BAJO OCCIDENTE DE CALDAS 

 

Octavio Hernández Jiménez  

 

“Un libro no será mejor porque se refiera a una zona lejana. La literatura de viaje ocurre en cualquier lugar, a la vuelta de la esquina” Santiago Gamboa 

 

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Desde hace más de cien años, se habla de Bajo Occidente de Caldas, y al denominar una región “bajo occidente” no se le da a la palabra “bajo” un sentido peyorativo, como tampoco es peyorativo hablar de Países Bajos, Baja California, María La Baja, Bajo Atrato, Bajo Baudó y, en Apía, dos veredas de gran dinamismo se llaman Alta y Baja Campana y, en Anserma, Alto y Bajo Carmelo.  

 

La gente sabe que, con cada uno de esos nombres, se hace una referencia a una posición geográfica con relación a otra zona y, así como existe el Bajo Occidente, se da también el Alto Occidente de Caldas que comprende a Riosucio, Supía y Marmato, aunque hay textos que también involucran en esa denominación a La Merced que, para otros, pertenece al norte. Por lógica, sin alto no hay bajo y sin bajo no hay alto. Cada una de estas zonas geográficas cuenta con ciertas características, en cuanto a etnias, historia, economía, comunicaciones u otros aspectos que emparentan a los habitantes de esas áreas.  

 

El Bajo Occidente de Caldas es un sector de este departamento del Eje Cafetero que abarca los municipios de Anserma, Risaralda, San José, Belalcázar y Viterbo. Estos municipios confluyen en la cuenca del río Risaralda, y  cuatro de ellos cuentan con un territorio que, en el lado oriental, se va de bruces sobre el Cañón de un  Cauca que pasa furioso engullendo lo que cae a sus fauces y, por el centro-occidente aparecen las tierras ubérrimas del valle del río Risaralda, uno de los sitios más bellos de la Tierra, al parecer de Silvio Villegas y de varios periodistas franceses que incursionaron por esos parajes, para no hablar de la obra insignia de Bernardo Arias Trujillo que se centra en cantar su lujuriosa belleza: 

 

“Valle anchuroso de Risaralda, valle lindo y macho que se va regando entre dos cordilleras como una mancha de tinta verde. Llanura de dulce nombre que de tan serlo se deslíe en los labios como un confite de infancia” (B. Arias Trujillo, Risaralda, p.1). 

 

Las “dos cordilleras” de que habla el novelista caldense no son, estrictamente hablando, la cordillera occidental y la central sino la Cuchilla de Apía y la Cuchilla de Belalcázar, también conocida esta como Cuchilla de los Pueblos o Cuchilla de Todos los Santos pues se inicia en San Clemente, luego sirve de asiento a Anserma llamada Santa Ana de los Caballero, (y a su lado San Pedro),  sigue por Risaralda, bautizado a comienzos del siglo XX como San Joaquín, prosigue por la otra Santa Ana con sus fondas de arrieros que se desmoronan en forma irremediable, en donde algunos ubican la primera fundación de Anserma, luego San José (Miravalle para los que trasegaban por esa cuchilla a finales del siglo XIX), el desaparecido San Gerardo o Guamo Viejo, San Isidro y Belalcázar antiguamente llamado La Soledad.   

 

La cuchilla de Belalcázar o de Todo los Santos es el ápice de una cordillera que, según un geólogo de los que trabajaron en el túnel de Tesalia, es más antigua que las cordilleras occidental y central que hacen parte de nuestro paisaje actual. Mientras la cuchilla de Todos los Santos está orientada de norte a sur pues nace por San Clemente y  va a morir en los contornos de La Virginia,  las cordilleras central y occidental hacen parte de la imponente cordillera de los Andes que nace en el sur del continente americano y asciende hasta el polo norte. El río Risaralda corre en dirección contraria al río Cauca. Mientras el Cauca y el Magdalena van de sur a norte, el río Risaralda va de norte a sur para rendir sus aguas al Cauca y emprender la ruta de sur a norte hasta desembocar en el mar Caribe. 

 

El Camino Real cuenta, en el Bajo Occidente, con dos variantes: una que se prolonga de Anserma a Belén de Umbría,  Apía, Santuario y el Valle del Cauca, y la otra variante, que de Anserma va de travesía a Risaralda, San José y La Habana (Belalcázar), de donde se desciende al río Cauca, se atraviesa el río por Beltrán, sitio llamado  antiguamente Paso de los Chapetones, se sube a Marsella (vieja Segovia) y de allí a Pereira, el Quindío, La Línea y el Tolima, rumbo a Bogotá o al Huila y los Llanos orientales.  

 

En el relato “Matilde”, del riosuceño Andrés Mercado (1886-1954) que trabajó en el magisterio en Anserma, los protagonistas van y vuelven de Anserma a Bogotá y de Bogotá a Anserma por la vía que de Anserma pasa por Risaralda, San José y llega a Pereira, el Quindío, La Línea, el Tolima y la capital del país.   

 

En el Bajo Occidente, se escucharon, por primera vez, en lo que respecta a Caldas, las cantarinas palabras en la lengua de Castilla, confrontadas a las palabras, en lenguaje de los indígenas umbras o ansermas, pronunciadas por Tucarma y la que actualmente llamaríamos su guerrilla que no aceptó la intromisión extranjera en este territorio. Tucarma fue nuestro primer mártir por amor a la Patria. 

 

La planicie por donde corre el río Risaralda, se llamaba Valle de Amicecas, a la llegada de Jorge Robledo que lo bautizó Valle de Santa María; luego se conoció como Valle de Sopinga y, desde el siglo XX, Valle del Risaralda. Como si formara una cruz, el Camino Real de Occidente que iba de norte a sur, se cruzaba con el Camino Nacional, de oriente a occidente, que comunicaba la capital del virreinato y luego del país con las tierras selváticas y lluviosas del Chocó y el océano Pacífico. El valle del Risaralda empezó a ser explotado, a lo ancho y largo, entre finales del siglo XIX y XX. 

 

Personajes ambiciosos como Francisco Jaramillo Ochoa, Epifanio Agudelo, Pablo Emilio Salazar y otros caballeros adinerados y visionarios como Antonio Robledo, Antonio Cadavid, José María Velásquez, Francisco Delgado y Jesús María Constaín, con raíces en Manizales, Santa Rosa, Pereira, Cartago y Popayán, rebrujaron documentos en Anserma, Apía, Belén, Riosucio, Medellín y se hicieron a esas tierras para sembrarlas de café. 

 

Fueron propósitos económicos los que motivaron a varios de esos caballeros a poner en marcha el proyecto de fundación de Viterbo, en 1911, en el centro de “la llanura del dulce nombre”. 

 

Anserma fue fundado en agosto de 1539. Los demás pueblos del Bajo Occidente de Caldas se fueron poblando, entre finales del siglo XIX (Belalcázar) y comienzos del siglo XX (Risaralda, San José), y Viterbo fue fundado con acta notarial, en abril de 1911. En cien años, los caseríos del Bajo Occidente han logrado organizarse como conglomerados de ágil comunicación; un pueblo no queda a más de media hora de distancia de sus vecinos. Desde la primera mitad del siglo XX, cada conglomerado ha asumido la educación formal e informal como una forma digna para que los hijos salgan adelante; entrelazan historias en las que se mezcla lo verídico con lo legendario; hacen parte de una economía cafetera que, de trecho en trecho, golpea a los pequeños y grandes productores, después de ciertos períodos de vacas gordas; los habitantes de esta tierra se ilusionaron, después del café, con el cultivo de la caña de azúcar, de los frutales y del aguacate. Han soportado el desplazamiento familiar en la búsqueda dramática de alternativas, en otros lugares; sin embargo, sin pausa, han vuelto a forjar esperanzas y promisorios proyectos. 

 

Conversando con César Augusto Londoño H., se sentía el empuje incontenible de las gentes del Bajo Occidente de Caldas en el planteamiento de proyectos a corto y mediano plazo. 

 

En la segunda década del siglo XXI, estaban con la idea de una Zona Franca Agrícola a modo de despensa para la venta interna y externa de los productos que, con opulencia, produce la región, como el plátano, el aguacate, el maracuyá, la guadua y otras especies. 

 

Con motivo de la exaltación de 47 municipios como Patrimonio Cultural de la Humanidad, hecha por la Unesco, a mediados de 2011, se busca que estos municipios acierten al integrarse en proyectos que redunden en beneficio de la región.  

 

En 2010, el Viceministro de Turismo con su comitiva llegó al aeropuerto Matecaña para emprender, esa mañana, la ruta por Belalcázar, San José, Risaralda, Anserma y Viterbo, con la pretensión de sacar adelante un proyecto que las agencias de turismo ofrecerían en la capital del país y otras ciudades. Comprobaban valores para explorar y deficiencias con miras a subsanarlas.

 

Después de esa visita, llegó el silencio mudo. Ojalá tantas reuniones y declaraciones culminen en hechos reales como el mejoramiento de vías, la seguridad urbana y rural, las oportunidades laborales, la calidad de la educación, la forma de ofrecer una cultura más amplia y enriquecedora. 

 

Con la pavimentación de las carreteras por el Bajo Occidente, se busca promover los circuitos turísticos de fin de semana,  en automotores que salgan de Pereira, Armenia, Cartago o Manizales, den la vuelta al Bajo Occidente de Caldas, en un día o, si se quiere, en varios días, contando, para su descanso o estadía, con centenares de cabañas, con magnífica dotación y piscinas que permanecen disponibles gran parte del año, en modernos condominios, en el Valle de Risaralda.  

 

Las agencias inscribirían las cabañas que sus propietarios se acojan a este plan, de acuerdo con las temporadas del año, en alguna dependencia de Viterbo, y de allí saldrían a hacer excursiones por casas de haciendas de renombre como La Cecilia (en donde se firmó el acta de fundación de ese bello pueblo), y Portobello, casa de hacienda ganadera en donde Bernardo Arias Trujillo redactó la novela “Risaralda”. Hay otros parajes del Bajo Occidente, el Alto Occidente y territorios aledaños como La Virginia, Apía, Belén, Santuario, el Tatamá y, más allá, el enigmático Chocó.  

 

Belalcázar ha soñado con un cable aéreo que iría desde su área urbana hasta El Águila o Acapulco, sobre la carretera central, en el valle del Risaralda. Hasta ahí llegarían los turistas en sus vehículos, subirían a Belalcázar, en el cable, recorrerían esta población y visitarían el Cristo Rey, para descender, luego, hasta Acapulco en donde retomarían los vehículos para proseguir el viaje por carretera.  

 

Todo no son sueños. El proyecto más deslumbrante se concluyó alrededor del año 2020. Arranca de Cali o Buenaventura, cruza el Valle del Cauca por la parte baja de la Cordillera Occidental, se encuentra, con la autopista Pacífico 3, detrás de La Virginia, de donde se enrumba por el Valle de Risaralda hasta Changuí o Cabo Verde, arriba del valle de Risaralda.   

 

Por debajo de la Cuchilla de Todos los Santos circulan los vehículos que van de Buenaventura y Cali hacia Medellín y la costa caribeña o viceversa. 

 

Al finalizar el año 2021, el presidente de la república dio al servicio el  Túnel de Tesalia (nombre de la hacienda cafetera al lado del valle del Risaralda explotada desde finales del siglo XIX, con ese nombre). Atraviesa el corazón de roca de la Cuchilla de Todos los Santos, para salir en el histórico caserío de La Libertad que también fue otra famosa hacienda cafetera hasta mediados del siglo XX. Se continúa por Cambía y La Margarita para descender al puente de Alejandría, sobre el río Cauca, en el Kilómetro 41; se enruta hacia Irra y La Pintada, de donde se puede subir a Medellín o continuar al lado del Cauca hasta Santa Fe de Antioquia, para desbocarse hacia la costa atlántica. Una vía ultramoderna como Pacífico 3, enriquece a los pueblos que continúan su proyecto de vida a los lados de esta ruta, en el Bajo Occidente de Caldas. 

 

 

 

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