¿QUIÉN PIDIÓ GALLINA?

 

                                                                       Octavio Hernández Jiménez

 

Las gallinas tuvieron un sitio más destacado entre los animales domésticos, antes que ahora. A pesar de contribuir a la alimentación familiar con el huevito diario, a no muchas personas les da por conseguir una gallina de mascota así como lo hacen con un perro o un gato.

 

Aún viviendo en la misma casa campesina, a los dueños no les da por identificarlas con nombre propio como se hace con otros animales. Los nombres de las gallinas se diferencian de los nombres de las mascotas en que los de estas son, por lo general, convencionales y arbitrarios mientras que las denominaciones de las gallinas caseras tienen en cuenta, más que todo, las características físicas del animal: la copetona, la alicaída, la tabaca, la borracha,  la carioca (pescuecipelada),  la crespa, la calzada (peluda hasta las patas), la piquimocha, la canela, la colorada, la ponedora, la saraviada. Más que nombres son descripciones.

 

Una que otra gallina logra el honor de un nombre propio como la Kika, la Josefa, la Chilindrina, un gallo llamado Polvorete y otro Revoliático porque revolotea de gallina en gallina.

 

Sin embargo, la gallina es un animal doméstico que provoca muchas situaciones catalogadas como folclóricas. Cuando una gallina ha pasado la temporada de poner huevos, la dueña la amarran con una cabuya de un palo hasta que le pase la borrachera. Le dicen gallina culeca. En Caldas no se usa la palabra clueca. La palabra culeca pasó al lenguaje regional de tal manera que tener una culequera es estar ilusionado o tremendamente enamorado de una persona o una cosa.

 

Los niños que aún no han aprendido el léxico para llamar a los seres que les rodean o los que aún no saben pronunciar las palabras utilizan la onomatopeya o sea la forma como se escucha el sonido que emiten esos seres con su garganta, para denominar los animales domésticos. En el caso de las gallinas las llaman cutu-cutu.

 

¿Cómo aprendieron ese vocablo? En las fincas tradicionales en donde no han construido  galpones tecnificados, las gallinas se van a escarbar en los cafetales y cuando alguien les ofrece, desde el corredor o patio de la casa, maíz o sobras de comida, las llama de esa forma: Cutu-cutu-cutu-cutu… Todas atiendan a las volandas tan apetitosa invitación. Muchas veces se aprovecha semejante estratagema para echarle mano  a la más gorda, torcerle el pescuezo y atender, con suculenta gallina campesina, a una hambrienta visita que acaba de llegar.

 

Gallinas y lenguaje:

 

El ser humano ha observado el comportamiento de los animales que le rodean para trasladarlo, a modo de enseñanza, comparación o metáfora, al repertorio cultural de la comunidad correspondiente.

 

Agallinado: achantado, miedoso, cobarde. ¡No sea gallina!

Gallo: hombre experimentado en un oficio. ¡Gallo de pelea! Agresivo. Claro que existe el homónimo “gallo” para significar asunto aburridor o complicado: Un gallo morado.

 

Gallinacear: Galantear a las muchachas como lo hacen los gallos con las gallinas nuevas pues de las gallinas viejas se dice que, si mucho, dan buen caldo.

 

En menos de lo que canta un gallo: en un santiamén.

 

¡Ahí va un sancocho!, gritan los conductores de los jeeps veredales cuando una despavorida gallina atraviesa la carretera.

 

De grano en grano llena la gallina el buche: hay que ahorrar para hacerse a una reservita.

 

Polvo de gallo: lo que hay que hacer pero a las volandas.

 

Más puta que una gallina tabaca y Más puta que las gallinas de Corinto.

 

Desde cuando se pusieron de moda los chefs en los restaurantes más prestigiosos del mundo empezó a pasar de moda el refrán: Hombre en la cocina huele a rila de gallina. Residuo de una época machista aunque muchos abuelos y bisabuelos madrugaban a prender la candela, hacer los tragos y moler el maíz para que la señora empezara su jornada haciendo las arepas.

 

Se parece al gallito de las Osorio: Las señoritas Osorio tenían en el corral cien gallinas y un solo gallo. Cada uno puede hacerse a la idea de cómo terminaba el día el pobre animalito entre semejante harem. Tan debilucho que, al caer la tarde, de tanto trepar gallinas, casi no tenía fuerzas para trepar la vara del gallinero. Y las gallinas para arriba tan campantes.

 

¿Quién pidió gallina? Se comenta cuando al pedir la cuenta se considera que es más alta de lo presupuestado.

 

 

 

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