CRISTO DE LOS FUNDADORES (I)

 

Octavio Hernández Jiménez

 

Con este nombre se conoce la imagen del Crucificado que los primeros colonos llegados a habitar en lo que sería San José Caldas adquirieron, en 1914, para la capilla de techo de palma y luego de tabla que antecedió al templo actual.

 

Fue bendecida, a finales de 1914, por un misionero procedente de Cartago que llegó a bautizar, dar la primera comunión y casar muchas parejas.

 

Estuvo en el altar central hasta 1955 cuando fue sustituida por el Cristo de V. Bartolini, mientras que el Cristo de los Fundadores fue instalado en el bautisterio hasta 2010 cuando lo arrumaron en la sacristía.

 

El maltrato del tiempo y la humedad del rincón en el que tiraron la imagen la estaban destruyendo por lo que la llevé a Manizales para que el Maestro Jorge Carvajal la restaurara en su taller ubicado en el sector de los Agustinos. El arduo procedimiento de rescate demoró un mes completo hasta culminarlo a satisfacción.

 


CRISTO DE LOS FUNDADORES (II)

 

Octavio Hernández Jiménez

 

Estaba previsto el ingreso a San José de Caldas para las 7 de la noche del domingo 7 de diciembre de 2014. Una llovizna bogotana proveniente de los cuatro puntos cardinales acorraló el pueblo; hacía frío y apareció la neblina.

 

El cura me mandó llamar a la sacristía para anunciarme que él no saldría a la calle debido a la llovizna por lo que esperaba que trajeran la imagen del Cristo al templo para la serenata. Le dije que la gente estaba en el atrio dispuesta a partir al encuentro y la banda estaba filada para empezar la marcha. No aceptó argumentos. Repitió que no daría un paso afuera.

 

Cuando salí al atrio y comuniqué a la concurrencia que el sacerdote mandaba decir que no habría procesión por la llovizna, todos a una se sublevaron y dijeron: Hacemos la procesión nosotros solos; no es la primera vez que nos toca hacerla; el cura no siente lo que siente el pueblo. Que empiece a tocar la banda. Los que llevaban paraguas los abrieron y todos empezamos a caminar hacia la salida por donde, hacía cien años, los primeros habitantes habían ingresado con el mismo Cristo. El anda iba vacía. A la mitad del trayecto el cura y los acólitos nos alcanzaron y se unieron al desfile. 

 

Paramos frente a la Biblioteca Pública. La imagen aún se encontraba empacada, al frente, en casa de doña Emma. Toqué el portón. Unos instantes de expectativa. Abrió. Un grupo de señores entró detrás de mí para desempacarla. Cuando Octavio Jiménez (Tato) la vio en el piso, en todo su esplendor, espontáneamente se arrodilló y la besé e igual hicieron los demás del grupo. Para mí fue el trance más emotivo.

 

Sacaron el Cristo con gran reverencia y lo acomodaron en el anda que los cargueros habían traído vacía desde el templo. Entre los cargueros estaban Tito Fabio Hernández Jiménez, Octavio Jiménez González y Mario López Yunis,  bisnietos y nietos de aquellos colonos que la cargaron en 1914. Otros cargueros fueron Daniel Carvajal, un adolescente que había concluído bachillerato dos días antes y un joven de raza negra recién llegado a San José.  

 

Desde allí, acompañamos la imagen, al son de la Banda Marcial, bajo lluvia de flores lanzadas en el recorrido por una madre campesina y su hija, confeti y serpentinas, tiradas por adolescentes, hasta el templo, lugar que ha ocupado la escultura, sin interrupción, durante cien años.

 

La noche, con llovizna pertinaz y neblina, no amedrentó a los devotos. Quienes observaron la procesión desde los balcones comentaban que conmovía ver la imagen flotando, en un anda, entre un río de paraguas húmedos que brillaban con las luces de las lámparas.

 

Por tratarse de la clásica noche de alumbrado, los asistentes con linternas, faroles y luces multicolores, en las manos y en la calle, le dimos la bienvenida.

 

En el templo, se realizó una sentida Serenata al Cristo de los Fundadores, interpretada por Cristina Jiménez Marín, llegada de Viterbo, y su hijo Julián Díaz Jiménez que entonaron, con preciosas y acopladas voces, cuatro textos de música sacra. Luego, el Cristo cubierto de flores y rodeado de velas, fue expuesto a la contemplación de los que asistían por motivos religiosos o culturales. Cristina es bisnieta de Juvenal Jiménez (uno de los primeros colonos), nieta de Jesús Jiménez, hijo de Juvenal, e hija de Jesús María Jiménez e Inés Marín.

 

El campesino José Amelines Alcalde, el poeta de San José, con sus 87 años de edad a cuestas, compuso un poema espontáneo alusivo al acontecimiento: “Poderoso Padre nuestro,/ yo te traigo en este día/ la oración del Padrenuestro/ y la del Ave María.// Con esta linda oración/ te pido con mucha fe/ que le otorgues el perdón/ a los de aquí de San José.// Yo te pido, Cristo mío,/ en mi tarde de oración,/ quédate con nosotros/ en esta población.//Pues de ti somos hermanos/ todos los del mundo entero/ y bendice con tus manos/ a este pueblo cafetero”.

 

El Cristo de los Fundadores es pieza básica del Patrimonio Histórico y Cultural de San José de Caldas. Alrededor de este ícono se han atizado chispitas de un tibio sentido de pertenencia que calienta en el rescoldo.