LA GUADUA: ACERO VEGETAL

 

Octavio Hernàndez Jimènez

 

La guadua es una gramínea alta propia de las tierras tropicales con características de gran humedad.  Fue material básico para levantar, en la Cuchilla de Todos los Santos, al occidente, y en el resto del Viejo Caldas, el estilo temblorero que, en los movimientos sísmicos permite que las construcciones se bamboleen pero no se caigan.  Se ha llamado  “Acero vegetal” por lo resistente y dúctil.

 

En cada uno de nuestros pueblos de cordillera se observan rascacielos de guadua de cinco y màs pisos, incólumes. Si la guadua no fuera endèmica en el Caldas Grande y no se hubiera utilizado como se hizo, la colonización paisa hubiera resultado más difícil y costosa.

 

En la construcción de la catedral de Manizales (1928-1942), se utilizaron millones de guaduas para armar los andamios hasta una altura de 105 metros. No había todavía andamios metàlicos. Asì como en  cada una de las parroquias del Viejo Caldas (Caldas, Risaralda y Quindìo), que conformaban la diócesis de Manizales, los curas recogían dinero, con variada programación,  durante las semanas de la catedral, los curas y los propietarios piadosos enviaban muladas cargadas de guadua para los andamios de la mole que ha dejado atónitos  los que la divisan por primera vez. La catedral basílica de Manizales es la exaltaciòn de la fe, de la fraternidad, del cemento y de la guadua,  a mucho honor, para el Gran Caldas.

 

Por todo el Gran Caldas hay  guaduales que embelesan. En el municipio de San Josè, tanto al lado del valle del Risaralda como en el cañòn del Cauca y en ese idílico regazo que es el vallejuelo de La Libertad, en los remansos de cada quebrada que tributan sus aguas a esos rìos, como la estruendosa Quebrada La Habana y en la finca La Cascabel, se contemplan los guaduales cabeceando meditabundos.    

 

También sobreviven guaduales en las veredas de  Altomira, Pueblo Rico, Buenavista y La Ciénaga. En la finca La Alhambra, en las goteras del pueblo, hay un robusto guadual. A medida que se afianza el cambio climático, lo que fue vegetación de tierras cálidas empieza a germinar, con exuberancia, en tierras templadas y hasta frìas.

 

Cortar guadua tenìa sus mañas; ahora se dice que tiene su técnica. Hay que hacerlo en menguante. Ojalá en la oscuridad del amanecer o al caer de la tarde. El día anterior, a las guaduas se les cortan  ganchos y se despejan. Se señala la que van a desjarretar (o cortar abajo), amarrándole una cabuyita. Esto para que al otro día no le coja la menguante. De ahí el dicho. La labor se realiza entre las 5 y las 6 de la mañana.

 

El sol es una motobomba que hace que la planta chupe el agua de la tierra húmeda y la suba, palma arriba, hasta alturas de más de 30 metros. El mayor ariete es la mata de guadua. Se corta antes de que suba el agua. La savia tiene almidones o azúcares y eso es lo que persiguen las plagas de la madera. Al desjarretarla, ojalá, se deje parada para que, por gravedad, baje el agua. Al dejarla tirada en el suelo, esa savia se vinagra y ese sabor no le gusta a las plagas. Si se puede dejar en el guadual un mes, mucho mejor. No se pudre porque está a la sombra. La guadua niñita es más pesada que la seca o adulta.

 

Botando un metro de guadua, abajo, al lado de la raíz, con el resto se puede hacer esterilla para forrar las paredes de las viviendas; se asegura con listones de guadua y puntillas. A la  esterilla también la identifican con el regionalismo de china.Se habla, por ejemplo, del enchinado de una casa; las chuchas se suben por el enchinado. Encima, después, se empañeta con el cagajón de mulas y caballos. No sirve la boñiga del ganado vacuno. A falta de equinos en los potreros, sustituidos por los jeeps, se utiliza revoque de cemento.

 

Cortar guadua es un peligro. Cuando es muy arqueada y no tiene en qué recostarse, se dan los hachazos por la parte interior de la inclinación y no por encima pues, al partirse, puede patear al cortador y herirlo. Por olvidar o despreciar esta técnica,  han muerto muchos guadueros.

 

Se dice que quien tiene sexo, la noche anterior, no debe cortar guadua a la mañana siguiente; de igual forma, si se van a coger frutas, luego de tener sexo, las plantas se enferman o secan. Entonces, mientras se trabaja a jornal, es mejor no alzar la pata, recomiendan los capataces de los guadueros.

 

A comienzos del siglo XXI, el oficio de guaduero seguía siendo cotizado aunque los guaduales estaban muy diezmados pues, desde mediados hasta finales del siglo XX, los descuajaban no tanto para construir casas como para levantar los gigantescos cultivos de tomate, arvejas y otras legumbres.

 

Gerardo Vargas, en San José, no daba abasto subiendo guadua por encargo para reparar casas de bahareque que, después de cien años, siguen en pie; para taquear las nuevas construcciones antes de vaciar los nuevos pisos de cemento o para levantar airosas construcciones en las que los arquitectos hacen alardes de formas con guaduas unidas con tornillos metálicos.

 

La Gobernación de Caldas, por medio del Decreto 1166 del 20 de octubre de 1983, declaró la guadua como planta emblemática de este departamento por su papel protagónico e instrumental en las edificaciones de nuestro territorio y en el amoblamiento de nuestras viviendas.

 

Entre los considerandos de ese decreto aparece uno de los motivos de esa exaltaciòn: “Que la flora nativa ha disminuido notoriamente y está amenazada de extinción. Que la guadua ha contribuido al desarrollo cultural y socioeconómico de la región. Que esta valiosa especie está a punto de desaparecer, por la incontrolada e irracional destrucción”.  

En dicho documento se establece el fomento, estudio  y la protección de los guaduales por ser uno de los más importantes recursos naturales que, aunque renovable, por la sobreexplotaciòn, està a punto de ser borrada del mapa.

 

En septiembre de 2013, A.L., propietario de una finca en la vereda Pueblo Rico arrasó con un guadual tan inmenso y hermoso que corrió la noticia y los sanjoseños que conocieron ese bosque  lamentaron, impotentes, su destrucción. La autoridad del municipio no hizo nada para evitarlo. Ese guadual había sido espacio de mitos y leyendas sobre personas perdidas en sus profundidades de las que solo se escuchaban sus gritos desesperados.

 

El guadicida se paseaba por media calle real dando a entender que, en esto como en otras cosas, muchos colombianos patean la ley y hacen su estùpida voluntad.