GUERRA DE LOS MIL DÍAS
Octavio Hernández Jiménez
La Guerra de los Mil Días, entre conservadores y liberales, se inició a finales de 1899, en tierras de Santander y, en definitiva, favoreció a las fuerzas gobiernistas (conservadoras). En la batalla de Palonegro (Lebrija, Santander), los conservadores diezmaron a las guerrillas liberales. Hubo victorias esporádicas de los guerrilleros (liberales), en Peralonso (Norte de Santander) y en otros combates. Al frente de “los macheteros”, llamados así por las primitivas armas que utilizaban los liberales, estuvieron Rafael Uribe Uribe y Benjamín Herrera.
En el suroeste de Antioquia y norte del Cauca, el conflicto se agudizó en el año 1900. Escaramuzas y combates en Salamina, entre Santa Rosa y Chinchiná (Tarapacá), en Filadelfia, en las márgenes del río Cauca, Quinchía, Alto del Rey, Pirsa, Guática, Apía, Tadó, San Pablo, Puente del Pintado destruido por una avalancha del río Cauca en 2017, Alto de Mismis, Alejandría, Pumia, Carmen de Cañaveral y Bonafont. El colono Santos Hernández con su esposa María de los Ángeles Londoño, en el sitio donde quedó anclado San José, fueron testigos más que presenciales, de una de esas movilizaciones de tropas, por el noroccidente caucano, en la Guerra de los Mil Días. Por los lados de Irra y, más arriba, (por el el actual puente de Alejandría y el paraje de La Margarita) se movía el guerrillero Manuel Ospina.
En ese ir y venir de tropas, “mientras las guerrillas (liberales) merodeaban por las riberas del río Cauca, el general Rafael Díaz y el coronel Pedro A. González entraron por el Chocó y se apoderaron de la población de Apía en donde saquearon las casas conservadoras. Siguieron para Ansermaviejo y ocuparon posiciones ventajosas en inmediaciones de la población. El 7 de enero de 1900, a las seis de la mañana, el prefecto Cruz (gobiernista) se abrió paso en medio de los revolucionarios emboscados y les causó 46 muertos, muchos heridos y numerosos prisioneros” (A. Cardona T., 2006, p.293).
Buscando dar un golpe sorpresivo, la guerrilla caucana salió a Buenaventura, de allí fue a desembarcar en Bahía Solano y penetró al interior del país por el Camino Nacional del Chocó. Siguió la ruta de Guarato, Santa Cecilia y Jamarraya (Pueblo Rico) hasta Apía, y aquí se presentó un acontecimiento que se volvió legendario.
Cuando yo estudiaba bachillerato en el Colegio Santo Tomás, (1960), la generación de viejos de Apía contaba que los guerrilleros entraron al pueblo, a pie y a caballo. El jefe se sentaba con sus hombres en la plaza de mercado que era el actual parque, y allí se ponían a beber licor, en compañía de mujeres que habitaban la zona de tolerancia ubicada arriba, en la Calle de Sodoma. Los guerrilleros quemaron un sector de casas que daban a la plaza, en donde vivían y tenían sus tiendas varios comerciantes de tendencias gobiernistas (conservadores); los atacantes intentaron que los varones salieran despavoridos de sus casas para asesinarlos en la calle. Las esposas de esos comerciantes y otras más se comunicaron por los solares y salieron a apagar el incendio con olladas y baldados de agua. Se salvaron porque aún respetaban a las mujeres. Después de pasar varios días, en el pueblo tomado, el jefe de la guerrilla bajaba borracho, en su caballo, por la falda de la calle de Santuario; un ruido asustó a la bestia que derribó al guerrillero; el individuo murió enredado en las riendas del caballo que lo arrastró por largo trecho.
El 9 de enero de 1900, hubo combate con siete muertos para los sublevados; el 23 de julio de ese mismo año, por el caserío de Carmen de Cañaveral; otro enfrentamiento dejó cinco rebeldes muertos. Los rebeldes comandados por Buenaventura Pineda huyeron hacia el Chocó en donde se presentaron varios combates en la desembocadura del río San Juan.
“Desde finales de marzo de 1900 hasta finales de julio de ese año, los efectivos combinados de paisas del suroeste antiqueño y riosuceños emprendieron una cruenta campaña, plagada de asesinatos y atropellos sin fin, donde las principales víctimas fueron los campesinos inermes acusados de auxiliar a las guerrillas liberales” (A.Cardona T., 1 feb. de 2015, p.7).
Las fuerzas del gobierno acantonadas en Riosucio (provincia de Marmato) organizaron campaña contra las guerrillas que azotaban a esa localidad, a Quinchía, Bonafont, Guática, Anserma, Belén y Apía. Batallas con muertos como resultado, en los enfrentamientos con Buenaventura Pineda.
Para ir de San José a Apía, había que atravesar el cenagoso valle del río Risaralda, y persiguiendo la tierra de la tarde, ascender y descender por la Cuchilla de Apía. Se ascendía, por las veredas El Socorro, La Máquina, La Sombra, San Agustín, antes de llegar a la anterior Villa de las Cáscaras, ya Apía, caserío que inició la vida administrativa de municipio, según un acuerdo de la Asamblea del Cauca, en Popayán, en 1893, y cuyo territorio asignado (incluído Santuario) había hecho parte de la extensa área de Ansermaviejo.
Hubo un motivo político que explica por qué muchas familias escogieran al sitio de Miravalle, (luego San José), como lugar de residencia. “Al llegar a Pumia, la tropa gobiernista de Riosucio y otros pueblos se dividió en dos columnas: los coroneles José I. Bayer y Rubén Santacoloma con unos doscientos hombres avanzaron por trochas escabrosas bordeando el mortífero Valle del Risaralda y los sargentos mayores Luciano Palomino y José María Rincón con el resto de la tropa tomaron el antiguo camino de las Ansermas” (Ibid).
Las tropas del Batallón Catorce, leales al gobierno, al comando de Lorenzo Palomino, recorría el camino entre Anserma y Belalcázar. Esto hizo que este corredor en la cuchilla pareciera menos azaroso que las trochas que comunicaban Anserma con Sopinga (La Virginia), por el valle inhóspito, infestado de fieras, alimañas e insectos transmisores de pestes implacables.
El valle del río Risaralda era territorio en el que también actuaba el guerrillero Buenaventura Pineda. Este individuo complicaba el desplazamiento por el Camino Nacional que comunicaba a Bogotá, con Honda, Manizales, Apía, Pueblo Rico y el Chocó. Cerca a Anserma, las tropas gobiernistas dieron de baja a tres guerrilleros y junto a La Virginia dieron de baja, a cinco.
El coronel Carlos Londoño dirigió el ejército gobiernista acontonado en Manizales, y desalojó las guerrillas caucanas que encontró, en La Virginia y las márgenes del río Cauca, en terrenos pertenecientes a Neira, Filadelfia, Salamina, Ansermaviejo y Riosucio.
Cuando niño escuché que, en el trayecto entre el actual San José y el paraje El Crucero, hacia Belalcázar, un contingente de caucano se enfrentó con uno antioqueño, durante la guerra de los Mil Días (1899-1902). El enfrentamiento ocurrió en el potrero de la hacienda Agualinda, primero dedicada al cultivo del café y, luego, de aguacate. En la década de 1950, los maestros de la escuela, en San José Caldas, transmitían el relato que rodaba en forma oral, según el cual los escasos niños del contorno, en ese entonces, se encaramaron en los árboles para presenciar el enfrentamiento entre antioqueños y caucanos que se libraba en el potrero de esa hacienda. Las huestes conservadoras de Antioquia bajaron por la cuchilla acompañadas por un individuo llamado Luis Ángel Villegas que, enloquecido, se disfrazaba de Jesucristo, de faldón azul o blanco, con una cruz trazada en el pecho, cabellos largos, barba y sandalias. Cuando se congregaba mucha gente le echaba mano a una cruz que arrastraba, y que llevó a los liberales a bautizarlo como “el mesías de los godos”. Pasados unos 20 años, de este personaje folclórico se ocupó el riosuceño Rómulo Cuesta, en su novela “Tomás” publicada en 1923.
El tratado de paz que dio fin a la Guerra de los Mil días se firmó el 24 de octubre de 1902, en la finca bananera Neerlandia, entre Ciénaga y Aracataca. Al año siguiente (1903), Colombia perdió a Panamá. La desatención de los poderes ejecutivo y legislativo de Colombia, con el istmo de Panamá, por la Guerra de los Mil días y las anteriores, tuvo que ver con esa separación. Debido a esa ruptura, el camino del centro del país al Chocó, pasando por Honda, Mariquita, Manizales, Arauca, San José, Apía y Pueblo Rico, perdió vigencia pues, por ahí, muchos viajeros se encaminaban hacia Ciudad de Panamá, capital del estado del Istmo.
El tratado de paz que dio fin a la Guerra de los Mil días se firmó el 24 de octubre de 1902, en la finca bananera Neerlandia, entre Ciénaga y Aracataca. Al año siguiente (1903), Colombia perdió a Panamá. La desatención de los poderes ejecutivo y legislativo de Colombia, con el istmo de Panamá, por la Guerra de los Mil días y las anteriores, tuvo que ver con esa separación. Debido a esa ruptura, el camino del centro del país al Chocó, pasando por Honda, Mariquita, Manizales, Arauca, San José, Apía y Pueblo Rico, perdió vigencia pues, por ahí, muchos viajeros se encaminaban hacia Ciudad de Panamá, capital del estado del Istmo. Aunque muchos colombianos lloran la pérdida de ese territorio siguen empeñados en continuar con las guerras.
OCTAVIO HERNÁNDEZ JIMÉNEZ
(San José de Caldas, 1944), bachiller del Colegio Santo Tomás de Aquino de Apía (1962) y luego profesor del mismo centro educativo. Profesor de la Universidad de Cundinamarca (1974-1975). Profesor Titular y Profesor Distinguido de la Universidad de Caldas, en Manizales (1976-2001). Primer decano de la Facultad de Artes y Humanidades (1996-1999) y Vicerrector Académico (E.) de la misma Universidad (1996). Premio a la Investigación Científica, Universidad de Caldas, (1997). Primer Puesto en Investigación Universitaria, Concurso Departamento de Caldas-Instituto Caldense de Cultura (2000). Primer Puesto Categoría de Ensayo Nuevos Juegos Florales, Manizales, (1993 y 1995). Miembro Fundador de la Academia Caldense de Historia, Socio Fundador del Museo de Arte de Caldas, Miembro de la Junta Directiva de la Orquesta de Cámara de Caldas. Orden del Duende Ecológico (2008).
* OCTAVIO HERNÁNDEZ JIMÉNEZ ha publicado las siguientes obras: Geografía dialectal (1984), Funerales de Don Quijote (1987 y 2002), Camino Real de Occidente ( (1988), La Explotación del Volcán (1991), Cartas a Celina (1995), De Supersticiones y otras yerbas (1996), El Paladar de los caldenses (2000 y 2006), Nueve Noches en un amanecer (2001), Del dicho al hecho: sobre el habla cotidiana en Caldas (2001 y 2003), El Español en la alborada del siglo XXI (2002), Los caminos de la sangre (2011), Apía, tierra de la tarde (2011). Su ensayo “El Quijote en Colombia” hace parte de la Gran Enciclopedia Cervantina, de Carlos Alvar (2006).
* “El humanista Octavio Hernández Jiménez contribuye a la afirmación de la cultura popular en Caldas. Él, con ese orgullo caldense que siempre expresa en sus escritos, se ha empeñado en divulgar el folclor regional, pensando siempre en afirmar la identidad y autenticidad de la cultura caldense en el marco y relaciones con la cultura popular colombiana. El humanista caldense tiene una fuerza cultural muy significativa en el conocimiento y cultivo del folclor y en los aspectos diversos de la cultura popular que reflejan la esencia del alma colombiana. Octavio Hernández en su obra transmite la idea de que es necesario fortalecer en los caldenses la conciencia regional y nacional como pueblo de grandes valores y atributos” (Javier Ocampo López, miembro de la Academia Colombiana de la Lengua y de la Academia Colombia de Historia, en el texto “Octavio Hernández Jiménez, el humanista de la caldensidad”, 2001).
Título: Orden del Duende Ecológico.
“República de Colombia/ Alcaldía Municipal San José Caldas/ Nit. 810001998-8/ II Fiestas de Mitos y Leyendas. Resolución Nro 093-08 Octubre 09 de 2008. Por medio de la cual se otorga la Orden del Duende Ecológico. El Alcalde Municipal de San José Caldas, en ejercicio de sus facultades Constitucionales y, CONSIDERANDO: Que mediante el Acuerdo Municipal número 216 de 2008, se creó la Orden Del Duende Ecológico, máxima condecoración que el Alcalde Municipal concede a sus ciudadanos más destacados. Que es deber de esta Administración exaltar las cualidades y virtudes de una Persona Ilustre del Municipio que con su actuar ha dejado en alto el nombre del Municipio. Que el Doctor Octavio Hernández Jiménez es reconocido como un señor íntegro en medio de sus labores misionales, amante de la tradición y cultura propias de nuestra región, las cuales da a conocer como embajador de nuestro municipio a nivel regional y nacional. Que el Doctor Octavio Hernández Jiménez se ha destacado como un insigne señor, cívico por excelencia, colaborador incansable; se ha hecho presente en el desarrollo de importantes programas que han impulsado el progreso de nuestro Municipio, difundiendo ejemplo para presentes y futuras generaciones. Que el Doctor Octavio Hernández Jiménez se ha destacado en el estudio de la influencia de los mitos y leyendas y su divulgación dentro del Municipio de San José Caldas. Que según estudios realizados por el Doctor Octavio Hernández Jiménez, dentro de la historia del municipio se creó la figura del Duende Ecológico para preservar las aguas, nombre que hoy recibe la presente Orden. En mérito de lo expuesto, RESUELVE: Artículo Primero: Otorgar la Orden Duende Ecológico al Doctor Octavio Hernández Jiménez. Artículo Segundo: Exaltar las cualidades de tan ilustre personaje, quien con su excelente desempeño ha dejado un gran legado en el arte de escribir y en la conservación del patrimonio cultural. Artículo Tercero: Hacerle entrega de una placa al Doctor Octavio Hernández Jiménez, en acto público a realizarse el día 09 de octubre de 2008. Artículo Cuarto: Copa de la presente resolución será entregada en nota de estilo al Doctor Octavio Hernández Jiménez, en dicho acto. Comuníquese y cúmplase. Expedida en San José Caldas, a los nueve (09) días del mes de octubre del año dos mil ocho (2008). Daniel Ancízar Henao Castaño, Alcalde Municipal”.
octaviohernandezj@espaciosvecinos.com
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