FIN Y COMIENZO DE AÑO

 

 Octavio Hernández Jiménez

 

Jano, dios romano que dio origen al nombre de enero (Jano-januario, janeiro-eneiro-enero),  con sus dos caras, es la representación del tiempo que se fue y el que aún no ha llegado. De dos entelequias mentales que no existen, en el momento presente, pues solo existe, si es que podemos decirlo, el filo entre esos dos inexistentes.

 

Desde su concepción clásica, enero es un tiempo de disyunciones: Un tiempo para la paz y la guerra; la nostalgia y la esperanza; la melancolía y la alegría. La meditación  que precede a la acción que llega; un período concebido como una pausa que podemos dedicar a la lectura reposada y gozosa.

 

Fernando González Ochoa (1895-1964), el filósofo de Otraparte, es un estupendo autor colombiano cuyos copiosos títulos son apropiados para repasar en esta temporada. Sus libros provocan la reflexión y dejan en nuestra sensibilidad ese sabor agridulce que nos embriaga al descubrir, al mismo tiempo, la verdad escueta y el lado risueño de las cosas.

 

“Pensamientos de un Viejo”, a pesar del título, es uno de los primeros frutos de su discurrir filosófico y literario (1916), llevado a la imprenta, en Manizales, en la Editorial Zapata, con prólogo de don Fidel Cano. Se trata de un conjunto de anotaciones breves, de entonación poética, como la siguiente, que propongo para que se lea con deleite y pausadamente, en esta temporada de fin y comienzo de año.

 

Al final de Pensamientos de un Viejo aparece Mi gato es profundamente escéptico. Es  un texto con un ritmo que invita a la delectación espiritual además de engolosinarnos con esa forma de expresión doméstica en que buscamos refugio, mientras tomamos fuerzas para emprender la prosaica jornada de un año que se nos vino encima.

 

MI GATO ES PROFUNDAMENTE ESCÉPTICO:

 

Durante muchos días estuve hundido en la más negra tristeza. Pero es cosa propia del alma, y que, se observa, en gran manera, entre los solitarios, el prepararse por medio de la tristeza y el decaimiento para la sutil alegría. Y mientras más largos y penosos  sean los días negros, más violento y saltarín será el contento.

 

Los grandes filósofos y poetas han sido siempre los grandes atormentados, pero también los grandes felices. Y la razón es que estos dos conceptos, alegría y tristeza, nacen por comparación de estados de alma: Un hombre que permaneciera en un solo estado de espíritu, no podría saber qué es la alegría, ni que cosa es el dolor…

 

Yo estuve pues, profundamente triste, hasta que la maliciosa alegría se fue apoderando de mi corazón, como si fuese el vino más añejo… Y despertando con mis gritos al amigo Run-run, exclamaba: ¡Ya no hay nada por encima de mí, puesto que los conceptos sólo existen en mi alma: puesto que soy el creador de la verdad…! ¡Ya no tengo ningún amo! ¡Ya no hay por encima de mí ninguna idea ni ser alguno! ¡Ya mi existencia depende de mi querer!... Y quiero vivir para conocer todas las verdades, todas las alegrías, todas las tristezas… Hasta que mi corazón y mis ojos se hayan cansado…

 

En ese punto, al ver los ojos burlones que ponía Run-run, se me enfrió la locura. Pues el gato es más profundamente escéptico que yo, y juzga estos alborotos, como tentaciones de la carne…

 

 

 

 

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