“RECURSOS EMOTIVOS DEL LENGUAJE”

 

Octavio Hernández Jiménez

 

Los sobrenombres, “recursos emotivos del lenguaje”, como diría el lingüista Félix Restrepo, llegan a trajinarse tanto por el uso y el abuso sociales que, en muchas ocasiones, eclipsan al nombre, lo más personal e intransferible, lingüísticamente hablando, que posee cada sujeto.

 

Un día apareció en la esquina del Café Osiris de Manizales, un cartel que invitaba a las exequias de un ex vivo, y pensé en el dilema enternecedor ante el que estuvieron situados los pobres deudos: Si anunciaban el escueto nombre propio nadie sabría de quién se trataba; proclamar el apodo no era tan solemne como exigía la ocasión. Sortearon el dilema colocándole, debajo del nombre de pila, el sobrenombre que, por sí solo, lo retrataba de pies a cabeza y hasta insinuaba la posible causa de su fallecimiento. Rezaba así el luctuoso anuncio: “El Señor Francisco Pérez, (Buda), descansó en la paz del Señor…”.

 

Semánticamente existe el siguiente matiz en los términos aquí utilizados y que para muchos son sinónimos: los epítetos son de mejor familia que los apodos y los sobrenombres. Estos causan menos contratiempos, si se le recuerdan al aludido, que los remoquetes. Sinónimo de remoquete es mote. El alias es el remoquete de un antisocial. La denominación “chapa” es más un regionalismo que un término argótico.

 

GENTILICIOS VULGARES

 

El tótem, como el mito y el tabú, es esencialmente social. Por eso, se diría que existen apodos totémicos cuando los de un pueblo bautizan a sus vecinos con irreverencias que más parecen una denuncia o desenmascaramiento.

 

En la zona del Viejo Caldas sobresalen los siguientes GENTILICIOS

VULGARES, proporcionados por los mismos usuarios:


AGUADAS: Tinieblas, ya que a esta localidad norteña la llaman “La ciudad de las brumas” por no decirle, sobre todo en invierno, La ciudad de la neblina.

ARANZAZU: Tullidos. Cuentan que, tanto a la entrada como y la salida de Aranzazu, vivían dos tullidos, por coincidencia, con el mismo nombre y el mismo apellido. Esta curiosidad dio origen al apodo.

BELALCÁZAR: Mirlas. Dicen que así se llamaba una composición musical de Luis Ángel Londoño, popular músico belalcazarita que triunfó en Cali, tanto que compuso un pasodoble sobre la Plaza Monumental de Caraveralejo, muy sonada durante las ferias de fin de año.

CHINCHINÁ: Sordos, según don Jesús Elías Pérez G., porque cuando aún era San Francisco, a la entrada de Manizales (que en ese entonces era por Villamaría) y a la entrada de Santa Rosa, dos sordos tenían tiendas. Cuando un viajero les hacía una pregunta respondían otra cosa lo que impresionaba a los forasteros por lo que San Francisco se quedó como el Pueblo de los Sordos. Explicación parecida a la de Aranzazu.

FILADELFIA: Caratejos. Comentan que por allá en la década de los cincuentas del siglo XX abundaban los filadelfeños con la piel llena de parches, debido a ciertas características del agua que se consumía en aquella época, en el pueblo.

LA MERCED: Caratejos. La cercanía geográfica de los dos poblados les hacía consumir aguas con las mismas características químicas e idénticos efectos fisiológicos entre la población.

MARQUETALIA: Caturreros, según los vecinos de Victoria. Esta ciudad es más caliente que Marquetalia y por tanto no se caracteriza por el cultivo del café. Victoria se distingue más por la ganadería extensiva.

MARULANDA: Lanudos. Se sabe que las tierras de este municipio ubicado en la parte alta de la cordillera central son aptas para el cultivo de la papa y para cuidar rebaños de ovejas. Apetecidas las ruanas de Marulanda.

NEIRA: En otros tiempos llamaban godorros a sus habitantes. Godo era la forma como se llamaban a los seguidores del partido conservador. Según el Ronco Montoya, en su obra “Desandanzas y Compilaciones”, todo comenzó con una caricatura que en El Tiempo, publicó el Maestro Rendón en la que hablaba de Neira como ‘Godorra’ pues allí “cualquier cosa distinta del partido conservador y de la religión católica les olía a demonio y a infierno”.

PÁCORA: Matracos, matracas o yucanegras. La matraca que sustituía a las campanas entre el jueves y viernes santo se hizo famosa en esta población del norte caldense. Su forma es peculiar pues era distinta a las demás matracas, cuando se usaban.

RIOSUCIO: Patianchos. Hasta mediados del siglo XX era común ver a campesinos e indígenas a pie limpio circunstancia que hacía que los pies fueran más anchos que los pies de quienes usaban calzado.

SALAMINA: Niguateros. En los subterráneos de las casas de pueblos y campos caldenses había niguas que penetraban en la carne de las gentes para poner sus huevos. Picaban en forma horrible. Entraban en los dedos de los pies y al borde de las uñas, sobre todo en las personas que no usaban calzado. Era una expresión despectiva que se usaban con aquellos salamineños que optaban por ir a estudiar en la capital del Estado Soberano del Cauca. Desde antes, a los habitantes de Popayán también los llamaban niguateros.

SAMANÁ: Según algunos samaneños a ellos les pusieron, en otra época, el apodo de Macheteros tanto que hasta tenían un dicho: A Samaná no lleve machete que allí le damos.

VILLAMARÍA: Repolleros o cebolleros. Villamaría era despensa para Caldas de legumbres y flores. Con los cultivos intensivos en la Sabana de Bogotá, muchos de estos productos son importados de esas lejanías en vez de intensificar los cultivos en las ricas tierras de Villamaría.

VICTORIA: Según los contertulios del parque principal, a los victorienses les dicen los aguacateros porque, en Bogotá, tienen fama los aguacates de Victoria. Pero, según las mujeres de una esquina, dos cuadras arriba, diagonal al que fuera tradicional Hotel La Casona, los de Victoria son Los Chismosos pues hasta tienen un Alto del Chisme con una simpática teoría: Lo que no se sepa en el Alto del Chisme es porque no ha sucedido.

VITERBO: Un viterbeño me dejó perplejo por el desparpajo al responder: Nosotros somos Los Ciegos porque, aquí, pase lo que pase, nadie ha visto nada.

 

Más allá de las fronteras artificiales, tenemos:

 

SANTA ROSA DE CABAL: Hueveros pues a los de Santa Rosa de Viterbo (Boyacá) les dicen cotudos.

QUINCHÍA: Jurimbos o peliparados. Tener el pelo parado es una característica de la mayoría de pueblos indígenas.

GUÁTICA: Chirimoyos.

ARMENIA: Cuyabros.

 

Se les ha llamado tuntunientos a los de Herveo; gorrones y bobos a los de Buga; cotudos a los de Palmira y Ambalema y patojos a los de Popayán, ciudad tan célebre por su historia y sus niguas como Salamina.

 

Casi siempre son los del pueblo vecino y con cuyos habitantes han tenido alguna desavenencia histórica, los que han acuñado el apodo o gentilicio vulgar de cada pueblo. Alguien que no les conoce o que habita una población lejana no tiene la fuerza de convicción y la constancia para imponer un sobrenombre. Así, los de Victoria llaman despectivamente a los de La Dorada, playeros. Falta averiguar con los ‘playeros’ a ver como llaman a los de Victoria.  

 

Los de Honda (Tolima) se refieren a los de La Dorada, en forma despectiva, como los doradunos aplicando a la raíz del nombre el sufijo despectivo que se añade, por ejemplo, a los habitantes del páramo a los que se les dice paramunos. Los doradenses no se quedan callados y se refieren a sus vecinos como “la gente dihonda” (como si dijese la gente-hedionda). En una pelea de insultos mutuos, un dorandense, con la nariz reventada, le gritó a su contendor: Si Honda no tuviera historia patria, no sería nada. (¡Épico insulto!).

 

Así mismo, los de Pensilvania dicen que Manzanares es ‘el orinal’ de los pensilvanenses pues allí entran a desaguar vejigas cuando van o vienen de viaje. A su vez, los manzanareños dicen que los de Pensilvania son los jornaleros de los Escobar, capitalistas oriundos de dicha ciudad. Y añaden: los que no son jornaleros son aduladores de oficio.

 

A Risaralda lo llamaron, en una época aciaga, en el Bajo Occidente de Caldas como El Alto de las Viudas y a Filadelfia, por cuestiones fonéticas, Filodihambre. De Pueblo Rico se ha dicho que es el pueblo de las dos mentiras pues no es pueblo ni es rico, siguiendo el dicho de Tomás Carrasquilla sobre su tierra natal, Santo Domingo (Antioquia) de la que dijo que era el pueblo de las tres Efes: Frío, Feo y Faldudo.

 

La competencia regional entre Manizales y Pereira llegó al extremo de bautizar el sitio desde donde se divisaban, a lado y lado, las dos ciudades, en los contornos de Santa Rosa, como el Alto del Madrazo porque cuando llegaban a él los pereiranos y divisaban a la capital caldense mentaban la madre e igual ocurría cuando los manizaleños divisaban a Pereira antes de descender hacia Dosquebradas.

 

Es tanto el buen humor de los pereiranos que les dio por encontrarle un apodo a la Perla del Otún. Como tienen un aguacero cebado, a la una de la tarde, dicen que la capital del Risaralda es Cielo Roto, y explican: Dios le dio a Colombia una ruana y a Pereira le tocó el roto.

 

Cuando los pereiranos quieren insultar a los manizaleños que acompañan al Once Caldas a un partido en Pereira, les dicen los pingüinos o patifríos. En recompensa, los manizaleños se burlan de los pereiranos cuando estos visitan a Manizales en caravana deportiva gritándoles patiamarillos o El Circo, dado el colorido del uniforme del Deportivo Pereira.

 

Para los manizaleños, las pereiranas son las sordas porque se les dice que se sienten y se acuestan pero, para desquitarse, los pereiranos descubrieron que las manizaleñas son bizcas pues miran a uno y se acuestan con otro.

 

Cuestiones de semejantes ribetes no son muy nuevas que digamos. Bernardo Arias Trujillo trae en su novela Risaralda, la siguiente copla recordando que San Pacho era Chinchiná y La Aldea era como llamaban a Villamaría:

 

En San Pacho están las sordas,

Y en Aranzazu las feas,

Las lindas en Manizales

Y las pu…ras en La Aldea.