VILLAMARÍA CDS., CONGLOMERADO IRREDUCTIBLE

 

Octavio Hernández Jiménez *

 

 

Dada la cercanía, muchos de los habitantes del bello municipio de Dosquebradas habitúan decir que residen en Pereira. Para ellos es como si vivieran en un populoso barrio de la capital de Risaralda.

 

Villamaría está a un lado de Manizales pero, en cambio, no son escasos los villamarianos que no se consideran, por ningún motivo, como apéndice de la capital caldense.

 

Si, en Caldas, hay algún conglomerado con una idiosincrasia irreductible, a pesar de las influencias foráneas y las tentaciones aparentemente fáciles de caer en ellas, es Villamaría.

 

UN POCO DE HISTORIA:

 

La historia de Villamaría, desde el principio, está salpicada de curiosas leyendas. Así, se dice que su nombre nació de una confusión provocada por una letra ilegible en los despachos de Popayán. Un burócrata distraído no leyó que el documento llegaba de Villa Maná sino de Villa María. Ese ‘maná’, dicen, tenía que ver con el ‘maní’ que aparece en la etimología de Manizales.

 

Otros, con orientación religiosa, tratan de acomodar el nombre de ‘maná’ al alimento de los israelitas, en el desierto, y que estaría en concordancia con las denominaciones topográficas de Nueva Palestina, nombre que, por los mismos tiempos, se le dio a la actual Palestina (Cds.) y San Francisco, antiguo nombre de Chinchiná. De igual forma, quien se equivocó en la Capital del Cauca lo hizo bajo el influjo de su subconsciente religioso al denominar a un pueblo en homenaje a la Virgen María.

 

Si se menciona a Popayán, hablando de Villamaría, es porque este poblado caldense, hasta 1905, era el último bastión del Estado Soberano del Cauca, hacia el norte. Siempre estuvieron ariscos, frente a las pretensiones expansionistas de los antioqueños. Villamaría era Cauca, como lo eran Chinchiná (San Francisco), Palestina, Santa Rosa, todo el Occidente de Caldas y la totalidad de los actuales departamentos de Risaralda y Quindío. Manizales, en el filo limítrofe, estuvo entre ceja y ceja de antioqueños y caucanos.

 

Cuando se habla de ‘Estado Soberano’ se quiere decir que la soberanía de cada uno era tan amplia e implacable que abarcaba hasta asuntos jurídicos y policíacos como cuando un individuo asesinó a su esposa, en Manizales, se echó a correr por los potreros en donde están enclavados los actuales barrios Fátima y Malabar, seguido por la policía y los muchachos que no han de faltar en estos ajetreos. El asesino logró atravesar la corriente del río Chinchiná que separa a Manizales de Villamaría y se sentó en una piedra, al otro lado, a descansar observando a la policía y los muchachos del lado manizaleño que tuvieron que contentarse con arrojar piedras al fugitivo pues la ley prohibía a las autoridades de un estado soberano invadir territorios de otro estado.

 

IDIOSINCRASIA DEFINIDA:

 

Villamaría no ha sido ni será un barrio más de Manizales. Se trata de un conglomerado con una idiosincrasia definida que, por circunstancias geográficas y por deficiente liderazgo, en ciertas temporadas, quedó anclado a la vera del progreso mientras su vecino crecía a un ritmo más acelerado.

 

En semana, el manizaleño que visite el parque principal y las calles aledañas de la Villa de las flores es como si se trasladase, en cuestión de minutos, a un pueblo apartado de la capital departamental, como Aguadas, Samaná o Belalcázar.

 

Aquí y allá, los mismos personajes envueltos en ruanas que se sientan en las bancas del parque a rumiar nostalgias, niños que pasan a hacer un mandado o que arrean una vaca, señoras que entran y salen apresuradamente del templo, perros que olfatean a conocidos y forasteros buscando el olor de otro perro, árboles que se mecen como si la vida no tuviera afán.

 

Hasta hace poco, quien visitase el parque principal, podía observar a Mario Salazar conocido como “El Capitán”. Para 2012 tenía 84 años de edad y una estampa como de película de piratas o de capitán de un Titánic fantasma, barco del que, en abril de ese mismo año, se conmemoraban cien años de su hundimiento. Contaban que los estudiantes pedían al Capitán ayuda para hacer las tareas escolares. Casi siempre acertaba en lo que les dictaba. Un internet de aires prehistóricos. En otros tiempos, “El Capitán” llevaba la alimentación a los presos de la cárcel. Los personajes típicos aportan a la estampa de cada pueblo.

 

SIN PATRIMONIO HISTÓRICO:

 

En mayo de 2012, una jueza ordenó detener las obras del cable aéreo en Villamaría ubicadas en el ala norte del parque principal, cuando llevaban ya invertidos unos nueve mil seiscientos millones de pesos. Inficaldas le envió un memorial con 33 puntos para reclamar que ese Instituto no fuese tenido en cuenta, en el proceso judicial, como una de las partes de la obra que debió ser llamada como sí lo fueron la Alcaldía y el Concejo. Fuera de Inficaldas también hacen parte de la obra la Gobernación de Caldas, Gensa y el mismo Infimanizales por ser el dueño del cable entre Fundadores y la Terminal.

 

Inficaldas argumentaba, además, que las dos propiedades que fueron demolidas antes de iniciar la obra estaban en una zona histórica establecida por el POT de Villamaría pero, para que la sentencia en primera instancia emitida por la jueza tuviera validez, debería existir de antemano, una declaratoria de patrimonio histórico por parte del organismo departamental competente.

 

El 26 de diciembre de 2001, en reunión del Consejo de Patrimonio Cultural del Departamento de Caldas, “hubo consenso en que, en el parque principal, la única construcción con valor patrimonial es la iglesia y apoya la construcción de la estación del Cable Aéreo en el parque principal del municipio de Villamaría (La Patria, 25 de mayo de 2012, p.11a). Como concluye el periódico de los caldenses, en resumidas, cuentas zona histórica no sería lo mismo que patrimonio histórico.

 

Villamaría tiene historia, zona histórica pero no patrimonio histórico legalmente conformado. Lo que entraría a constituirlo está vuelto trizas. Sobreviven el templo y una que otra casona aislada pues el conjunto arquitectónico ya es asunto de un pasado derruido, sus cuadras armónicas se han interrumpido con nuevas construcciones, de distintos niveles, unas más entradas, otras más salidas, muchas de ellas deformadas o dedicadas a los más despiadados menesteres.

 

Por eso, es desmedido hablar de daños al patrimonio y al centro histórico si se construye, en el lote previsto, una digna estación para el Cable Aéreo. No atentaría contra la fisonomía del centro pues de no hacer la estación en ese sitio, levantarían allí un ridículo pastiche particular, que sería peor para la estética sin que prestase algún servicio comunitario.

 

SE REVITALIZARÍA EL CENTRO:

 

Tienen más sentido las instalaciones del Cable Aéreo que nos ubican, de entrada, en la sala de recibo de Villamaría, que ese mismo espacio convertido en una serie de ventorrillos de pollo asado y cacharrerías, un amplio billar o un casino en donde jóvenes y ancianos malgastarían, de noche, los escasos ingresos del día.

 

El centro del Villamaría, con la llegada del Cable Aéreo, se revitalizaría pues se convertiría en polo de atracción, comercio, paseos y diversión. Tal vez, almacenes, restaurantes y tabernas para propios y extraños. De pronto, un museo o un centro cultural con sus programaciones o colecciones interesantes, el publicitado Parque de las Flores que ninguna entidad municipal, departamental, nacional o empresa privada ha sido capaz de echar a marchar, fuera de otros atractivos dictados por la imaginación y el presupuesto conseguido por sus dirigentes.

 

Recordemos lo que han logrado varios pueblos del Quindío con infraestructura semejante. Acaban de inaugurar un parque campesino para añadir a su amplio listado anterior. Los líderes de vieja data, de Villamaría, desocuparon el pueblo. Falta visionarios que prendan fuego debajo del agua y que todos sus habitantes combatan los celos que, in illo témpore, sepultaron fabulosos proyectos.  

 

Es tan irreductible la idiosincrasia de Villamaría que, cuando estaban organizando un reinado en la Feria de las Flores de finales del siglo XX, les insinué a los de la Junta Organizadora, en una reunión a la que me invitaron que, para evitar gastos con las carrozas por qué no prestaban las de un desfile de la feria de Manizales, pero me respondieron con tono ofendido: “¡No! Ya estamos tramitando el préstamo de las victorias que recorren las calles de Palmira (Valle)”.

 

Este modo de ser indomable, como corresponde a herederos de caudillos caucanos de la estirpe de Tomás Cipriano de Mosquera que, siempre arisco, visitó en varias ocasiones, acampó y se desveló atisbando los campamentos de los antioqueños al otro lado del río Chinchiná, se ha prestado para problemas intermunicipales con Manizales como han sido los de servicios públicos y la puesta en marcha del Área Metropolitana que no ha podido fraguar.

 

EL ÁREA METROPOLITANA:

 

En cuanto al área metropolitana, dicen en Villamaría, Chinchiná y Palestina, todos con nítida herencia caucana como corresponde a un ala del ser verdaderamente caldense, a la dirigencia manizaleña le ha faltado olfato y tacto pues cree que ella es la que sabe, la que decide, la que ordena y ante la cual los demás solo tienen que aportar la firma en los convenios.

 

El periódico La Patria desplazó un equipo de reporteros a los municipios limítrofes para averiguar, en cada uno de ellos, con 200 ciudadanos, qué opinión tenían de la integración de su municipio con los otros cuatro. Los alcaldes tenían claro que para superar el retraso en el desarrollo hay que trabajar unidos pero un alarmante grupo de ciudadanos se mostró en desacuerdo con la integración con los municipios vecinos.

 

En Chinchiná, por la integración de la sub-región Centro-Sur, estaba de acuerdo el 96 por ciento y el cuatro por ciento dijo que no. En Palestina, el 100 por ciento dijo estar de acuerdo. En Neira, el sesenta y seis por ciento estaba de acuerdo con la integración y el 10 por ciento que no. El 24 por ciento no sabía. En Villamaría, el 72 por ciento dijo que estaba de acuerdo con la integración y el 28 por ciento que no (La Patria, 6 de mayo de 2012, p.1b).

 

   Los encuestadores del periódico preguntaron a los ciudadanos: ¿Cuáles considera que han sido los obstáculos para la integración de la sub-región Centro-sur?


   a) Falta de voluntad de Manizales; total: 28 por ciento discriminados así: Chinchiná: 40 por ciento; Neira: 32 por ciento; Villamaría: 22 por ciento; Palestina: 18 por ciento.


   b) Falta de voluntad de municipios distintos a Manizales: 33 por ciento, distribuidos así: Palestina: 56 por ciento; Villamaría: 38 por ciento; Neira: 24 por ciento; Chinchiná: 14 por ciento.

 

Otros factores tenidos en cuenta fueron: falta de interés de la comunidad, ignorancia sobre la importancia que en el mundo actual se le está dando al fenómeno de la integración, como los famosos TLC, y unas gotitas de resentimiento y frustración.

 

Mientras no se trate a los demás con respeto, dignidad y la estimación que merecen, nos quedaremos rezagados en el propósito de progresar unidos. Reconozcamos que muchas veces los problemas no nacen en los demás sino en nosotros.

 

La integración no anula las diferencias. Villamaría, como perpetuo centinela de la idiosincrasia caldense, le recuerda a Manizales, desde antes de la creación del Departamento de Caldas, que aunque seamos distintos con relación a los habitantes de municipios vecinos, podemos aportar unos ingredientes que no nos menguan sino que nos enriquecen y engrandecen.

 

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La cuadra mejor conservada de Villamaría: Templo parroquial y Alcaldía Municipal.

 

 

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