SAMARIA Y EL CENTENARIO DE JOSÉ MACÍAS
Octavio Hernández Jiménez *
Quince miembros de la Academia Caldense de Historia se desplazaron, de Manizales al Corregimiento de Samaria, en el municipio de Filadelfia, norte de Caldas, con el fin de celebrar el primer centenario del nacimiento de José Macías, en su tiempo, conocido como El Caratejo Macías. Allí nació este músico autóctono, el 12 de diciembre de 1912.
Samaria cuenta con 800 habitantes en el casco urbano que, con los de sus veredas, suma 4.500 personas. Lo llamaron inicialmente Morrón porque los primeros colonos ubicaron el caserío en la cima de uno de los picos ubicados en ese ramal de la cordillera central que mira a los cuatro puntos cardinales y, en forma espléndida, al vallejuelo que forma el Cauca en esa región conocida como Kilómetro 41.
En 1852, los pobladores llegados del norte divisaron tres colinas a las que bautizaron Melchor, Gaspar y Baltasar. El asentamiento ocupó la tercera de ellas pero, al ver que quedaba en el morro más alto, cambiaron el nombre de Baltasar por el de Morrón.
Un sacerdote decidió cambiar el topónimo de Morrón por el de Samaria, guiado por reminiscencias bíblicas. Fue el tiempo en que a La Soledad le cambiaron el nombre por Belalcázar, a Miravalle por San José, a San Joaquín por Risaralda, a San Francisco por Chinchiná, a Sopinga por La Virginia y muchos pueblos más sometidos a los caprichos de caciques políticos o religiosos.
En la picaresca samaritana se cuenta que, cuando cambiaron el nombre de Morrón por el de Samaria, las autoridades convinieron en multar a las personas que volvieran a referirse al pueblo como se llamaba antes. Un viejo gritó: ¡Que viva Morrón!, por lo que lo condujeron a la Inspección de Policía. La multa era de dos pesos con cincuenta centavos. Pagó la multa con un billete de cinco pesos pero el inspector le dijo que no tenía para devolverle dos-cincuenta, por lo que el energúmeno viejo respondió: ¡Que Viva Morrón, nuevamente, y no me deben nada!
En la cúspide de la montaña queda el centro de Samaria, los negocios principales, el templo y un parquecito que se dilata alrededor de un busto de Simón Bolívar arropado con la bandera colombiana coloreada con pintura de aceite. Esa es su originalidad.
El templo cuenta con una escultura del Crucificado que ubicaron, amenazante, en el aire, sobre el altar principal, con cierto valor estético, fuera del artesonado geométrico, en madera lacada que ocupa el cielo raso de la nave principal.
Allí tuvo lugar la conferencia ofrecida por el presidente de la Academia Caldense de Historia, Doctor Jorge Eliécer Zapata, quien presentó, además, el libro de su autoría José Macías, Maestro de la Música Colombiana, (La Nueva Editorial, 2012). Lástima que, fuera del personal que se desplazó desde la capital caldense, apenas, unas cinco personas del poblado hubieran asistido a los distintos actos.
Esa apatía enseña que las autoridades de cada conglomerado deben promover la cultura, como hacen con el deporte y, en el área cultural, se debe insistir para que los ciudadanos y, ante todo los niños y los jóvenes, se interesen por la propia historia para que no caigan en los errores de antes.
Al concluir el acto académico, en el templo, los asistentes acompañados de la Corregidora y del Alcalde de Filadelfia, Señor Román Aristizábal, se desplazaron a la esquina del parque en donde descubrieron una placa de piedra con este texto: “Academia Caldense de Historia – Homenaje al Maestro José Macías, exponente inmortal de la música colombiana – Samaria, 12 de diciembre de 1912, Cali, septiembre 29 de 2003”.
A pesar de su fragilidad, la placa en piedra puede durar más pues, si es de metal, se corre el peligro de que la arranquen y concluya en un taller de cotizada chatarra. Una piedra de estas no se la roban más que para amolar cuchillos y peinillas.
Ramón Martínez, un anciano que muestra los rasgos que, según las fotografías, tuvo el maestro festejado, fue el indicado para descubrir la placa. A pesar de los años y la debilidad de su cuerpo, es lúcido, atento y estuvo presente en los distintos actos de ese día, en honor de su primo hermano.
Por gestión previa del académico Luis Ernesto Henao, los visitantes tuvieron la oportunidad de conocer la casa de la finca del Señor Fernando Patiño, con sobrado interés en el aspecto paisajístico y arquitectónico.
Don Fernando es un caballero entrado en años que se sienta en el corredor de su casa a contemplar la espadaña del templo y a rumiar nostalgias; podría ser la encarnación del personaje literario en el poema Mi Casta, de Luis Carlos González, musicalizado por José Macías: “Nieto de artista y labriego,/ manchego de la montaña,/ tengo perro labrantío,/ machete, carriel y ruana;/ tiple que acuna bambucos/ en su par de pentagramas,/ y un retacito de cielo / colono de mi cabaña…”.
La casa de bahareque, de dos pisos, en lastimoso estado de conservación, se sostiene en pie porque Dios es muy grande. Al fin y al cabo está hecha en estilo temblorero, aquel que, por tener alma de guadua, en caso de un temblor se mece como una gelatina de pata de res pero no se cae. El dueño la visita periódicamente aunque ya se ve agobiado por los años y la soledad. Lo acompañan un perro, dos gatos e innumerables sombras de los que, antaño, corretearon por corredores y patios.
Habían anunciado visita a un museo pero, lo que sobrevive, en esa casona, no es museo ni colección, pues, fuera de su vejez, no existe relación entre los objetos, ni organización temática. Es un arrume de cosas, de usos diversos, carcomidas por los orines del tiempo.
La cocina es el espacio más interesante pues conserva toscos aparatos aún en uso a mediados del siglo XX, con la chocolatera, ollas tiznadas, desvencijadas vasijas de época y todavía con fogón de leña en funcionamiento.
En una época en que aún no había neveras ni congeladores, amarraban con dos alambres una vara en la que colocaban la carne a recibir el humo del fogón de leña; no se pudría; se curaba deliciosamente.
Colgaba una escusa en la cocina; escusa era esa tabla ancha, que ponían a mecerse como una lámpara y sobre la que colocaban el queso para que los gatos o las chuchas no treparan a comérselo. La homofonía de ‘escusa’ (con S) y ‘excusa’ (con X) ha servido para popularizar la ambigua sentencia: Desde que las excusas se inventaron los gatos no comen queso.
Lo más sugestivo en este caserón es la tabla colgada, en la subida de la endeble escalera y que anuncia al visitante: “A esta casa entraron grandes alegrías y también salieron grandes tristezas”. Quedan flotando, entre la neblina, los fantasmas de una familia enorme que disfrutó la vida en este espacio estratégico, rodeado de límpida atmósfera.
Visitar esta casa es un ejercicio de regresión; se trata de una construcción paisa que, por ignoradas circunstancias, ha quedado suspendida ante su desplome total. Esta casa pide a gritos una intervención inmediata antes de que ocurra lo inevitable.
En convenio con organizaciones internacionales que patrocinan el salvamento de obras con interés cultural se podría restaurar y acondicionar como uno de los mejores mesones en la ruta del Paisaje Cultural Cafetero.
Después del almuerzo se regresó al caserío por descansado sendero. En un barranco, reverdecía un Copito de Yerbabuena como el observado por Macías, cualquier día de los primeros 20 años que vivió en Samaria: “Tu amor que en la primavera cantó la ninfa temprana/ te pido no seas tirana, copito de yerbabuena…”.
Atrás quedó la casa y, próximo, al lado izquierdo, el Monte de los Ahorcados o Monte de las Ánimas. Se dice que, en entre esa vegetación alta y espesa, han encontrado en distintas épocas, los cadáveres de algunas personas que habitaron el pueblo pero, cierto día, decidieron acabar con sus vidas colgándose de un árbol. Se trata de un lugar alucinante.
Samaria cuenta con recodos llenos de gracia como la calle anexa a la iglesia y la otra calle que arranca del parque y sube la cuesta de forma curva. El resto es sosiego.
En alguna de sus ventanas pudo haberse asomado la Muchacha de risa loca que Macías perpetuó en un bambuco: “Yo quiero, vidita mía, cantarle a tus ojos bellos/ porque mi vida son ellos, amor y melancolía,/ cantarle quiero a tu hermosura, muchacha de risa loca,/ cantarle quiero a tu boca y a tu imponente figura”. Página de adolescencia.
Así es la localidad en donde nació una gloria caldense. José de Jesús Mazo Martínez, que era su identidad oficial, nació en Samaria pero fue bautizado en Filadelfia, por lo que, el 12 de diciembre de 2012, continuaron los festejos con un concierto en el Teatro José Macías.
En el viaje entre Samaria y Filadelfia conversaba con el académico Ángel María Ocampo sobre la difusa situación que se presenta respecto a la autoría de la obra La Ruana. En Pereira proclaman con orgullo que se trata de un bambuco del pereirano Luis Carlos González. Pero este bardo no era músico.
Luis Carlos escribió versos costumbristas, humorísticos y románticos que sirvieron para que artistas de tiple y guitarra los impregnaran de música. Amigos de Luis Carlos olvidan la mitad de los créditos legales. Como si el Himno a la Alegría con que concluye la Novena Sinfonía no fuera de Beethoven sino únicamente del poeta F. Schiller, autor de la letra.
Jorge Eliécer Zapata hace la síntesis: “El poema de González tiene toda la trascendencia con la música de Macías pues solo hubiera sido un buen poema pero no un himno de la raza como muchos lo consideran. La gran capacidad musical que tuvo el caldense dio fuerza a la creación del pereirano”.
Se sugiere que, en cuanto a créditos, se mencione La Ruana, de González y Macías pues, si se habla de bambuco hablamos de música y en La Ruana la música es del hijo de Samaria. No se desconoce que el acople, entre los dos creadores, fue perfecto. De ahí el éxito de una obra convertida en emblema de la nación.
OCTAVIO HERNÁNDEZ JIMÉNEZ
(San José de Caldas, 1944), bachiller del Colegio Santo Tomás de Aquino de Apía (1962) y luego profesor del mismo centro educativo. Profesor de la Universidad de Cundinamarca (1974-1975). Profesor Titular y Profesor Distinguido de la Universidad de Caldas, en Manizales (1976-2001). Primer decano de la Facultad de Artes y Humanidades (1996-1999) y Vicerrector Académico (E.) de la misma Universidad (1996). Premio a la Investigación Científica, Universidad de Caldas, (1997). Primer Puesto en Investigación Universitaria, Concurso Departamento de Caldas-Instituto Caldense de Cultura (2000). Primer Puesto Categoría de Ensayo Nuevos Juegos Florales, Manizales, (1993 y 1995). Miembro Fundador de la Academia Caldense de Historia, Socio Fundador del Museo de Arte de Caldas, Miembro de la Junta Directiva de la Orquesta de Cámara de Caldas. Orden del Duende Ecológico (2008).
* OCTAVIO HERNÁNDEZ JIMÉNEZ ha publicado las siguientes obras: Geografía dialectal (1984), Funerales de Don Quijote (1987 y 2002), Camino Real de Occidente ( (1988), La Explotación del Volcán (1991), Cartas a Celina (1995), De Supersticiones y otras yerbas (1996), El Paladar de los caldenses (2000 y 2006), Nueve Noches en un amanecer (2001), Del dicho al hecho: sobre el habla cotidiana en Caldas (2001 y 2003), El Español en la alborada del siglo XXI (2002), Los caminos de la sangre (2011), Apía, tierra de la tarde (2011). Su ensayo “El Quijote en Colombia” hace parte de la Gran Enciclopedia Cervantina, de Carlos Alvar (2006).
* “El humanista Octavio Hernández Jiménez contribuye a la afirmación de la cultura popular en Caldas. Él, con ese orgullo caldense que siempre expresa en sus escritos, se ha empeñado en divulgar el folclor regional, pensando siempre en afirmar la identidad y autenticidad de la cultura caldense en el marco y relaciones con la cultura popular colombiana. El humanista caldense tiene una fuerza cultural muy significativa en el conocimiento y cultivo del folclor y en los aspectos diversos de la cultura popular que reflejan la esencia del alma colombiana. Octavio Hernández en su obra transmite la idea de que es necesario fortalecer en los caldenses la conciencia regional y nacional como pueblo de grandes valores y atributos” (Javier Ocampo López, miembro de la Academia Colombiana de la Lengua y de la Academia Colombia de Historia, en el texto “Octavio Hernández Jiménez, el humanista de la caldensidad”, 2001).
Título: Orden del Duende Ecológico.
“República de Colombia/ Alcaldía Municipal San José Caldas/ Nit. 810001998-8/ II Fiestas de Mitos y Leyendas. Resolución Nro 093-08 Octubre 09 de 2008. Por medio de la cual se otorga la Orden del Duende Ecológico. El Alcalde Municipal de San José Caldas, en ejercicio de sus facultades Constitucionales y, CONSIDERANDO: Que mediante el Acuerdo Municipal número 216 de 2008, se creó la Orden Del Duende Ecológico, máxima condecoración que el Alcalde Municipal concede a sus ciudadanos más destacados. Que es deber de esta Administración exaltar las cualidades y virtudes de una Persona Ilustre del Municipio que con su actuar ha dejado en alto el nombre del Municipio. Que el Doctor Octavio Hernández Jiménez es reconocido como un señor íntegro en medio de sus labores misionales, amante de la tradición y cultura propias de nuestra región, las cuales da a conocer como embajador de nuestro municipio a nivel regional y nacional. Que el Doctor Octavio Hernández Jiménez se ha destacado como un insigne señor, cívico por excelencia, colaborador incansable; se ha hecho presente en el desarrollo de importantes programas que han impulsado el progreso de nuestro Municipio, difundiendo ejemplo para presentes y futuras generaciones. Que el Doctor Octavio Hernández Jiménez se ha destacado en el estudio de la influencia de los mitos y leyendas y su divulgación dentro del Municipio de San José Caldas. Que según estudios realizados por el Doctor Octavio Hernández Jiménez, dentro de la historia del municipio se creó la figura del Duende Ecológico para preservar las aguas, nombre que hoy recibe la presente Orden. En mérito de lo expuesto, RESUELVE: Artículo Primero: Otorgar la Orden Duende Ecológico al Doctor Octavio Hernández Jiménez. Artículo Segundo: Exaltar las cualidades de tan ilustre personaje, quien con su excelente desempeño ha dejado un gran legado en el arte de escribir y en la conservación del patrimonio cultural. Artículo Tercero: Hacerle entrega de una placa al Doctor Octavio Hernández Jiménez, en acto público a realizarse el día 09 de octubre de 2008. Artículo Cuarto: Copa de la presente resolución será entregada en nota de estilo al Doctor Octavio Hernández Jiménez, en dicho acto. Comuníquese y cúmplase. Expedida en San José Caldas, a los nueve (09) días del mes de octubre del año dos mil ocho (2008). Daniel Ancízar Henao Castaño, Alcalde Municipal”.
octaviohernandezj@espaciosvecinos.com
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