CRISTO DE LOS FUNDADORES

 

Octavio Hernández J.

 

El conocido "Cristo de los fundadores" llegó a San José, en 1914, en la misión organizada por el párroco de Belalcázar. Ante él tuvieron lugar los primeros bautismos, primeras comuniones y matrimonios masivos de los primeros colonos y los primeros niños nacidos en San José Caldas. El Cristo de los fundadores estuvo ubicado en el altar central del templo hasta 1955 cuando se bendijo el altar con el baldaquino y el Cristo de V. Bartolini, escultor italiano llegado a Medellín, en la Segunda Guerra Mundial. El Cristo de Bartolini es una joya del arte sagrado en el Gran Caldas.

 

El Cristo de los fundadores recorrió la calle real del pueblo, en las sucesivas procesión del santo sepulcro. El cofre de madera, con estilo gótico, tiene diseño del arquitecto Álvaro Carvajal, autor también de la arquitectura del templo actual, en la parte que tiene en madera. El Cristo de los fundadores y el cofre son preciosas relíquias que merecen ser conservadas, conocidas y veneradas, en el primer Centenario de fundación de la parroquia (1925 2025).

 

EL PINTOR RUBÉN D. OCAMPO

 

Cada pueblo, en cada época, cuento con ciertas personas que, por la calidad de su trabajo, ayudan a ese conglomerado a progresar y a conta con una fisonomía que los caracteriza entre los demás pueblos de la región. Igual sucede con los países, en las artes, las ciencias, la industria y los deportes.

 

Rubén Darío Ocampo, conocido como Guayos o Guayitos, es un pintor de San José Caldas que empezó a hacer pinitos como artista a comienzos del siglo XXI. Recuerdo cuando, en el 2007, conseguí a Mario Arcila como maestro de obra para restaurar mi casa, diagonal al templo, trabajo por el que quedé muy satisfecho, y, en ese entonces le traje a Rubén Darío, un lienzo limpio y varios óleos y pinceles. Con ese material pintó el frontis del templo y, en primer plano, a su abuelo Manuel Villada (El Ñato), en el toldo de la carnicería que sacaba a la plaza, primero los domingos y después los sábados; detrás del templo, pintó unos nubarrones que presagian lluvia. Para muchos, fue el primer cuadro del joven pintor.

 

Después se volvió experto en caligrafía de avisos comerciales hasta incursionar en el mundo de los murales. Murales exteriores como el de carrera tercera, antes de subir la cuesta que lleva a la biblioteca pública. En ese mural gigantesco predomina la fauna silvestre de San José, en su hábitat.

 

A comienzos de 2025, decoró un gastrobar, en la calle real, junto a los billares Mi Viejo. La flora está representada en una rama con el café maduro y un manojo de multicolores hojas de la región. La fauna vive en el inquieto colibrí o tominejo y una mariposa transparente. En la pared externa de la panadería de la esquina, evocó al ave simbólica de San José, la 'eufonía saturata', con el pico abierto y la garganta amarilla.

 

Rubén Darío llega a ocupar el puesto que, por 50 años, ocupó Alcides Arenas, el pintor costumbrista que decoró, con sus pinturas folclóricas, corredores de casas campesinas, cantinas, cafés y oficinas públicas. Muchas personas, al partir del pueblo, llevaban en su equipaje algún paisaje que exaltaba los atardeceres de San José Caldas, con el templo, las casas del sector histórico, La Cruz y el Tatamá. 

 

Rubén Darío Ocampo se ocupa de la realidad del pueblo visto con ojos y técnicas pictóricas más modernas comparadas con las del siglo pasado que utilizó Alcides Arenas. Los dos artistas enorgullecen a los sanjoseños que sienten palpitar a su patria chica en las obras esmeradas de sus hijos.  Octavio Hernández Jiménez.

 

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