A FALTA DE ESCENARIOS APROPIADOS,  PLAZA DE BOLÍVAR

 

La plaza de Bolívar de Manizales vuelve periódicamente a ser lo que fue en tiempos de la fundación de la ciudad: un mercado atiborrado en donde se citaban vendedores, compradores y espectadores a intercambiar productos, mirar los avances de la creatividad y la técnica, adquirir artículos y entretenerse con culebreros, payasos, malabaristas, adivinadores y, de pronto, una banda o un conjunto musical. La plaza se vestía de fiesta para las ferias de ganado, las procesiones religiosas, las concentraciones políticas y hasta para las corralejas con caballos y novillos de los alrededores. Dijo el autor de la música del pasodoble Feria de Manizales que los mejores enanos toreros desde siempre han sido colombianos. La plaza se convirtió en parque con árboles, jardines y la estatua en bronce del Libertador. Por los cuatro costados, los viejos autos. Ahora disfrutamos de una plaza de armas, y digo de armas porque fuera de uno que otro concierto en tiempos de ferias, los que más la utilizan son los soldados y los policías para condecoraciones y afines. En estas ocasiones se forma un auténtico infarto cardíaco para el transporte, en el centro de Manizales. En ferias de enero, la plaza de Bolívar se vuelve una prolongación lamentable de las galerías de mercado. Todo se compra y todo se vende.

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