EL OCASO DE UN PUEBLO


El texto de esta “tragedia musical indigenista”, pertenece a Francisco Javier López Naranjo y la Música a Carlos Fernando López Naranjo. Tomaron como tema la extinción de la tribu comandada por Tucarma, en las breñas sobre las que se fundaría, varios siglos después, a Apía.

 

Esta cantata se presentó en el Teatro de la Normal Sagrada Familia, en noviembre de 1992, como acto cumbre de la celebración del Quinto Centenario de la Unión de dos Mundos, efemérides conocidas, también, como Descubrimiento de América. Causó delirio entre los asistentes. Luego iniciaron un periplo con esa obra por escenarios de Pereira, Medellín y otras localidades antioqueñas, como Jardín y Ciudad Bolívar en donde Carlos Fernando había trabajado como director de la Banda de Música. Los coros, en la primera versión, correspondían a la Escuela Integrada de esas dos localidades antioqueñas.


Subieron al escenario personajes como Tucarma, Nabsacadas (jaibaná de los apias), Zulaima (amada de Tucarma), Chasquis (mensajeros), Indio 1-2-3-4-, Hombres, Mujeres y Niños de la Tribu, Jorge Robledo, Fraile, Soldados de Robledo fuera de integrantes del Coro y la Orquesta. Intervenía más de un centenar de personas entre actores, músicos y encargados de luces, vestuario, utilería, coreografías y demás facetas de la obra y el montaje.


Varios fragmentos del texto, tienen elevada entonación literaria como en el Canto del Fraile que sirve de abrebocas con melodía gregoriana: “Mil quinientos cuarenta; mes noviembre,/ el noble capitán Jorge Robledo/ regresó a la provincia de Santa Ana,/ dilatada región de cantos épicos,/ Quedan solamente por rendirse/ los nativos de Apía: valle extenso. Robledo llegó al pueblo de Chatapa,/ do, altivos, resistían con denuedo// Supo allí el capitán de las hazañas/ del cacique Tucarma, …”. En el canto de la Luna Negra, el Jaibaná, entona: “Lloro, rey, por mala estrella: al transcurso de los soles/ un designio horrible espera/ a los pueblos de entonces./ ¡Llegará una luna negra!, / eclipsando, cruel, las flores,…”.


Fue premiada, en todas partes, con estruendosos aplausos y elogiosos comentarios de personas autorizadas en la academia y en los medios masivos de comunicación. En agosto de 2010, con motivo de la conmemoración del Bicentenario de la Independencia de Colombia, Carlos Fernando repuso la obra, en escena, con un novedoso y actualizado montaje. Se presentó en el Polideportivo de Apía, en dos ocasiones y luego, en otras dos funciones, en el Teatro Santiago Londoño de Pereira. No tuvieron temor en utilizar la gradería como largo escenario y en vez de los viejos telones de fondo y las bambalinas, se exhibieron, sobre las columnas, vistosos pendones. Se utilizaron luces rojas y amarillas, vestuarios sobrios y novedosos recursos audiovisuales de gran efecto como el estudio fotográfico que el Arquitecto Jorge Evelio Aristizábal hizo del Tatamá, nuestro monte totémico. En ciertas partes de la obra se contó con la música de un órgano, instrumento musical magníficamente interpretado y, al finalizar el espectáculo, como anuncio de una nueva era, una sonora página con ritmo de rock interpretado con guitarra eléctrica destelló como un relámpago entre las tinieblas de la noche.

 

Las fotografías corresponden a los ensayos de la obra, con la Banda  de Música dirigida por el Maestro Carlos Fernando López N., en el Club Tucarma, y a la noche de 6 de agosto, en la que El Ocaso de un Pueblo se presentó en el Polideportivo de Apía. Fueron captadas desde el puesto que ocupaba como espectador. La obra había salido del estrecho marco del escenario de La Sagrada Familia, en donde se presentó en 1992, para aprovechar todo el espacio que le ofrecían las graderías de este espacio recreacional. La presentación resultó magnífica e histórica, como para celebrar los doscientos años del grito de independencia nacional (1819-2010).

 

(Fotografías de Octavio Hernández J.)

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