EL TRAPICHE MUELE Y MUELE
Octavio Hernández J.
En el imaginario colectivo del pueblo paisa, un trapiche en donde muelen la caña de azúcar con la finalidad de fabricar la panela es uno de los sitios más cargados de connotaciones folklóricas. La música y la copla de la región andina están saturadas de alusiones a estos dulces menesteres.
“Trapiche, molé, molé,/ Trapiche, molé la caña/ Queste dulce ha de servir/ Pa llevar pa la montaña”.
En el Viejo Caldas, la actividad panelera cuenta con ciertos presupuestos ambientales y sociales que diferencian el procedimiento de la forma como se realiza en otras regiones de Colombia.
Como pueblo, hemos constituido, a través de la historia de los dos últimos siglos, una zona de minifundios y esos minifundios, por divisiones y subdivisiones de pequeñas herencias, en cuatro palos para cada propietario.
Esta es una de las razones de la crisis que no termina: para la mayor parte de nuestros campesinos, el café no es rentable mírese por donde se mirare.
La mayoría de las veces, en la franja templada del Viejo Caldas, los pequeños cafeteros reservan un lotecito para cultivar caña con el propósito de darla de comer cruda y picada con el machete,en una canoa, al caballo o la mula y para hacer una “saca” de panela para la casa y, si sobra para venderla en la fonda o en alguna tienda del pueblo.
Han pasado al olvido los tiempos de las fincas autosostenibles en donde, mientras los varones cultivaban café, caña, yuca, plátano, aguacate, arracacha, naranjas, zapotes, mangos, pomas, en la huerta vecina a la cocina, las mujeres sembraban tomates, coles, repollos, zanahorias, cilantro, lechuga y, en muchas, un arbolito de limón mandarino, maticas de albahaca, cidrón y otras infusiones caseras.
Las guamas y las dulumocas se daban en los cafetales como sombrío y los guayabos se daban silvestres en los potreros al servicio de los pájaros y los muchachos.
Libres corrían gallinas, gallos y pollitos fuera de patos, gansos, piscos, animales que surtían de huevos y carne a los habitantes de esa parcela. En los lodazales se revolcaban los marranos y en el potrerito bramaba la vaca.
Si Noé, el patriarca bíblico, antes del diluvio, viviera en una de las fincas del Viejo Caldas hubiera tenido que acondicionar dos arcas para salvar las especies existentes, en plena amenaza: una para los animales y otra para las plantas pues si hubiera metido las plantas y los animales en una sola, los animales hubieran dado buena cuenta de tantos y variados vegetales que había en las fincas de antes.
Ahora el bastimento se compran en el supermercado del pueblo. Hasta huevos, pollos y plátanos. Otra causa de hambruna generalizada.
Abundaban, aquí y allá, los trapiches en tierra caliente y templada del Viejo Caldas. Era común verlos echar humo en predios hasta de 1.300 metros de altitud.
El Valle del río Risaralda fue dedicado más al ganado que a la caña, hasta finales de los años 80 del siglo XX cuando los dueños del Ingenio Azucarero Risaralda empezaron a arrendar tierras para ellos sembrarlas de caña.
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Se están acabando los trapiches como El Indial en el Kilómetro 41 (corregimiento de Manizales) que, según cuentan, está en negociaciones para convertir esa bella tierra cultivada de caña en un condominio campestre.
Los trapiches constan de una enorme y alta ramada construida con guadua y encima cubierta con láminas de zinc pues el amplio vuelo de los espacios de guadua no hubieran resistido un peso superior como las tejas de barro.
Luego de cortar en el cañaduzal los lotes de caña, los arrieros los transportan a lomo de mula para meterlos en una máquina metálica llamada trapiche (palabra mozárabe), compuesta de un cilindro pesado que exprime las largas y dura cañas; sale el jugo llamado guarapo listo para utilizar en el proceso central.
“La caña con ser la caña/ también siente su dolor;/ la meten en el trapiche,/ le parten el corazón”.
Hay una obra de ingeniería popular consistente en un horno de ladrillo, grande como un cuarto, cuya boca queda bajo el nivel del terreno a donde el operador desciende por escalas a alimentar el fuego con el bagazo de la caña.
Ese fuego se expande por debajo de cuatro pailas enormes de cobre en donde se limpia, clarifica, evapora y se obtienen las mieles que producirán la panela.
El humo de la combustión sale por una esbelta torre de ladrillo. Por ahí mismo, con el viento que penetra por la boquilla por donde el encargado alimenta el fuego, sale la pavesa de la caña quemada y un vapor pegajoso que inunda los alrededores.
Cuando la miel está en un punto que no es acuoso sino concentrado, se vacía en una batea grande cubierta de lata. Esa masa se vierte en moldes de madera por lo general con las iniciales del dueño del trapiche o de la finca, en bajo relieve; se pone a enfriar hasta que endurezca para luego empacar la panela y enviarla al mercado.
Los dueños de la molienda avisan a sus familiares que quieren hacerse presentes para que vayan y hagan alfandoques obtenidos con la masa tibia que tiran con las manos en una gimnasia que asemeja un acto de magia.
A esa pasta le agregan anís o queso o jengibre o pepitas de corozo. La masa se va poniendo blanca y sola o acompañada de mazamorra es todo un manjar típico de la zona panelera o cafetera.
Una golosina parecida al alfandoque, pero más delgada, es el alfeñique, (palabra mozárabe que en estas tierras se conoce como caramelo). “Terroncito de alfeñique,/ botón de blanco jazmín;/ si no estás enamorada,/ enamórate de mí”.
Se puede hacer un catálogo de bebidas elaboradas con el zumo de la caña o la panela.
Los patronos o trabajadores ofrecen guarapo frío, al momento de exprimirlo en el trapiche, con goticas de limón y, ¡adios sed!
En Riosucio Cds., dejan fermentar el guarapo (palabra quechua) o miel fría de la caña, en la primera etapa de elaboración de la panela, lo que se convierte en uno de los licores más solicitados en el Carnaval del Diablo por los lados de Sipirra.
En muchos hogares, como sobremesa en el almuerzo o bogadera en el corte, ofrecen sirope, deliciosa bebida elaborada con panela desleída en agua, cáscara de piña, cogollos de guayaba agria, limoncillo y una ramita de eneldo.
Si se le añade eneldo, la bebida queda carminativa o sea que ayuda a expulsar los gases del cuerpo.
Estas bebidas típicas tienen su consagración industrial en el aguardiente cuyo origen y consecuencias sintetizó muy bien el poeta popular en esta copla: “Aguardiente de caña,/ nacido de verdes matas;/ al hombre de más valor/pone a andar en cuatro patas”.
OCTAVIO HERNÁNDEZ JIMÉNEZ
(San José de Caldas, 1944), bachiller del Colegio Santo Tomás de Aquino de Apía (1962) y luego profesor del mismo centro educativo. Profesor de la Universidad de Cundinamarca (1974-1975). Profesor Titular y Profesor Distinguido de la Universidad de Caldas, en Manizales (1976-2001). Primer decano de la Facultad de Artes y Humanidades (1996-1999) y Vicerrector Académico (E.) de la misma Universidad (1996). Premio a la Investigación Científica, Universidad de Caldas, (1997). Primer Puesto en Investigación Universitaria, Concurso Departamento de Caldas-Instituto Caldense de Cultura (2000). Primer Puesto Categoría de Ensayo Nuevos Juegos Florales, Manizales, (1993 y 1995). Miembro Fundador de la Academia Caldense de Historia, Socio Fundador del Museo de Arte de Caldas, Miembro de la Junta Directiva de la Orquesta de Cámara de Caldas. Orden del Duende Ecológico (2008).
* OCTAVIO HERNÁNDEZ JIMÉNEZ ha publicado las siguientes obras: Geografía dialectal (1984), Funerales de Don Quijote (1987 y 2002), Camino Real de Occidente ( (1988), La Explotación del Volcán (1991), Cartas a Celina (1995), De Supersticiones y otras yerbas (1996), El Paladar de los caldenses (2000 y 2006), Nueve Noches en un amanecer (2001), Del dicho al hecho: sobre el habla cotidiana en Caldas (2001 y 2003), El Español en la alborada del siglo XXI (2002), Los caminos de la sangre (2011), Apía, tierra de la tarde (2011). Su ensayo “El Quijote en Colombia” hace parte de la Gran Enciclopedia Cervantina, de Carlos Alvar (2006).
* “El humanista Octavio Hernández Jiménez contribuye a la afirmación de la cultura popular en Caldas. Él, con ese orgullo caldense que siempre expresa en sus escritos, se ha empeñado en divulgar el folclor regional, pensando siempre en afirmar la identidad y autenticidad de la cultura caldense en el marco y relaciones con la cultura popular colombiana. El humanista caldense tiene una fuerza cultural muy significativa en el conocimiento y cultivo del folclor y en los aspectos diversos de la cultura popular que reflejan la esencia del alma colombiana. Octavio Hernández en su obra transmite la idea de que es necesario fortalecer en los caldenses la conciencia regional y nacional como pueblo de grandes valores y atributos” (Javier Ocampo López, miembro de la Academia Colombiana de la Lengua y de la Academia Colombia de Historia, en el texto “Octavio Hernández Jiménez, el humanista de la caldensidad”, 2001).
Título: Orden del Duende Ecológico.
“República de Colombia/ Alcaldía Municipal San José Caldas/ Nit. 810001998-8/ II Fiestas de Mitos y Leyendas. Resolución Nro 093-08 Octubre 09 de 2008. Por medio de la cual se otorga la Orden del Duende Ecológico. El Alcalde Municipal de San José Caldas, en ejercicio de sus facultades Constitucionales y, CONSIDERANDO: Que mediante el Acuerdo Municipal número 216 de 2008, se creó la Orden Del Duende Ecológico, máxima condecoración que el Alcalde Municipal concede a sus ciudadanos más destacados. Que es deber de esta Administración exaltar las cualidades y virtudes de una Persona Ilustre del Municipio que con su actuar ha dejado en alto el nombre del Municipio. Que el Doctor Octavio Hernández Jiménez es reconocido como un señor íntegro en medio de sus labores misionales, amante de la tradición y cultura propias de nuestra región, las cuales da a conocer como embajador de nuestro municipio a nivel regional y nacional. Que el Doctor Octavio Hernández Jiménez se ha destacado como un insigne señor, cívico por excelencia, colaborador incansable; se ha hecho presente en el desarrollo de importantes programas que han impulsado el progreso de nuestro Municipio, difundiendo ejemplo para presentes y futuras generaciones. Que el Doctor Octavio Hernández Jiménez se ha destacado en el estudio de la influencia de los mitos y leyendas y su divulgación dentro del Municipio de San José Caldas. Que según estudios realizados por el Doctor Octavio Hernández Jiménez, dentro de la historia del municipio se creó la figura del Duende Ecológico para preservar las aguas, nombre que hoy recibe la presente Orden. En mérito de lo expuesto, RESUELVE: Artículo Primero: Otorgar la Orden Duende Ecológico al Doctor Octavio Hernández Jiménez. Artículo Segundo: Exaltar las cualidades de tan ilustre personaje, quien con su excelente desempeño ha dejado un gran legado en el arte de escribir y en la conservación del patrimonio cultural. Artículo Tercero: Hacerle entrega de una placa al Doctor Octavio Hernández Jiménez, en acto público a realizarse el día 09 de octubre de 2008. Artículo Cuarto: Copa de la presente resolución será entregada en nota de estilo al Doctor Octavio Hernández Jiménez, en dicho acto. Comuníquese y cúmplase. Expedida en San José Caldas, a los nueve (09) días del mes de octubre del año dos mil ocho (2008). Daniel Ancízar Henao Castaño, Alcalde Municipal”.
octaviohernandezj@espaciosvecinos.com
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