CARLOS VELÁSQUEZ EN EL MUSEO FRIDA KAHLO

 

Octavio Hernández Jiménez

 

Sorprende que con México nos unan más las facetas de la cultura hispánica que de la cultura indígena. Sin embargo, es tal el fervor que los mexicanos profesan por lo que conservan de aquellos sistemas culturales que ese país se ha constituido en uno de los recorridos más apetecidos por los turistas de todas las latitudes.

 

El fotógrafo Carlos Velásquez viajó a México en donde se deleitó captando todo lo bello, lo histórico y lo cotidiano que posee. Entre los espacios que más le llamaron la atención estuvo la casa de Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón, la Frida Kahlo (1907-1954) a quien la vida que le tocó soportar, la calidad de la obra pictórica y fotográfica que realizó y el despliegue de los medios de comunicación convirtieron en la artista más popular del arte latinoamericano.

 

Frida se casó con Diego Rivera, muralista al que amó con la mayor entrega y que no siempre le correspondió como ella merecía. Siempre experimentó ansias de una  felicidad esquiva. Si no fueron los problemas con sus semejantes fueron el infortunio, la desolación y la soledad los que marcaron su vida desde la niñez.

 

Muchas obras de Frida han sido catalogadas como surrealistas y otras como expresionistas. Mientras en el surrealismo los artistas mezclan facetas de la realidad con formas fantásticas, en el expresionismo se muestran aspectos  que sacuden y asustan a los espectadores como esas camas de hospital en que permaneció la artista por largas temporadas, los fetos ensangrentados, los exvotos piadosos y la falta de miembros en algunas obras pictóricas. Era un “arte de necesidad interna”. Elementos surrealistas, expresionistas y objetos utilitarios entraron en la órbita de lo captado por el fotógrafo manizaleño en su recorrido.

 

Los médicos utilizaron los instrumentos medievales de mediados del siglo XX para tratarle la poliomielitis, el accidente de tránsito en el que se fracturó la columna vertebral y la pelvis y la trombosis pulmonar que la llevó a la tumba. Fue operada 32 veces. Básicamente, esos sufrimientos quedaron perpetuados en el recorrido vital de su obra artística.

 

Pero, en la casa natal de Frida, la Casa Azul situada en la Calle Londres del Distrito Federal y actualmente sede del Museo Frida Kahlo, Carlos Velásquez no solo se fijó en la estética de las obras sino en los espacios domésticos por donde transcurrió la vida de la artista que luchó con constancia contra la misma vida.

 

De esta selección es placentero detallar que el fotógrafo dirigió su cámara hacia los   utensilios que, tal vez, hicieron amable la vida cotidiana de la artista y ama de casa. Nos dejaron el mensaje de que Frida, ante todo, fue un ser humano demasiado sensitivo.

 

En lo captado por el fotógrafo aparecen los objetos que pudieron serle amables a la artista, en esa existencia saturada de pesadillas. En  compañía de las cosas seleccionadas por ella pudo exorcizar la angustia que la agobiaba. Ella lo dijo: “Pies pa’qué los quiero si tengo alas pa’volar”. Con las fotografías publicadas en el periódico El Andino, Carlos Velásquez hace un simbólico recorrido por lo que fue la vida para esta martirizada mujer latinoamericana.

 

 

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