MOMPOX: CIUDAD DE DIOS

 

Octavio Hernández Jiménez

 

La ciudad ribereña de Mompox, en el departamento de Bolívar, fundada en 1537, sirvió de estación a las personas y mercancías que bajaban o subían por el río grande de La Magdalena hacia el interior de la Nueva Granada. Su destino se prolongó por buena parte del período de la república. 

 

Las albarradas o muros de piedra construidos para salvar la ciudad de las inundaciones, aún defienden las casonas coloniales y las bodegas que se copian en las aguas casi quietas del brazo del río que pasa por el puerto. No muy lejos queda el puente de Magangué que abrió las puertas al turismo nacional e internacional.

 

En esta ciudad, oculta para mucha gente ávida de lugares inéditos, el tiempo ha permitido que no solo la arquitectura colonial, distinta a la de Cartagena, Popayán, Tunja, La Candelaria de Bogotá o la de Villa de Leiva perdure, sino la gastronomía, su cultura popular y las manifestaciones de su fe religiosa. 

 

En la Colonia, ubicaron las bodegas sobre las albarradas pero, al mermar el comercio, convirtieron esos edificios en hermosas mansiones ahora organizadas como lujosos hoteles y hostales.    

 

El cementerio de Mompox se inauguró en 1831, poco después del primer cementerio de Bogotá, decretado por el gobierno en 1828. Es de excelente arquitectura, con monumentos funerarios de gran valor histórico y artístico. Mármoles blancos cargados de alegorías adornan las tumbas de personajes como el militar Hermógenes Maza, el poeta Candelario Obeso y familias con heráldica y genealogías como los Ribón y los Gutiérrez de Piñeres. Un cementerio con leyendas curiosas y más de 40 gatos que duermen su siesta interminable entre monumentos y bóvedas, y saltan para recibir a los visitantes.

 

Los cementerios son sitios en los que cuchichean los visitantes. Fue en ese camposanto en donde escuché, de labios del mototaxista que nos llevó, los versos anónimos: “Mompox, tierra de Dios,/ donde se acuesta uno y amanecen dos./ Si sopla el viento/ amanece un ciento,/ y si vuelve a soplar/ ya no se pueden contar”.

 

SEMANA SANTICA

 

El profesor jubilado Jesús Abuabara, presidente de la Corporación Cultural Semana Santica, comenta que esta actividad no pretende reproducir, en pequeño, la semana santa de los adultos sino avanzar en una “escuela de nazarenos que pretende formar la mente de los momposinos que vivirán, actuarán y muchos de ellos dirijan la sociedad del futuro”. Según don Jesús y otros organizadores, en la casa que queda a unos pasos del templo de Santa Bárbara, se trata de un semillero de cualidades o comportamientos que la ciudadanía debe forjar desde la infancia.

 

En la semana santica  toman parte, cada año, 200 niños que estudian en uno de los cuatro colegios de Santa Cruz de Mompox que hacen parte de este proyecto. Viven en Mompox y en algunas poblaciones vecinas que se inscriben con la voluntad de los niños y sus padres.

 

La semana santica se inicia el viernes de la semana de Lázaro que antecede a la semana mayor. Las procesiones recorren calles cargando imágenes que reproducen, en pequeño, los pasos grandes. También, los viernes de cuaresma, unos 20 muchachos de los grupos superiores, con la dirección de varios profesores, se echan al hombre pasos grandes y salen, con el sacerdote y una multitud de creyentes, a hacer el viacrucis por las calles de Mompox; este recorrido puede durar hasta después de la media noche.

 

A mediados del siglo XX ocurrió el robo de un paso de semana santa bien aderezado. Para la gente de la época, el paso pertenecía a la parroquia de los franciscanos y los ladrones a la parroquia de los agustinos o viceversa. Este suceso encendió la polémica que llegó a la curia arzobispal de Cartagena en donde adosaron la acusación con otras denuncias, no solo del robo, sino de que la semana santa de Mompox había degenerado en carnaval. El arzobispo lanzó excomuniones y cerró, por varias semanas, los siete templos católicos de la llamada Ciudad de Dios. Cuando crearon la nueva diócesis, en la cuenca del Magdalena, las autoridades religiosas designaron como sede a Magangué, sin reconocer los méritos que tenía Mompox. Estos acontecimientos sacudieron a los fieles que se propusieron formar a la ciudadanía desde pequeña, a través de los valores que inculcan en la semana santica que empezó en 1997. Sus orientadores buscan promover el fervor religioso, en los menores. En la mayoría de hogares momposinos, algunos miembros han sido nazareno en las semanas santas.

 

En varios sábados de la cuaresma de 2023, de cuatro a seis de la tarde, asistí a los ensayos que alumnos y alumnas de los colegios, con sus profesores, realizaban, en la Albarrada de Santa Bárbara. Los niños y niñas se entrenaban en las formas disciplinadas que deben seguir en las procesiones de la semana  santica. Veinte niños portaban un anda sin imágenes, acompañados de diez sustitutos a cada lado. No era solo caminar. Aprendían a marchar mientras cargaban los pasos: dos pasos a la izquierda y dos pasos a la derecha. No es cierto, como dicen, que caminan dos pasos adelante y uno atrás, como los gobiernos colombianos. Detrás de cada paso va un contingente de 30 niños; los niños de cada hilera ponen la mano derecha en el hombre de los de la hilera de adelante.

 

El vestuario de los ‘nazarenitos’ consta de una túnica azul oscura con capirote del mismo color. En los hombros portan una esclavina blanca y por sus flancos cae una cuerda con cinco borlas acampanadas. Varios de los que llevan los pasos portan una alcayata para descansar cuando se detiene la procesión. Jesús Rodríguez, diseñador industrial y miembro de la Corporación Semana Santica, comentaba que muchos niños rogaban a sus padres que los hicieran inscribir en la lista de nazarenitos. Aunque se trata de un acontecimiento cultural y religioso, es mucho más que un evento del folclor costeño. No solo por su arquitectura, Mompox fue declarado por la Unesco como Patrimonio Cultural de la Humanidad, en 1995.

 

 

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