SEMANA NEGRA POR EL CORONAVIRUS (COVID- 19) 

Octavio Hernández Jiménez 

Entre el 8 y el 15 de marzo de 2020, ocurrió la tormenta perfecta. El petróleo siguió atado a la historia de los contagiados y muertos por coronavirus. Ante la declaratoria de pandemia, el barril de categoría Brent, para entrega en mayo, perdió otros 3,8 por ciento y se cotizó a 35,79 dólares. En Colombia, como en el resto del mundo, el nerviosismo por la declaratoria de la OMS y la caída del precio del crudo provocó la subida del dólar.  Esta vez, dio un salto de 54 pesos para ubicarse a 3.835,15 pesos. En un momento de la jornada, ese 11 de marzo, subió a 3.908 pesos. Al fin de la semana estaba a 4.054 pesos. Las bolsas en el mundo también cayeron. En Suramérica se dieron estos desplomes: Buenos Aires (4,30%); Sao Paulo (7,64%); Santiago (2,23%); y la Bolsa de Valores de Colombia, cayó 4,76% (El Tiempo, 12 de marzo de 2020, p.1.3). No se necesitaba ser adivino para otear una desaceleración económica a nivel mundial. 

Estados Unidos, en forma imperceptible, se fue sumergiendo en el pantano en que se debatían 132.000 contagiados de convid-19, en el mundo, y 123 países. Trump, fiel a su lema cargado de prepotencia de “Sólo Estados Unidos” o “Primero Estados Unidos”, supuso que prohibiendo, por 30 días, los viajes a Estados Unidos desde 26 países europeos de la zona Schengen, (menos el Reino Unido) detenía esa plaga que ya blandía su guadaña por varios estados norteamericanos. Trump se asustó cuando, en su país, contaban con 1.215 contagiados y 36 muertos. En Washington cerraron al público la Casa Blanca y el Capitolio mientras que, el alcalde de Nueva York declaró el estado de emergencia en la capital del mundo. 

Países como Colombia, Argentina, Venezuela y Perú decretaron cuarentena a los que llegaban de Europa o China y otros cerraron escuelas, colegios y universidades tratando de atajar el mal que ya estaba adentro. El presidente de El Salvador decretó cuarentena para todo el país; los salvadoreños no podían salir del país y los extranjeros no podían entrar durante 21 días. Bolivia suspendió los vuelos con Europa pero mantuvo las elecciones presidenciales para mayo. 

Según la OMS, en América había,  el 11 de marzo, 1.192 casos de contagiados y 40 muertos. El mayor número de casos, en América, estaban en Estados Unidos, en 40  estados. En la lista se incluían enfermos en Panamá, Bolivia,  Honduras, Guatemala y Cuba. Muertos en Canadá (1), Argentina (2), Panamá (1), Ecuador (1). 

En Colombia, el gobierno decretó “autoaislamiento en sus casas durante 14 días”, a los viajeros que llegaran de Italia, España, Francia y China o, si eran extranjeros, en sus respectivos hospedajes. A un español que, después de amanecer en el hotel, se dirigió al aeropuerto para viajar fuera de Bogotá, lo detuvieron, lo deportaron a España y le prohibieron ingresar a Colombia por 5 años. Hasta el domingo 15 de marzo las autoridades colombianas habían deportado 5 extranjeros. 

Los 15 colombianos residentes en Wuhan (China) y otras 26 personas que hicieron parte de la misión de repatriación, terminaron, en Bogotá, el jueves 12 de marzo de 2020, la cuarentena, sin rastros del covid-19. Todos salieron contentos rumbo a sus hogares, en Colombia (La Patria, 13 de marzo de 2020, p.3). 

La alcaldesa de Bogotá aplazó, por dos meses, los eventos públicos y privados que congregaran más de 1.000 personas, para evitar la proximidad física entre los asistentes. Entre los eventos afectados estaban los conciertos de Alejandro Sanz, Raphael, Juanes, Maroon 5, Megaland, Richard Clayderman, Yanni, Chayanne, Kiss, Cepeda y Fonseca. 

En las órdenes dadas por los gobiernos de Europa y América para combatir la enfermedad no había novedad alguna. Según Thierry Ways,  las “medidas que han logrado disminuir la emergencia en algunas partes son tan premodernas como la amenaza de la que se ocupan: cuarentenas, cierre de fronteras y prohibición de eventos masivos” (12 de marzo de 2020, p.1.11). 

Las medidas del gobierno colombiano aparentaban ser más rigurosas y amplias que las de la alcaldía de la capital en cuanto que las del gobierno nacional prohibían, por ejemplo, concentraciones con más de 500 personas mientras que la alcaldía prohibía concentraciones con más de 1.000. El problema del coronavirus se le complicó a la administración distrital con el también agudo problema del aire cargado de polución debido, en gran parte, al transporte con base en camiones, tractomulas, tractocamiones, buses y otros vehículos obsoletos movidos por diésel. Una semana con pico y placa para limitar la circulación de parte de ese arsenal de chimeneas ambulantes no dio resultado.  

El presidente Duque, contemplando la amenaza del coronavirus para Colombia, aplazó para septiembre la reunión del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que, en marzo de 2020, estaba a punto de darle curso a su programación, en Barranquilla. Por las mismas causas clausuraron, por anticipado, la Feria Internacional del Libro que se realizaría, en Bogotá, a finales de abril y, en Cartagena, recortaron el Festival Internacional de Cine (Ficci), cuando la programación ya estaba rodando. 

El Banco de la República anunció que, desde el 14 de marzo hasta el 30 de abril, cerraba los espacios culturales en Colombia, tratando de prevenir el contagio del coronavirus (Covid-19). Esta drástica decisión aplicaba, en Bogotá, para el Museo del Oro, la Biblioteca Luis Ángel Arango y su centro de eventos, la Casa Republicana, la Casa Gómez Campuzano, el Museo de Arte Miguel Urrutia, el Museo Botero y el Museo Casa de Moneda,”así como para todos los Centros Culturales en las 28 ciudades del país en donde el Banco tiene sede”.  

En Manizales, cancelaron, el día antes de empezar, la Exposición de Orquídeas y, ocho días antes de llevarse a cabo, la Feria Equina.  Cancelaron el concierto tan esperado del cantante español Álex Ubago y el tradicional Festival del Tango. Los partidos de la Liga colombiana de fútbol, en los que participan equipos como Millonarios, Nacional, América de Cali, Once Caldas y Junior, quedaron en el aire. 

En el principio y desarrollo de los acontecimientos generados por el covid-19, una nota falsa fue la manera como los medios de comunicación comentaban las informaciones y las entrevistas sobre el coronavirus. De trecho en trecho trataban de calmar a los receptores de las noticias con la advertencia de que los jóvenes y adultos que tuvieran hijos no debían angustiarse pues los muertos por este virus, en un 80%, eran viejos o ancianos. Niños entre 0 y 10 años no se habían muerto de este mal y adolescentes y jóvenes, muy pocos. No había qué temer aunque no todos eran jóvenes y niños. Ya se mencionó al presidente de Francia cuando aconsejaba a la juventud no visitar a viejos enfermos para que no les transmitieran la epidemia. 

Debido a lo anterior, muchas personas en el mundo se alegraron cuando la prensa publicó la noticia sobre un anciano de 100 años al que los médicos de Wuhan (China), lugar en donde reventó el brote, curaron la enfermedad con variedad de métodos “incluido el tratamiento antiviral a través de la medicina tradicional china y la terapia de plasma convaleciente” (El Tiempo, 14 de marzo de 2020, p.1.2). Fue el paciente de coronavirus más longevo recuperado hasta esa fecha.    

El desprecio por los ancianos provocó unánime reacción en  columnistas y caricaturistas de periódicos como Emilio Giannelli que publicó, en el Corriere della Sera, el dibujo de dos ancianos viendo noticias por televisión mientras que el periodista dice en la pantalla: “Nada de alarmismos; el coronavirus solo está matando a los viejos…” (El Tiempo, 12 de marzo de 2020, p.1.11). 

A su vez, el periodista cultural Juan Esteban Constaín escribió, en su columna semanal: “La idea de que hay que estar tranquilos porque el coronavirus solo mata a los viejos, que igual de algo se iban a morir pronto o ya debían de haberlo hecho, es una infamia miserable y peligrosa; primero porque eso no es del todo cierto… y segundo, porque para la especie humana no hay nada más valioso que un anciano… El atributo esencial de la humanidad, lo que la caracteriza y define, además de la envidia y la guerra y el amor, es la experiencia; la consciencia de la vida como un hecho que debe ser narrado y comprendido, recordado, explicado a partir de su pasado que aún vive” (Ibid.). 

Thierry Ways, en su columna periodística, redondeó su idea anterior con que “este virus que hoy espanta al mundo es, además de un problema de salud, una bofetada al espíritu de la modernidad. Vivimos, o eso creíamos, en tiempos de dominio de la técnica sobre la naturaleza”, pero vemos que falta mucho para lograrlo y, en otros casos, el mal uso de la tecnología pone a la humanidad contra las cuerdas. ”Que una rastrera plaga medieval  -una peste, una gripe, un sarpullido- entorpezca el progreso de la sociedad postindustrial, eso no estaba en los planes” (Ibid.).   

La mañana del domingo 15 de marzo de 2020, en Manizales, resultó casi tan aterradora como la mañana del 13 de noviembre de 1985, cuando explotó el volcán-nevado del Ruiz. Claro que en ese evento hubo 25.000 muertos mientras que,  en este domingo, aún no se sabía cuántos, en forma de una cifra total, pasarían a los libros de historia. En la mañana del domingo 15, los habitantes de la capital caldense fueron sorprendidos por el pánico ante un mal incierto pero real. Dice el Diccionario de la Real Academia de la Lengua que pánico es “el miedo extremo o el terror producido por la amenaza de un peligro inminente y que con frecuencia es colectivo y contagioso”.

La radio, en esa mañana, dio curso a un comunicado del Ministerio de Salud  que anunciaba que, de 22 contagiados en el país  se había pasado, entre sábado y domingo, a 34 pacientes en Bogotá, Medellín, Cartagena,  Cúcuta, Neiva, Dosquebradas y Manizales. Cuando la gente escuchó “Manizales”, saltó de la cama como si hubiera estallado una bomba. Casi nadie salió de la casa a la calle,  a la misa dominical y menos a la ciclovía, a las fincas o balnearios. A la noche, en los noticieros, anunciaron que en Colombia, había otros 11 contagiados. De esta forma, el número de contagiados, en el mundo, ascendía a 143.247 y los muertos subían a 5.407. Qué semanita la que esperaba a todos los colombianos.  

 

 

 

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