muerde: Las amenazas exageradas no deben tomarse en serio.

Perro viejo: hombre experimentado.

Perro viejo ladra echado: la vejez o la práctica en un oficio conlleva tranquilidad en las propias responsabilidades.

 

Entre la toponimia manizaleña es muy mencionado el Alto del Perro, por los lados del colegio Santa Inés, en el sector de Milán. Por allá, en el siglo XIX, un perro de arrieros se enfrentó temerariamente a un oso. Al final de la lucha, el perro murió destripado; en su honor quedó el nombre para ese lugar.

 

Otros tratan de explicar el sentido de ese topónimo comentando que un arriero se quedó un rato, en ese filo, descansando, acompañado de su perro. Cuando siguió el camino el perro se le atravesaba y no lo dejaba avanzar. El arriero lo maldecía para que le dejara caminar y como el animal seguía atravesándosele, el arriero sacó el revólver y lo mató. Cuando el perro estaba muerto, el arriero miró para atrás y vio que en donde habían descansado, se le había quedado olvidado el carriel en que traía dinero e importantes documentos. El perro quería decirle ladrando que mirara lo que se le había quedado, pero su amo no entendió. Ya era tarde. El Alto del Perro.

 

La leyenda anterior es parecida a otra que más parece un chiste cruel: A un hombre le comentaron que su mujer se la jugaba con el mejor amigo. Ofendido, le pegó un tiro a su perro.

 

Un señor tenía un perro al que bautizó con el nombre de Pa’qué. Los curiosos le preguntaban: -Señor, ¿cómo se llama su perro? Y él respondía: - Pa’qué. La gente le explicaba; - Pues pa’saber cuál es el nombre. Y el dueño volvía a responder: - Pa’qué.

 

El acto de imponer un nombre propio, individual e intransferible a los animales caninos, en el Viejo Caldas y otras regiones, busca cumplir varias finalidades: Nombrar o distinguir, connotar o sugerir, constatar, alertar o establecer lazos manifiestos de amistad. En la selección del nombre juegan factores sicológicos en los dueños que bautizan: Así, a un perro pequeño no lo van a llamar Pantera ni a un perrazo lo van a bautizar Muñeca.

 

Al escoger el nombre de la mascota o de algún animal doméstico también cuenta el cambio de los tiempos, la moda, los nombres de mayor acogida entre los mayores o, en el caso de mascotas familiares, el parecer de los menores. Los niños y adolescentes se guían en la selección del nombre por la televisión, el cine, las tiras cómicas, la propaganda. Antes era asunto de personajes históricos u obras literarias, como Nerón, Hitler, Káiser, Tirofijo.  

 

Así, Puchis tiene que ser un perrito gordo al que, el nombre lo dice, le dar pereza hasta para ladrar. Puchis ayuda a los ladrones a robar la casa. Para lo único que sirve es para comer y dormir hasta que alguien se lo quiera robar. Nano, por su parte, debe ser un perro maniático. Debe chocarle que alguien baile en la casa o que se tire al suelo pues ahí mismo lo muerde. Si alguien le cae mal le rasga las medias; si lo regañan se echa a rodar por el piso. A las seis de la mañana, Nano se entra a la alcoba a morderle al dueño el dedo gordo del pie para que el dueño se levante a darle agua, a servirle el desayuno o a sacarlo a hacer sus necesidades. ¡Vida de perros de apartamento!

 

 

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