PICARDÍAS TRAS LAS VACUNAS

 

La Edad Media, más que un transcurso de varios siglos, abarcó un orden establecido, en áreas como el pensamiento, el sentimiento y el comportamiento. A  partir de la Peste Negra (mediados del siglo XIV), se subvierten las clases sociales y el caos se revela contra las consideradas leyes naturales y los dictados divinos y humanos. Más que descubrirla afuera, se pregona que la verdad se encuentra dentro de cada persona; no hay valores inmutables; hay vidas tratando de salir adelante a cualquier precio.  

 

Dentro del caos social, los rufianes (hombres viciosos y despreciables) se convierten en pícaros. El pícaro no tiene un oficio determinado. No se trata propiamente de un antisocial pero su forma de actuar es poco  convincente y clara. Puede trabajar para un personaje acaudalado y vivir de lo que le paguen, de lo que le den o de sus raterías. Si en las novelas existen los  héroes, el pícaro es el antihéroe; un vagabundo que se ingenia como subsistir.   

 

Cuando estaba para cumplirse un año de la pandemia del covid-19, a comienzos de 2021, se denunciaron escándalos cometidos por quienes buscaban sabotear  el orden social establecido, las normas que regulaban el comportamiento entre las personas, muchas de las cuales, hasta entonces, se encumbraban como paradigmas de  honestidad. Tras un año de privaciones e incertidumbres, la gente decidió descubrir ‘fabulae fictionis’ en lo que antes era ‘certissimae veritatis’. No había transparencia; la realidad era versátil. Si al que denuncia le impiden subir, que al menos el de arriba se vea obligado a bajar.      

 

En el proceso de vacunación contra el covid-19, las autoridades y los medios de comunicación informaron que, mientras las dependencias de la salud habían trazado un plan para que las vacunas llegaran a la ciudadanía, gente inescrupulosa tomó decisiones ubicadas entre lo legal y lo ilegal, entre lo correcto y lo incorrecto;  planes con los que pretendían beneficiarse como fuera, con toda crudeza. De acuerdo a lo narrado, volvieron aquellos pícaros que se presentaron en sociedad después de los primeros brotes de la Peste Negra. Gente convencida de que el orden había sido puesto para quebrantarlo.   

 

En el Siglo de Oro español, entre el XVI y XVII, a los caballeros “de fina estampa” se opusieron los sirvientes, sector social  en el que se ubicaba la mayor parte de los pícaros. Pasó el tiempo, y ya en el siglo XXI, dijo el vulgo que, por circunstancias personales, algunos  ‘señores honestos’, se convirtieron en inesperados pícaros.   

 

En Perú,  en octubre o noviembre de 2020, el anterior presidente Vizcarra pudo haber recibido, como gesto galante, un paquete de vacunas del laboratorio que iba a ensayar su producto, en el Perú; paquete  distinto a las vacunas de los 200 voluntarios que se inscribieron para el experimento con el  fármaco. El presidente de la república con su familiares, amigos y hasta el nuncio del Papa, con trucos marrulleros, alcanzaron el privilegio de recibir la vacuna cuando no estaban incluidos en el listado del laboratorio, y el gobierno no había  negociado aún las vacunas con la farmacéutica pues apenas las estaban probando.    

 

En Argentina sucedió algo parecido. El ministro de salud recibió de la empresa correspondiente otra cantidad por “galantería” o “de muestra”  y, en el sitio indicado por él, vacunaron a familiares, amigos y políticos de alto coturno. El presidente de la nación argentina le solicitó carta de renuncia a tan gentil personaje.  

 

Chile fue el país latinoamericano que  organizó con más eficiencia la vacunación de sus ciudadanos, con 3 millones de beneficiados, a 24 de febrero de 2021, cuando en Colombia alcanzábamos a llegar a las primeras 100.000, en esa misma fecha. El 22 de febrero, las autoridades chilenas se vieron en la necesidad de informar que, en los puestos acondicionados para inyectar a la ciudadanía, habían vacunado a 35.000 personas no seleccionadas por el organismo encargado de la vacunación contra el covid.   

 

En Ecuador, el ministro de salud,  después de haber trabajado sin descanso tratando de contener el contagio de la peste, tuvo que presentar renuncia de su cargo por haber vacunado, antes que a los médicos de primera fila y adultos mayores, a sus familiares entre los que estaba su querida madre ya nonagenaria. Los ecuatorianos no le perdonaron que quebrantara las normas cuando debería ser el primer guardián de ellas.  

 

Como si fuera poco, el 5 de marzo de 2021, el ministro de Salud de Paraguay presentó su renuncia después de una noche de manifestaciones y desmanes de los habitantes de Asunción ante el desorden en la aplicación de las vacunas. La noche siguiente los manifestantes pidieron la renuncia del presidente de la nación.  

 

Los casos: peruano, ecuatoriano, argentino, chileno y paraguayo dieron motivo para que el caricaturista Mil publicara un dibujo en el que un viejo gordo de corbata y pañuelo en el bolsillo superior del saco se presenta ante un médico con su delantal y gorro hospitalarios y le dice: – Estoy priorizado para la vacunación. El médico le pregunta: – ¿Tiene hipertensión o diabetes? El viejo gordo le contesta: – No. ¡Tengo poder!  

 

En Brasil ocurrió lo inaceptable. Cuando las enfermeras vacunaban a personas mayores de 80 años, les decían que miraran para otro lado para que no vieran  el pinchazo con la aguja. Mientras tanto, algunas de esas enfermeras simulaban que habían clavado la aguja, sin clavarla, limpiaban la piel del paciente con algodón y un poco de alcohol y lo levantaban  sin haberlo vacunado.   

 

Otras enfermeras eran más crueles. Sentaban al viejo, lo hacían mirar para otro lado, le enterraban la aguja, la sacaban, limpiaban con alcohol el chuzón y despachaban al vacunado. El detalle estaba en que la jeringa no tenía ningún líquido; ninguna vacuna. Podía tratarse de una red criminal, en la que tomaban parte algunos miembros del personal de vacunación con antisociales que les compraban las vacunas para venderlas afuera.  

 

No se sabe si sea un asunto de contabilidad, de cálculos o de picardía pero, cuando distribuyeron por Colombia el primer paquete de vacunas contra el covid, el 18 de febrero de 2021,  las  autoridades de Pereira recibieron 193 dosis  contra el coronavirus pero al  inocularlas solo alcanzaron para 188 personas. Faltaron 3. En Manizales, al aplicarlas faltaron 4, igual que en Armenia. ¿Mal contadas?  El 23 de febrero ya eran 15 las dosis de vacunas contra el covid-19 extraviadas en Colombia.   

 

Según la Corporación Cívica de Caldas (CCC)´, en Manizales,  no serían 4 sino 19 los colados: “cuatro personas de cargos administrativos y especialistas entre ortopedistas, cirujanos plásticos, cirujanos maxilofaciales, urólogos, patólogos, cardiólogos, ginecólogos, neumólogos de consulta externa y cirujanos”. Un periodista que no carga agua en la boca comentó: “Pensarán, ‘hombre, pero son médicos’, sin embargo el contrato social –o sea lo pactado entre el Estado y la sociedad- era que la prioridad la tendrán los grupos de riesgo como mayores de 60 años, personas con comorbilidades (hipertensión, diabetes, etc.) y los trabajadores de la salud que están en el frente del contagio. Allí no entran ni los implantes mamarios estéticos, el diseño de sonrisa o un esguince de tobillo” (Alejandro Samper A., 27 de febrero de 2021, p.8).  

 

El gobernador de Caldas, en el Noticiero de Telecafé de la noche, del 24 de febrero, buscó desligarse de ciertos comentarios que lo vinculaban  en el caso de un médico manizaleño que se saltó la fila para hacerse vacunar, en una clínica de Manizales. El gobernador dijo que  no tenía ninguna injerencia en la escogencia de las personas que iban a vacunar.   

 

Quienes escucharon los comentarios sobre la actitud de esos médicos estuvieron a punto de morir no de covid sino de rabia. La agresividad escaló tantos peldaños que el secretario de Salud de Manizales y el gerente del Hospital Santa Sofía se comprometieron a tomarse un tinto para limar las esperezas. El secretario agregó que no estaba para ‘peloteras’ pero sí para acuerdos (La Patria, 27 de febrero de 2021, p.3).  

 

En Bucaramanga y Sincelejo delataron a 3 médicos de cirugía estética que también se saltaron los controles, en el primer día, para hacerse vacunar y lo lograron. En lances, como estos, a nivel nacional, salió lastimada “la dignidad médica, evitando actos que vulneran la imagen del profesional”, de que habla el juramento hipocrático, según el Colegio Médico Colombiano.    

 

En las calles de las capitales del Gran Caldas, en postes de cemento, apareció este aviso multiplicado en fotocopias: “Se venden vacunas. Contamos con todas las marcas  AstraZeneca, Pfizer, Janssen, Sputnik. SinoPharm y más. 100% originales, oportunidad de negocio, envíos a nivel nacional, no necesita refrigeración, total  discreción. Marque ya el celular . . .” .  

 

Lo contrario de lo que sucedió en  la picaresca clásica, en estas acciones no aparecían los rostros de los protagonistas, y los que se enteraban de esas fechorías no podían imaginarlos. El autor del anónimo anterior era un ejemplo:  ¿Cuál sería su origen y su recorrido por la vida? Parecía que fuera uno de aquellos que viven de los demás. Lo que hacían tenía la forma de una caricatura por su carga de sarcasmo.     

 

En las calles de varias ciudades empezaron a repartir volantes y en redes sociales ofrecían vacunación contra el covid-19. Anunciaban direcciones que no tenían que ver con centros de salud ni privados ni públicos, además de  altos precios, cuando al país apenas había ingresado una porción reducida de vacunas enviadas bajo estrictas normas de seguridad por los laboratorios. Con seguridad las que ofrecían eran chiviadas. ¿Cuándo empezará la policía a descubrir  laboratorios clandestinos?  

 

El Ministerio de Salud tuvo que publicar este aviso: “Las vacunas contra la covid-19 NO están a la venta en ningún centro de salud, establecimiento, página de internet o red social. NO caiga en trampas  que buscan robarle y podrían poner en riesgo su salud. Infórmese solo a través de www.minsalud.gov.co”.    

 

Hacer trampa es dárselas de avispado. Es el camino para la ilegalidad manifiesta. La malicia indígena elevada a la calidad de maldad o vicio. Una forma vergonzosa de nuestra realidad hispanoamericana. Latinoamericanos del amplio espectro social se atreven a organizar su diario vivir haciendo alarde de la sátira y la ironía posibles antes de descender a los socavones del delito manifiesto.  

 

Gabriela Tafur hizo este comentario sobre la consagración de los pícaros en la vacunación contra el coronavirus: “Estamos como estamos porque el vivo se enorgullece de su viveza en vez de avergonzarse de ella”.  

Al lunes siguiente, empezaron las investigaciones pues podría tratarse de un robo a cuenta gotas, con la posibilidad de que las personas que las necesitaban con urgencia se quedaran sin vacunar. Casos inesperados como estos explicaban el aparato de fuerza pública que cercaba el traslado de las vacunas. Si era asunto de un delito o una picardía, los avivatos debieron reírse al ver que se salieron con las suyas. Y los estafados se quedaron como las víctimas del Lazarillo de Tormes.  

 

El Departamento de Estado de los Estados Unidos llamó la atención para que los gobiernos de los países en donde se estaban dando esas anormalidades en la vacunación tomaran en serio la forma de ponerles remedio. Increíble que una dependencia tan conspicua como el Departamento de Estado apareciera metida en esa semejante colada de miserias y bellaquerías.  

 

A la semana, habló el ministro de Salud, Fernando Ruiz para explicar que siempre hay pérdida en cualquier proceso de vacunación, no solo de covid. “A mi me parece poco que tengamos solamente cuatro casos en ese número de vacunas aplicadas. Es aceptable una pérdida de 5 a 10% en vacunas no solo de covid sino en cualquier proceso de vacunación”.    

 

Según la aclaración del ministro, lo dicho y lo supuesto en varios casos anteriores de pérdida de vacunas, no pasaría de ser más que un ejercicio de retórica, una expresión barroca en la que las palabras serían simples fuegos fatuos. Una caricatura de la misma sociedad. Una caricatura de los mismos caricaturistas. Humor duro y amargo.  

 

Pero el asunto era de mayor calado. Lo sucedido en varios países con la aclaración del ministro dio pie para que despejáramos la memoria y tratáramos de ver si se trataba de un gesto puritano por parte de la ciudadanía o una demostración de control excesivo en lo que se han vuelto expertas las inestables democracias latinoamericanas. Los administradores públicos ya se mantienen intimidados por el peso de las amenazas de quienes los están fisgoneando. Tienen miedo a exponerse a las demandas por lo que lo más prudente es quedarse callados. Todo se volvió dominio de asesores, de vistos buenos, de organismos de control y estudios previos.   

 

“Esta pandemia ha hecho patente el poder del excesivo control. Como ejemplo, a mediados del año 2020, muchos países empezaron a hacer compras adelantadas de vacunas. Una legión de precavidos anticorrupción, en Colombia, amenazó al Gobierno con que si lo hacía, estaba generando detrimento patrimonial. Hoy es evidente que esos países van muy adelantados  en la vacunación” (Moisés Wasserman, 5 de marzo de 2021, p.1.11).   Y los colombianos más quedados que la cola de las vacas pero llenos de informes.  

 

De ese incidente el comentarista pasó a analizar la pérdida de cuatro vacunas en una capital regional. Y recordó que, con motivo de la desaparición de las cuatro vacunas, “un procurador delegado salió en el noticiero asegurando que ese hecho no se iba a quedar impune. Ahora los funcionarios de la secretaría departamental de Salud dividen su tiempo entre la vacunación y la escritura de informes con la lista de vacunados plenamente identificados para la Procuraduría, la contabilidad de frascos y jeringas para la Contraloría y la justificación de posibles exclusiones a la Defensoría. El ministro de Salud deberá saber que en unos años, cuando nadie recuerde que el asunto era competir con compradores ávidos sobre una oferta limitada, él seguirá respondiendo por requerimientos por ‘contratos irregulares” (Ibid.). 

 

 

 

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