EL PUTAS DE AGUADAS

                                                                      

                                                                             Octavio Hernández Jiménez

 

En la jerga de la región paisa, “el putas” no es solo el diablo sino una persona que hace alarde de una capacidad inusitada de fuerza física y también de recursos para salir adelante en un desafío. El putas es un putas. En la edición del DRAE correspondiente a 2001, aparecen 17 palabras relacionadas con “puta” y sus distintas acepciones pero ninguna se relaciona con algo distinto a la prostitución. En Colombia, un putas es una persona que causa admiración; un verraco. “¡Qué putería!”, lo recuerda  Argos, en Refranes y dichos, expresa un “superlativo bueno o malo” (p.200).

 

Afirmaron que el Putas de Aguadas fue un individuo que transportó una piedra de 800 toneladas para construir el Puente de Piedra. Pero, más que un personaje de carne y hueso, se fraguó como la encarnación de las virtudes cívicas de los aguadeños. Ese caballero dejó la lección de que todo conglomerado forja las oportunidades para echarse a marchar, como fue el caso de Aguadas. Debido al esfuerzo ciudadano, ese pueblo apareció con una compañía de operetas y zarzuelas, en la mitad del siglo XX; con un inusitado energía e interés por la música partieron de Aguadas los Hermanos Hernández, con sus tiples y guitarras  a triunfar en escenarios de Estados Unidos, México y el sur del continente. Es de la Ciudad de las Brumas la  Banda de Músicos, fundada en 1883, que ha cosechado, en innumerables festivales nacionales, los máximos trofeos. Aguadas cuenta con el Museo Nacional del Sombrero y, últimamente, los aguadeños se propusieron organizar, año tras año y con el mayor esplendor, el Festival del Pasillo.

 

Aníbal Valencia, director de la Casa de la Cultura se jactaba de que, “los aguadeños somos echados pa’lante; mucho esfuerzo pues todo lo queremos perfecto, bello y único, aunque nos resulte costoso”. Metelones como El Putas  de Aguadas. Al morir, Aníbal dejó una historia novelada del personaje simbólico en la que trata sobre el escenario en que vivió, su infancia, su época como monaguillo, como estudiante, además de pintar al Putas como arriero, como soldado en la guerra y como seductor. Una fantasía menos verosímil que la que se cuenta del protagonista de ese clásico anónimo de la literatura paisa La Extraordinario Vida de Sebastian de las Gracias.

 

Juan Ramón Grisales publicó un texto de carácter costumbrista con este título, sobre el personaje de marras y Javier Sánchez, miembro de la Academia Caldense de Historia, publicó, en la Revista Impronta, de la misma academia, la nueva versión que sobre el Putas de Aguadas escuchó en tan bello pueblo.

 

EL VERRACO DE GUACAS:

En el Diccionario de Americanismos (2010) aparece Verraco con B y con V y las dos formas con el significado de “persona valiente y audaz”, “persona bravucona y pendenciera”. El putas de Aguadas (Caldas) tiene como equivalente al Verraco de Guacas, en Antioquia.

 

Dicen que a Heliconia la llamaban Guacas, localidad que  sobresalía por los yacimientos de sal y los huecos que quedaban de esas perforaciones. Verraco deriva del latín verres y, desde el siglo XIV, en España y luego en América, designa a un cerdo padrón. Verraquear es gruñir o dar señales de enojo. En Heliconia, un parroquiano tuvo un marrano enorme que saltaba cercos y recorría huertas y chiqueros buscando marranas que dejaba preñadas. Era un verraco en el doble sentido de la palabra: un cerdo potente y poderoso que no se le quitaba a nada. En Colombia, sin que muchos sepan en dónde queda o quedaba Guacas, se usa la expresión El Verraco de Guacas para hablar de alguien que, como el marrano de Heliconia, no hay situación por difícil que parezca que no logre solucionar.

 

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