SEVILLA (V.) Y EL FESTIVAL BANDOLA

 

Octavio Hernández Jiménez

 

Sevilla (Valle) está ubicado al lado occidental de la cordillera central, en un paraje de clima suave, de 20 grados centígrados de temperatura, que se constituyó en asiento para los rezagados colonos paisas que provenían del sur de Antioquia y norte, centro y occidente de Caldas. Fue la punta de lanza de la avanzada paisa en el estado del Cauca.

 

Aunque se asentaron colonos, allí, desde las décadas finales del siglo XIX, apenas se vino a fundar como caserío, en 1903. Los sevillanos reconocen como fundador a don Heraclio Uribe Uribe, hermano del político, militar y hombre de letras Rafael Uribe.

 

El corazón físico de don Heraclio reposa en el templo principal, frente al altar, a un lado de la entrada a la sacristía. Sevilla hace parte del Paisaje Cultural Cafetero, Patrimonio de la Humanidad, declarado por la Unesco, en 2011, con otros 50 municipios del Valle, Quindío, Risaralda y Caldas. 

 

Desde sus inicios fue apreciado como Balcón del Valle y el Quindío, la tierra encantada de la cultura Quimbaya y, como el Quindío, Risaralda, el occidente y el sur del departamento de Caldas, perteneció al estado del Cauca, capital Popayán, tanto en lo civil como en lo religioso.

 

El primitivo San Luis, y luego Sevilla,  se ha distinguido no solo por el cultivo del café sino también por su producción en plátano, yuca, frutales, ganadería y papa (de tierra fría) pues el territorio arranca en la cúspide de la cordillera central limitando con el departamento del Tolima y cae en las vegas y planes del Valle del Cauca en donde se cultiva la caña de azúcar.

 

Por su variada temperatura e inigualables tierras fue emporio de riqueza agrícola y por lo mismo, campo de batalla de sangrientas luchas por apropiarse de esos terrenos; confrontaciones disfrazadas de intereses políticos. Las víctimas caídas y desplazadas fueron innumerables.

 

A pesar de esa pesadilla padecida por la generalidad del pueblo colombiano, Sevilla ha sido hogar de una gente aficionada a las bellas artes como la música, la literatura y el periodismo, ramas de las artes a las que aún se les rinde culto. Sevilla fue campo de lectores de periódicos propios y revistas, a través de su historia. 

 

La Casa de la Cultura, amplio y acogedor recinto arquitectónico, es una institución en la que se cultivan las artes, desde 1978, y en donde se guardan colecciones dignas de ser admiradas como las acuarelas del Maestro sevillano Jesús Franco.

 

Una empleada, en forma sagaz, comentaba a un grupo de visitantes que diferenciaba muy bien a un antioqueño de un habitante del Viejo Caldas pues “mientras más al sur de Antioquia viva una persona, el hablado es menos áspero pues se mezcla con el habla melodioso de los vallecaucanos”. No es simple apreciación individual sino un asunto de historia y linguística regionales.

 

De la riqueza cafetera quedan, como fantasmas, enormes bodegas para almacenar cosechas de las haciendas que rodeaban al pueblo; bodegas espaciosas ahora convertidas en parqueaderos; muchas casonas solariegas de extensiones impresionantes sometidas a la piqueta que las destruye sin misericordia para aprovechar el terreno por motivos económicos pero sin una mínima dosis de sensibilidad por ese patrimonio arquitectónico que se desfigura y se arrasa sin piedad ni sentido de pertenencia.

 

Un comercio centrado en mercancía con énfasis en lo agrícola y más que eso, un espíritu en su gente cargada de alegría, cordialidad y optimismo. Por algo, Sevilla cuenta con 15 establecimientos de secundaria, más de 50 escuelas entre urbanas y rurales y varias sucursales de universidades.

 

En los días sábado 15, domingo 16 y lunes 17 de agosto de 2015, se llevó a cabo el Festival Bandola que se realiza, en esta ciudad, desde hace 20 años. No es festival de bandolas. Es Festival Bandola en cuanto que Bandola es el nombre de la fundación que lo tiene a cargo.

 

El festival es un muestrario de cuanta buena música quieren invitar. Tal vez lo que menos suene sean las famosas bandolas, un instrumento conocido también como mandolina, que consta de 4 cuerdas dobles, que tuvo su auge en la región paisa en tiempos de la colonización.     

 

El festival sevillano no es un concurso. El domingo, después del desfile, empezó la presentación de intérpretes, grupos musicales y orquestas, en forma ininterrumpida, hasta las 5 de la mañana del lunes.

 

En este evento tuve la oportunidad de reencontrarme con Jorge Evelio Aristizábal, Marta Cecilia Torres, un grupo de la Escuela de Música de Apía y varios músicos de Manizales. Quienes no asistieron al festival sevillano era porque habían cogido la carretera hacia Aguadas en donde se desarrollaba, al mismo tiempo, el Festival del Pasillo. Sevilla y Aguadas tuvieron, en la primera mitad del siglo XX, mucho en común. El ritmo y la armonía congregan, numerosa audiencia, en ambas ciudades, en el puente de la Asunción, a mediados de agosto. 

 

La organización Bandola atendió a 600 invitados, tanto en alojamiento como en alimentación. Esto da la medida de su convocatoria y su desmesura. No en balde han pasado 20 años insistiendo en este festival y puliéndolo.

 

El tablado tuvo un costo de alquiler de 12 millones de pesos y el sistema de sonido costó a la organización otros 12 millones. Fenomenales. Los maestros de ceremonia eran cajitas de música rindiendo homenajes a Sevilla, a sus mayores, a su patrimonio cultural, a los visitantes, a los artistas. Los presentadores revelaban la formación que ha desvelado a las distintas generaciones que ha producido ese bello municipio. No se excedían en palabrería.

 

En la versión 2015, no se podrá olvidar la orquesta nariñense que vino a mostrar la combinación de ritmos ancestrales con nuevas propuestas. Un concierto magistral fuera de lo común. Y la música llanera con ese desplegar de arpas triunfales.

 

Luego de un merecido descanso, a partir de las 6 de la mañana, se reinició la programación, con el nombre de La Ñapa, en una carpa alargada que se conservaba en el Parque de la Concordia de Sevilla. El tono de la música era festivo y de trova chueca. La gente no se cansaba de aplaudir y sonreír cuando interpretaban Te quiero a Tu.

 

A un lado de la tarima se yergue la escultura del Maestro de Roldanillo, Omar Rayo, correspondiente a la última temporada de su producción artística. Se destaca con sus colores rojo, negro y blanco, en medio de los gualandayes y guayacanes del parque.

 

Al fondo, la iglesia parroquial de San Luis Gonzaga, restaurada en estos días para la celebración de sus primeros cien años como parroquia (1915-2015). Es una aguja leve de estilo gótico. Adentro, es de un sosegado azul celeste y, por la cantidad y calidad de vitrales con que ha sido engalanada, llegará el día en que  será la reminiscencia colombiana de la Santa Capilla, en Paris. Una joya de luz.

 

Después de haber sido, con todos los honores, la Capital Cafetera de Colombia, Sevilla fue decayendo, a finales del siglo XX, debido a que el café dejó de ser el primer producto de exportación, bajaron los precios y el Eje Cafetero se desplazó más al sur.

 

Muchos sevillanos y sevillanas emigraron a distintas ciudades y países pero saben que para regresar a sus lares deben aprovechar el Festival Bandola que se escenifica bajo un firmamento tachonado de cometas infantiles como cuando ellos y ellas las echaban a volar. Una auténtica cita con la memoria.