CABLE AÉREO MARIQUITA-MANIZALES


Octavio Hernández Jiménez

 

Dos décadas antes de que se construyera la Carretera de Occidente, en Caldas, que se concretó en la década del treinta, quienes llegaban a Manizales acezaban parejo con las bestias, por trochas y lodazales, provenientes de Anserma, San Joaquín, Apía, Belalcázar, San José, Belén de Umbría o el Chocó, cruzaban el río Cauca por varios sitios, entre ellos el actual Arauca o el Kilómetro 41 (Puente Colombia) y ascendían a Manizales bordeando, en buen trecho, la Quebrada Guacaica y tomando un merecido respiro en la fonda de la Quiebra de Vélez o en otras fondas en donde su cruzaban algunos de esos deshechos. En la primera mitad del siglo XX, el Camino Nacional de Occidente estuvo congestionado por muladas que, unas detrás de otras, como incansables hormigas, cargaban hacia Manizales el producto de copiosas cosechas de café, para enviarlo, en el Cable aéreo, rumbo a Estados Unidos y Europa, por el río Magdalena y el océano Atlántico.


Era tan abundante la producción cafetera que se pensó en un cable aéreo como la forma más adecuada para sacar la cosecha al mercado internacional. Urgía poner el café en la ruta del río Magdalena, para trasladarlo a Barranquilla. El ferrocarril de la costa estaba en construcción.


El gerente del ferrocarril de La Dorada, Thomas Miller, de origen inglés, presentó, en 1910, un proyecto para construir un cable aéreo entre la estación del tren de Mariquita y Manizales. El gobierno nacional firmó el contrato, el 14 de diciembre de 1910, por el que se realizaría la obra con dinero de inversionistas ingleses que ya hacían parte de la construcción de los ferrocarriles y de la navegación por el Magdalena. Los estudios y los presupuestos se realizaron en Londres. El capital de la obra fue de 250.000 libras esterlinas equivalentes a $1.250.000 dólares, de la época.


James Ferguson Lindsay, nacido en Nueva Zelanda y ciudadano inglés, con experiencia en cables aéreos, en Europa, se encargó de dirigir la obra entre Tolima y Caldas, de 72 kilómetros de largo, y que tardó 10 años para construirla. La Primera Guerra Mundial frenó el avance en la obra del cable aéreo pues el conflicto europeo impidió el despacho de materiales desde Inglaterra. Los metales para fabricar cables, torres y motores se requerían para la elaboración de muchas armas.


La llamada Torre del Cable (o de Herveo), fue mandada a construida en madera, por Lindsay (como lo siguen llamado en la capital de Caldas), ante el naufragio del barco que transportaba la torre metálica, producto de una acción bélica, en la primera guerra mundial, en el océano Atlántico. La trasladaron, en el año 1984, al parque Antonio Nariño, de Manizales.


Las directivas del cable vieron, luego, que era mejor seguir importando las piezas metálicas desde Estados Unidos. El 2 de febrero de 1922 se inauguró el cable aéreo considerado como el más largo del mundo, en ese tiempo.


Según el historiador Luis Londoño Ocampo, cuando había carga suficiente se transportaban, en un día, en el cable aéreo, entre Manizales y Mariquita, 2.500 bultos de café (de ida) y 1.800 de mercancías (de venida).


El primer cable que se proyectó en Suramérica fue el de Manizales a  Mariquita, en el Tolima (1910-1922), con una extensión de 71,82 kilómetros de los que se construyeron los 71,82 kilómetros. Luego, el cable Manizales-Villamaría (1927), de 2 kilómetros que se construyó en su totalidad.


Después, se planeó el cable Manizales-Neira-Aranzazu-Salamina-Pácora-Aguadas (1928), de 59 kilómetros, y el que avanzó apenas en 22,81 kilómetros, hasta Aranzazu. Fue planeado para carga y pasajeros. La dirigencia del comercio en Manizales buscaba que la zona norte de Caldas dejara de mirar a Medellín como el eje de sus negocios y girara hacia Manizales.


En 1928, se proyectó el cable Manizales-océano Pacífico, de 68,75 kilómetros de los que se construyeron 9,74 kilómetros, hasta la vereda la Cueva Santa, por la Quiebra de Vélez, más abajo de La Linda, en Manizales.  


El 16 de octubre de 1931, comerciantes y agricultores de Manizales y el Occidente de Caldas, por medio de un extenso telegrama, solicitaron al Ministro de Obras Públicas cuarenta mil pesos de auxilio para avanzar con el cable desde la Cueva Santa hasta La Margarita (Cambía), más arriba de Arauca. Pero el gobierno central ya estaba en manos de personajes con un pelambre político distinto al de quienes solicitaban esa inversión por lo que el cable  Manizales-Pacífico, beneficioso para la capital y las poblaciones intermedias, fue liquidado cuando acababa de nacer. 


A mediados de 1923, James F. Lindsay fue encargado de dirigir la construcción de los cables aéreos de Cúcuta al Magdalena y de Pasto al océano Pacífico, después de haber entregado el cable aéreo que unía a Mariquita con Manizales.


El mantenimiento, transporte y explotación del cable aéreo de Manizales estuvo a cargo de la sociedad The Dorada Railway Limited, por 50 años, hasta el año 1967, cuando lo desmontaron. Fue una decisión inconcebible, para los tiempos futuros, como también lo fue el desbarate, en esa misma época, de los ferrocarriles nacionales, entre ellos el Ferrocarril de Caldas.


Es increíble: El éxito desmedido llevó al Cable aéreo a su posterior fracaso. Las cargas de café se acumulaban en las bodegas en Manizales y Mariquita y las góndolas no daban abasto para hacer llegar, a tiempo, las mercancías a las bodegas intermedias, en Mariquita, Honda y La Dorada.


Con el auge del café, en las décadas de 1910 y 1920, se buscó y se afianzó el comercio cafetero del centro y occidente de Caldas, por medio de los vapores y trenes que transitaban por la ruta Manizales, Pereira, La Virginia, Puerto Isaacs (Buga) y Buenaventura. En marzo de 1924, los datos divulgados por la casa Balzac Brothers de Nueva York mostraban un incremento significativo de la exportación de café colombiano que pasó de 250.000 sacos, en 1904, a un millón novecientos mil sacos, en 1923.


Los altos precios del café, en la década de 1920, incrementaron el desarrollo de la región caldense, en la tercera y cuarta décadas del siglo XX. La situación económica de esa temporada explica, en parte, por qué el Viejo Caldas, que conformaba una sola diócesis, acometió la construcción de la catedral gótica de Manizales.


Respecto a la torre del Cable en Manizales, con el paso de los años, se convirtió en un objeto de adorno; sobre todo en navidad. Para los que transitan por la avenida Santander, se trata de una Torre Eiffel de madera, pero con lecciones de historia, de civismo y de empuje, poco recordadas, por manizaleños y caldenses.