APÍA TIERRA DE LA TARDE

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APÍA TIERRA DE LA TARDE

 

Maestro Octavio. Este fue un escrito que humildemente escribí para el centro literario "Octavio Hernández Jimenez" en honor a su gran obra "Apía tierra de la tarde música en la montaña". Espero que pueda ser de su agrado. Tambien quiero darle gracias por la maravillosa labor que ha hecho por mi pueblo, el mismo suyo (Apía).


Juan Camilo Arango López


“Apía habita en mi corazón desde hace tiempo… Y yo no le cobro arriendo”. Tal vez una frase de un guerrero hacia el reposo de su lucha; un laborioso conjunto de palabras unido por una maraña de sentido y hermosura; una belleza como la del sentimiento del Quijote hacia Aldonza Lorenzo; una virtud de tierra y espíritu, sin duda la gratitud y el recuerdo de la persona que cuenta esta historia detallada.


Decía nuestro único Nobel colombiano:   -cuando se escribe la historia de la vida, la historia de los pueblos y las antiguas ciudades, se plasma inmortal su nombre a través del tiempo-. Cuando tenía el libro entre mis manos sentía tener una historia igual de valiosa a la de un Egipto en busca de la eternidad; sentía poseer el recuerdo de un hombre y el recuerdo de un pueblo; la vida de mil hombres recordada por la evocación, la geografía olvidada pero latente y la historia peregrina en las bocas apianas, pero ahora plasmada inmortalmente.


Recuerdo una frase del maestro Octavio Hernández, que pronunció muy eficazmente y que cambiaría mi forma de leer y de escuchar las voces de los libros: “- ningún libro se encuentra leído mientras no se convierte en carne propia”. Entonces, después de oír aquella frase de gran sentido comprendí que esta obra antes de haber sido escrita se había hecho carne propia y vida de un pueblo (pero para mis pocos años parecía mi ignorancia de un tesoro), Sí, la obra fue carne propia antes de ser parida; esta sería la memoria contada por el ilustre señor Octavio Hernández y no una obra más para los estantes que la gente ignora.


Después, frente al colegio Santo Tomás en el cruce de la calle Jamarraya con Pichincha, el autor de este libro posterior a un breve saludo me dijo: - “ la nomenclatura actual es más abstracta que las matemáticas. ¡Qué puede imaginar alguien cuando se le dice carrera 8° o una calle 13”? Virtuoso detalle esquinero que la gente ignora pero que en él, en esa placa descolorida, se esconden historias, se esconden evocaciones. Posteriormente sentía que debajo de mis zapatos tal vez se reflejarían los primeros caminos “tan antiguos como los primeros avances territoriales del hombre americano, hace más de doce mil años” y el tiempo, y los accidentes que han intentado borrarlos.


Yo nacido en Apía, me encuentro con letras que parecieran tener polvo de caminos que levantaban las mulas en su camino hacia Chocó por el oro y la plata; mulas por el cruce de caminos, que se distinguen en la generación de la identidad apiana; este libro que nos ha dado un tiempo para recordar entre copa y copa con un anti-discurso de clausura de una historia sin terminar, y escuchar un vamos al teatro a ver un “medico a palos” y entender por qué el ocaso de la vida de tu pueblo apiano, pero el ocaso de la noche color carmesí y el revivir del amarillo solar fresco. Remembrar la hazaña de un diario de excursión Tatamá 1969, la palabra como el universo en el parto de nuestra biblioteca, unas bodas de oro del Santo Tomás y nuevos hombres que hacen soñar a Apía en mucho más que simples rezos. Aquel que fue vida y mucho mas en el Padre Octavio Hernández Londoño: pensamiento y acción, y que tuvo vida paralela sino secuencial en Mario Martínez Peláez.


Repase una y otra vez este escrito para que reflejara gratitud y agradecimiento; saber que “Apía tierra de la tarde” no tiene fin allí en su página 406, sino que aún continua escribiéndose. Sería el Macondo para Gabriel García Márquez, el Sayula ó Comala para Juan Rulfo, el Paso de los Toros para Mario Benedetti, El Toboso para Don Quijote y Apía fascinante para Octavio Hernández y demás Apianos.       

 

 

23 de noviembre de 2012

 




Octavio,

 

La gratitud debe ser de nosotros hacia tí por el hecho de haber ocupado tu tiempo en escribir nuestra historia de un modo tan ameno que incita a leerla y meditarla.  Has elevado mucho la autoestima de los apianos y eso me parece algo que es inconmesurable.  Ojalá que eso nos saque del letargo al que hemos llegado y parece nos congela como el invierno a los osos sin morirnos pero sí nos mantiene muy dormidos.

Quisiera tener una copia de tu traducción de Ítaca.

 

José Bertulfo Agudelo


Apía, tierra de la tarde

Publicado 13/05/2012 El Diario del Otún

 

Una obra de amor por un terruño, una gran muestra de entrañable entendimiento con una comunidad, un paisaje y unos recuerdos que marcaron la vida de ese bachiller de hace muchos años que fue Hernández Jiménez.


 Jorge E. Zapata
El Diario del Otún


Con el poético título de esta nota publicó el Humanista Octavio Hernández Jiménez una voluminosa obra que se entremete por las interioridades de Apía, el bello municipio risaraldense que tiene una fecunda historia cultural y que ha dado a la región figuras notables en el arte, la religión, la política y la educación.


Su solo colegio Santo Tomás de Aquino es un referente para centenares de personas del antiguo occidente de Caldas que cursaron su bachillerato allí y se proyectaron en la vida de la nación.


El libro está elaborado con ensayos y discursos del autor, pero es a la vez el fiel retrato de la vida cotidiana de un pueblo frio y amable que se paró en un cruce de caminos que dieron vida a otras fundaciones que soñaban con el oro del Chocó, con la belleza del valle del Risaralda y con la majestad del Tatamá.


Hernández Jiménez retoma los apuntes de los cronistas, de investigadores anteriores, de viajeros, para entregar a las generaciones de ahora la historia de cada día de un pueblo génesis de otro municipio importante como lo es Viterbo. Apía es en la comarca la visión de ese ayer que se construyó con la fuerza de muchas generaciones fundiendo las colonizaciones caucana y antioqueña.


El libro de este Maestro de Juventudes entrega un largo capítulo destacando la vida y la obra de Monseñor Octavio Hernández Londoño, un sacerdote educado en Europa que tenía la visión de los gobernantes modernos.


Un hombre de acción que eliminó la violencia partidista en su parroquia organizando las comunidades campesinas para alcanzar metas que los lejanos gobiernos no soñaban aún.


La historia de este cura de armas tomar, de su conocimiento del mundo, de su capacidad intelectual y su aceptación por parte de los parroquianos, puede mostrarse como ejemplo de lo que puede un líder y de lo que han prescindido los sacerdotes de hoy cómo ejercicio del pastoreo.


"Apía tierra de la tarde. Música en la montaña" es una obra de amor por un terruño, una gran muestra de entrañable entendimiento con una comunidad, un paisaje y unos recuerdos que marcaron la vida de ese bachiller de hace muchos años que fue Hernández Jiménez, pues el libro retrata con un lenguaje preciso, los días y las noches, la música de las viejas cantinas, las techumbres, las puertas y ventanas, la magnificencia del templo, la blanca neblina de los amaneceres y los bellos arreboles del véspero.


Hernández Jiménez, Octavio. Apía tierra de la tarde. Música en la montaña. Editorial Manigraf. Manizales, 2011. P.p. 406.