PARAPENTE EN CIELOS COLOMBIANOS

 

Octavio Hernández Jiménez

 

Las aves han cautivado al ser humano por la belleza de los plumajes, por la arquitectura aerodinámica de sus cuerpos, por sus trinos o porque han despertado en los distintos pueblos de la tierra, las  ansias de emprender como ellas un vuelo triunfal por los aires. Se han llegado a catalogar como seres divinos.

 

La mitología griega que es en sí una enciclopedia insuperable a cerca de las cuestiones más profundas y admirables que aquejan el alma humana, no se ha olvidado de los anhelos de emprender el viaje por el espacio, si no se puede con alas reales y propias, entonces con alas falsas.

 

Ícaro, era hijo de Dédalo, el arquitecto del laberinto de Creta, en el Mediterráneo. En ese laberinto estuvo prisionero el Minotauro. Un día, con la intención de huir, Dédalo y su hijo buscaron la libertad para lo que Dédalo fabricó unas alas y las pegó con cera en los hombros de Ícaro y en los propios. El padre aconsejó a su hijo de que no volara muy bajo o demasiado alto pues el calor del sol podía derretir la cera pero, como siempre, el joven no atendió los consejos del viejo. Ícaro se sintió un rey y se propuso volar más alto y pero las alas se derritieron. Ícaro se precipitó al mar en donde murió ahogado.

 

Cuántas veces hemos intentado, sobre todo cuando somos niños, emprender el vuelo como otras saetas por el aire. De esos brincos y saltos desde un árbol o un barranco no han quedado sino heridas y huesos quebrados. Tomás Carrasquilla se burló de ese intento fallido en el cuento Simón el Mago.

 

Pero hay formas más modernas, artísticas y complicadas de  intentar el anhelo  fallido de Ícaro como es el deporte extremo del parapentismo. Ese deporte en el que los arriesgados pilotos orientan unas lonas como cuartos de lunas multicolores para surcar el aire; en silencio; arrogantes.

 

Colombia ocupó en el Mundial de Bulgaria,  el cuarto puesto a nivel mundial, entre 42 países. Este país tiene sitios tan espectaculares para practicar este deporte como el Cañón del Chicamocha, varios elevaderos en Antioquia, Roldanillo (Valle), Balboa y Apía (Rda.), San José y La Merced, en Caldas.  

 

La caldense Andrea Jaramillo está en la avanzada de este deporte y es la única mujer del equipo colombiano que compitió, en Roldanillo (Valle),  entre el 4 y el 25 de enero de 2015, en el 14 Mundial de Parapente.

 

Cada día, las delegaciones de 38 países, compuestas por 151 deportistas, disputaron las jornadas llamadas mangas, tal vez, por los potreros elevados desde donde se tienen que lanzar.

 

A pesar de la temporada de verano, el viernes 16 de enero,  el firmamento y las montañas de la cordillera occidental estaba tan cubiertas de neblina como lo estuvieron en Apía (Risaralda), en la primera semana de agosto de 2014, cuando se llevó a cabo el campeonato nacional, en la pista de esa localidad que se va de bruces sobre el inigualable valle del río Risaralda. Abajo, el municipio de Viterbo (Caldas) sobre cuyo cielo se llevó a cabo el cross country o ruta con coordenadas.

 

Estas fotos se podrían llamar ‘de la espera’ pues los pilotos colombianos contemplan resignadamente el panorama oscuro  que no pudieron sobrevolar por determinación expresa del reglamento que les gobierna. Ellos no podían convertirse en otro Ícaro desobediente. Les dominaba la cautela.